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miércoles, 11 de enero de 2017

Breve historia del contexto social de la LIJ: de la escuela a la web 2.0


Jessie Willcox Smith

Aunque la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) tenga un largo recorrido dentro de la Historia de la Literatura y se considere uno de los géneros más difundidos dentro del panorama lector y editorial de nuestros días, no siempre ha sido así, ya que el interés por este tipo de literatura ha ido evolucionando a lo largo de la Historia. Por ello, este artículo pretende realizar una breve retrospectiva histórica, tomando como referencia los cuatro puntos cardinales que constituyen el contexto social de la LIJ: autores, editores, mediadores y lectores, desde los primeros textos escolares y los clásicos de aventuras, hasta el día de hoy en el que la globalización y la Web 2.0., son las grandes protagonistas.

Occidente hasta el siglo XVIII. Inicios de la lectura.

Hasta bien entrado el siglo XVIII, los libros se consideran bienes de lujo, es decir, sólo están al alcance de las clases altas y/o eclesiásticas, capacitadas, económica y/o intelectualmente, para consumir libros. Las bibliotecas escasean, quedando relegadas a las citadas esferas, aquellas que tradicionalmente han cultivado la cultura de la lectura, y por tanto, la del conocimiento y el entretenimiento. El analfabetismo se extiende como la pólvora en Europa, un territorio donde el poder feudal lo controla todo.
En mitad de este campo culturalmente yermo de la Edad Media, son los seglares los encargados de ejercer como editores y traductores, produciendo un reducido número de copias de los llamados códices iluminados y otras obras de los saberes clásicos, en sus scriptori de abadías y conventos. Estas son las dos razones que provocan que el libro no se pueda considerar un bien económico; por un lado, la oferta es escasísima, muy reducida, y por otro, la demanda es casi inexistente debido al mínimo nivel educativo de la población, cuya cultura tiene un gran arraigo en la tradición oral. Imágenes, frescos, historias, leyendas y cuentos son escuchados por todos, sin distinción de edad, constituyendo así el saber y el ocio de los pueblos.




Letras capitulares de los códices emilianenses (siglos X-XI)

Algo cambia durante el Renacimiento… Los copistas, cajistas e iluminadores comienzan a interactuar con los lectores y tienen en cuenta sus preferencias. La apariencia física del libro cambia: forma, tamaño, materia prima a emplear, cuerpo del texto, tipografía y encuadernación, se ven alteradas respecto a las de épocas pasadas. Un nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable, altera el espacio bibliotecario dotando a este de amplitud, luz y mobiliario para el debate y la conversación. El libro escapa de la oscuridad de las celdas monacales y se exhibe ante humanistas ávidos por la investigación y el conocimiento. Aupados por la figura del impresor-editor y la imprenta de Gutemberg (siglo XV), esa misma que desencadena la Reforma protestante, los títulos de gran interés se pueden copiar las veces necesarias de manera barata y eficaz, haciendo crecer la oferta paulatinamente y dinamizando el mercado. Cada vez son más los que tienen el libro al alcance de sus posibilidades, sobre todo la clase alta y una burguesía incipiente.


Así, con una lenta evolución en cuanto al número de lectores, la producción de libros en serie y una industria editorial emergente, llegamos a la Edad Moderna, una época de verdadera revolución en el mundo de la lectura debida, principalmente, a la revolución cultural que sufre occidente: la Ilustración promueve la instrucción del pueblo a través de las lenguas vernáculas, dejando a un lado las lenguas cultas como el latín. El analfabetismo empieza a considerarse una lacra que hay que erradicar y nacen los sistemas educativos extensivos, prueba de ello es la publicación del primer libro infantil ilustrado (pictogramas) con fines pedagógicos, el Orbis sensualium pictus de J. A. Comenius (1658) que se puede asimilar al primer libro informativo para niños.




A esta situación se añade la que vive Norteamérica. El Nuevo Mundo emerge, los emigrantes de media Europa aterrizan en busca de oportunidades, y por tanto, nace un nuevo mercado editorial que explotar.
También es en la Edad Moderna en la que la concepción de biblioteca privada y hermética queda rota por una nueva biblioteca. La biblioteca de suscripción, la biblioteca de préstamo, la biblioteca parroquial norteamericana o las bibliotecas nacionales europeas son alternativas a las que se suman numerosas iniciativas ciudadanas para adquirir cooperativamente libros que, aunque más baratos que en épocas pasadas, todavía no están al alcance de todos los ciudadanos.


Ilustración de las primeras ediciones de los cuentos de Grimm

El contexto del XIX: La literatura y las clases populares.

Tras los últimos años del siglo XVIII en los que se publican obras de corte infantil como las recopilaciones de cuentos de folcloristas como los hermanos Grimm y Perrault, o las fábulas de Samaniego, así como novelas de clara aceptación juvenil -Robinson Crusoe-, llega el siglo XIX y con él, la Revolución Industrial. Todas las manufacturas, incluida la del libro, pasan a ser un producto relativamente abundante y menos costoso. Esto provoca un vuelco en los hábitos de consumo de la Europa occidental. El libro disminuye su precio e incrementa su valor como bien social, la alfabetización se generaliza entre la clase obrera y la lectura adquiere más relevancia en todos los estratos sociales, incluyendo, cómo no, a los niños. El cuento y la novela de aventuras (H. C. Andersen, E. T. A. Hoffmann, J. Fenimore Cooper, Charles Dickens, Julio Verne o Alexandre Dumas) durante la primera mitad del siglo, y el nonsense, el realismo y la fantasía (Lewis Carroll, F. Hodgson Burnett, Louise May Alcott, Mark Twain, R. Louis Stevenson, J. M. Barrie o Carlo Collodi) durante la segunda mitad, provocan un despegue vertiginoso de la LIJ, aupándola como género literario a tener en cuenta por el mundo editorial. Durante esta edad de oro de la LIJ, la LIJ se establece como un género y, aunque el término no se acuña hasta el siglo posterior, queda definido el destinatario de esas obras, el niño o joven que necesita hacer propias lecturas que le interesen.


N. C. Wyeth

La necesidad de crear un libro atractivo para los pequeños lectores obliga a los editores a buscar nuevas fórmulas editoriales que incluyan material gráfico, campo en el que destacan figuras como Randolph Caldecott, Kate Greenaway, Walter Crane o Arthur Rackham, integrantes del primer grupo de ilustradores profesionales de LIJ.


Kate Greenaway


Arthur Rackham

Otro de los factores a destacar en estos años es la dinamización del mercado impreso, en el que destacará la prensa escrita, el primer medio de comunicación de masas, que también se podría considerar el primer vehículo de dinamización literaria. La publicación por entregas de muchas novelas hace más asequible la lectura, económica y temporalmente, al mismo tiempo que obliga al autor a buscar fórmulas apropiadas para mantener el suspense, lo que dio lugar a los fenómenos de retroalimentación literaria, tan comunes a día de hoy.
A pesar de esta generalización en torno a la LIJ, sobre todo entre las clases altas y medias, el libro infantil no posee un contexto tan amplio como se podría creer en principio, quedando restringido al de los propios autores, ciertamente especializados en literatura adulta, los escasos ilustradores de la época y un mundo editorial, que se interesa más por las ventas que por la innovación e investigación en el terreno del libro para niños.



El siglo XX. Una época agitada

Ya entrado el siglo XX, se desata una época convulsa, minada por todo tipo de conflictos bélicos entre los que destacan la Primera y Segunda Guerras Mundiales, que complican el avance cultural, quedando relegadas las artes a un segundo plano y esperando un nuevo contexto que favorezca su reflorecimiento. Es así como el interés por la LIJ renace, sobre todo en aquellos países donde quedan instaurados regímenes políticos de corte estable, léanse república democrática o soberanía compartida. Empiezan a surgir autores de LIJ que ven en este mercado la oportunidad de destacar, amparándose en los cambios de paradigmas sociales. El numeroso público infantil y juvenil es un acicate para revolucionar los cánones literarios de este tipo de literatura, de hecho, es entre los años 40 y los años 70, cuando las obras narrativas de LIJ más revolucionarias, sobre todo en los países nórdicos, Reino Unido y Norteamérica, ven la luz (El viento en los sauces de Kenneth Grahame, El doctor Dolittle de Hugh Lofting, Mary Poppins de P. L. Travers, Los Mumins de Tove Jansson o Pippa Mediaslargas de Astrid Lindgren).



El álbum infantil ilustrado del siglo XX, iniciado por los franceses Antoine de Saint-Exupery -El principito- y Jean de Brunhoff –Babar-, se impone dentro de la LIJ como un valor seguro donde la imagen, bien ilustración, bien fotografía, no sólo complementa al texto, sino que lo articula y añade otra serie de contenidos, convirtiendo a este tipo de libros en los indiscutibles protagonistas de la época, con ejemplos como Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, El viaje de Anno de Mitsumasa Anno, Pequeño Azul y Pequeño Amarillo de Leo Lionni, el Flicts de Ziraldo Alves Pinto, o Los tres bandidos de Tomi Ungerer.




Y entonces, llega la escuela… Es la escuela y no otra institución, la que favorece el desarrollo de la LIJ. El profesorado tiene que mediar entre el niño y el libro aunque muchas veces ciertos títulos sean censurados por el docente. Se genera un diálogo entre el mundo escolar y el mundo literario, prueba de ello es el nacimiento de la biblioteca infantil, un espacio enmarcado dentro de un concepto más amplio, el de biblioteca escolar. De esta manera, el contexto social de la LIJ queda adscrito única y exclusivamente a las aulas y tiene como mediador al maestro que empieza a tomar conciencia de qué es la literatura infantil.
Años después, en los que la sociedad del bienestar se instala en numerosos territorios europeos, la cultura arraiga y nace una nueva biblioteca pública: una biblioteca abierta a todos los usuarios donde tienen cabida las salas de lectura infantiles y juveniles, zonas especialmente habilitadas que atesoran títulos y publicaciones dirigidas a estos lectores. La biblioteca pasa a ser un lugar de recreo, un espacio capaz de aunar el gusto por la lectura, el aprovechamiento del tiempo libre y un tipo de literatura, la LIJ.
Para que ello sea posible, son necesarios agentes que gestionen este primer contacto entre lector y libro, una tarea que recae sobre los bibliotecarios, trabajadores que comienzan a formarse en técnicas de animación a la lectura para desarrollar todo tipo de actividades que desaten el gusto por la letra impresa, de entre las que destaca la narración oral, una actividad que, habiendo sido aparcada en el olvido, se retoma como vía de conexión entre el mundo literario y los lectores.



De este modo, la red social entre el libro y el lector se construye sobre unas nuevas bases, autor-mediador-lector. Es, sin duda, lo más destacable del contexto social de la LIJ durante el siglo XX, el nacimiento de corrientes de animación a la lectura formadas por mediadores que desarrollan todo tipo de actividades en bibliotecas y centros educativos e intercambian experiencias, se considera un punto de inflexión para integrar a la LIJ en la sociedad a través de acciones generalistas o especializadas, como la aparición de numerosas publicaciones que se dedican al estudio de la LIJ.
Esto, unido a la creación de numerosas asociaciones y fundaciones, entre las que destaca el IBBY (1953), que otorga el premio Hans Christian Andersen (desde 1953) o la celebración del Día del Libro Infantil y Juvenil (2 de abril), como defensa del libro infantil para educar a las generaciones futuras en el placer por leer


A todo ello hay que añadir el claro despropósito con el que la radio y la televisión, los dos medios de comunicación de masas de la época, encaran a la lectura. El sonido y la imagen desbancan al invento por antonomasia, el libro, relegándolo a un segundo plano, aunque a veces también le presten ciertos servicios con programas dedicados a la lectura y las novedades bibliográficas.
En rasgos generales, este es el panorama que enmarcaría el contexto social de la LIJ en todos aquellos países occidentales con una estabilidad política, social y económica que favorece una cultura emergente dentro de la cual pueden florecer las disciplinas minoritarias. En el resto de estados europeos, como el caso de España, hay que esperar a la instauración democrática para que la LIJ evolucione en estos términos.


Noemí Villamuza

El nuevo milenio. Una nueva concepción global.

Durante lo poco que llevamos de siglo XXI son dos los factores que más influyen en el contexto social de la LIJ. En primer lugar, destacar que gran parte de los países occidentales han apostado por desarrollar los llamados planes de lectura, unos conjuntos de medidas que persiguen hacer frente a la degradación cultural que sufre la población de las naciones del mundo desarrollado o en vías de desarrollo. Estos planes lectores cuentan con campañas publicitarias, mejora de bibliotecas y otros servicios de lectura, así como diversos tipos de incentivos, para intentar que los jóvenes, lectores potenciales, enarbolen el libro como vía de conocimiento y ocio.
A tenor de estos planes lectores, y tomando como ejemplo el caso español, surge un movimiento social muy importante, el de aquellos profesionales, léase maestros, bibliotecarios o teóricos de LIJ, que abogan por trabajar de manera conjunta a través de todo tipo de vías privadas y/o públicas, asesorando así a todos aquellas personas e instituciones cuya implicación con el mundo del libro crece durante estos años. El esfuerzo de todos estos profesionales o aficionados, de las inversiones públicas, y de las empresas editoriales por rescatar del olvido títulos importantes o intentar innovar dentro del género, se ve recompensado en ciertos países con un incremento del número de lectores en edad escolar, lo que supone un primer triunfo sobre esa insuficiencia lectora que la crisis económica mundial y el retroceso educativo amenazan con incrementar durante las próximas décadas debido a la instauración de la sociedad tecnocrática.


Joosh Swarte

Es aquí cuando el segundo factor, Internet, entra en juego… Debido a estas relaciones profesionales, comienza a nacer en la red toda suerte de páginas, blogs y grupos sociales con contenidos relativos a la LIJ, creando así un entramado social en la llamada aldea global, que podría denominarse LIJ 2.0, que, a mi juicio, se puede definir por una serie de características entre las que destacan las siguientes:
1. La información de esta red queda adscrita generalmente a aquellos usuarios que comparten una misma lengua.
2. A esta red se puede acceder desde cualquier lugar del mundo de manera sencilla, es decir, no es restringida.
3. La información que contiene, aunque de temática especifica hace referencia a contenidos generales, y sólo puntualmente se encuentran opiniones y estudios especializados que suelen ser inaccesibles por esta vía.
4. La Web 2.0 aporta mayor visibilidad a la LIJ, un campo oculto bajo la sombra de la Literatura general.
5. La LIJ 2.0 es el simple reflejo de un engranaje que ya existía previamente, es decir, son exactamente las mismas: los mismos individuos con las mismas aficiones y pasiones que utilizan este nuevo entramado cibernético como un megáfono que aumenta la intensidad, que hace reverberar los avisos y llamadas, que ayuda a la propagación de una pasión compartida, pero que en pocos casos amplía la magnitud de la señal informacional.


Harriet Russell

Excepto ciertas publicaciones on-line especializadas cuyo acceso queda restringido por cierto montante monetario, son pocos los ejemplos de aportaciones notables y artículos de mención sobre la LIJ, que dependen exclusivamente, y en la mayoría de los casos, del altruismo de autores desconocidos que brindan sus conocimientos en blogs y foros de opinión.
Es cierto que abundan innumerables sitios donde abundan todo tipo de reseñas y recomendaciones literarias, pero no son tantos los espacios donde se recojan buenos estudios y artículos de investigación bien fundamentados. Por mencionar un hecho sorprendente, en la Wikipedia, herramienta de uso generalizado entre la población educativa de todo el Globo, las referencias a los autores de LIJ y sus obras, son mínimas. Cierto es que esta Web Social viste pañales todavía y que, paulatinamente, su diseño irá ampliándose y creciendo, ayudando de este modo al desarrollo de los diferentes campos técnicos y su acercamiento global a la Sociedad.


Jessie Willcox Smith


NOTAS

CAVALLO, G & CHARTIER, R. (Dir.). 2001. Historia de la lectura en el mundo occidental. Taurus: Madrid. 667 pp.
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ESCOLANO BENITO, A. (Dir.). 1998. Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa. Fundación Germán Sánchez Ruipérez: Madrid. 570 pp.
ESCOLAR, H. 1987. Historia de las bibliotecas. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez - Ediciones Pirámide. 571 pp.
GARCÍA PADRINO, J. 2001. Así pasaron muchos años… (En torno a la Literatura Infantil Española). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha: Cuenca. 290 pp.
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HÜRLIMANN, B. 1982. Tres siglos de literatura infantil europea. Editorial Juventud: Barcelona. 351 pp.
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Este artículo fue publicado en Cuadernos de Literatura, Primeras Noticias en el número 270-271, ocupando las páginas 13-22.

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