Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski
Con el fresquito que
corre por estos lares no he podido resistirme a pensar en lo
calenticos que andan por otras latitudes. Aunque me guste el frío,
hay días que la envidia se apodera de uno, y cambio (imaginando, por
supuesto) el abrigo por la sombrilla. Pero bueno, no seamos
recelosos, que el estío también trae penas (fíjense en los
devastadores incendios que asolan Chile, otra tristeza...) ¡Es lo
que toca! Ya llegará el verano boreal y el invierno austral.
De entre todos los países
a los que los rayos de luz solar alcanzan estos días de forma perpendicular, hoy
he decidido pararme en Australia, ese país-continente tan
desconocido por estos lares, no sólo en lo que a geografía,
costumbres y paisaje se refiere, sino también a cultura y artes. Y
como lo mío es la literatura infantil, ¡allá vamos con una de LIJ
australiana!
Unas pinceladas sobre
el contexto
Antes de empezar a
recorrer los autores y obras destacados de los libros para niños en
el ámbito australiano, no puedo olvidar dar unas pinceladas
históricas sobre este país, ya que contextualizan mucho lo que
acontece en la literatura infantil... Aunque es el quinto país del
mundo en lo que a extensión se refiere, sólo viven en él unos
veintiún millones de personas, debido, principalmente, a su condición
de gran “isla” (entrecomillo porque los geólogos no la llamarían
así) en mitad de un océano. Se cree que Australia ha estado
habitada desde hace unos cuarenta y seis mil años por distintos grupos aborígenes. Aunque fue descubierta por los marineros españoles y
portugueses, no fue hasta el siglo XVII cuando empezaron a
desembarcar en sus costas los primeros europeos. Así, las nuevas
tierras de Oceanía fueron colonizadas por los ingleses en el siglo
XVIII y hasta 1901 no se constituyó como un país soberano (N.B.:
Monarquía constitucional, “God save the Queen” y Commonwealth
mediante, con referendum y todo).
A lo largo de todo este
tiempo han sido muchos los avatares que han influido en el desarrollo
de esta sociedad moderna, entre los que cabe citar algunos como:
- la persecución de los
aborígenes diezmados por las enfermedades y epidemias introducidas
por los europeos, y cuyos derechos no fueron ampliamente reconocidos
hasta 1967,
- la fiebre del oro
australiana desatada en 1850 que atrajo inmigrantes desde Europa,
Norteamérica y China,
- el establecimiento y
desarrollo de instituciones penitenciarias dependientes del Reino
Unido,
- su participación como ejército/estado en la Primera y Segunda Guerras Mundiales,
- y los programas
gubernamentales para aupar la inmigración desde Asia y Europa
(llegaron al continente unos dos millones de personas en tres
décadas).
Teniendo en cuenta todo
esto y habiendo sintetizado la información de bastantes obras (sobre
todo narrativa infantil y álbumes ilustrados) que aquí cito, a mi
juicio son tres los pilares básicos que sostienen las obras
literarias infantiles australianas:
- el medio natural australiano en el que destacan la fauna autóctona e introducida,
- una cultura a caballo entre lo aborigen y lo colonial,
- y la heterogeneidad poblacional condicionada por las corrientes migratorias.
Una vez dicho esto ya
podemos internarnos en el bosque de los libros para niños
australianos, deteniéndonos, no sólo bajo la sombra de los
eucaliptos, sino al abrigo de aquellas obras a destacar... Denoten
que hablar de LIJ australiana es difícil, ya que hay que tener en
cuenta aquellos libros que se relacionan con un sentimiento de
pertenencia a un territorio y que son inherentes a un ámbito
cultural, ya que, de manera genérica, pueden parecer invisibles en el
panorama anglosajón de la literatura para niños.
Inicios de la
literatura infantil australiana: dos títulos
Hasta
mediados del siglo XIX no se puede hablar de literatura infantil
australiana de modo específico ya que, hasta entonces, el panorama
de los libros para niños había estado gobernado por las obras
europeas.
El primer libro dirigido
a los niños cuya acción se desarrolla en un contexto australiano es
A mother offering to her children de Charlotte Barton (1841).
Aunque de carácter pedagógico, ofrece espacios de divertimento a
los niños. A este título le siguen otros muchos del mismo tipo,
hasta llegar a finales del XIX (1894), cuando Ethel Turner con sus
Siete chicos australianos (editorial
SM) rompe las reglas
de la tradición y se lanza a narrar con desenfado y aire fresco y
renovado, las peripecias de una madre y sus incontrolables siete
hijos en una Sidney que empieza a respirar su identidad y costumbres
propias. Considerado uno de los clásicos de la narrativa infantil,
fue el mayor éxito de una autora que escribió más de treinta
novelas para niños.
La
LIJ australiana y los aborígenes
Pero no aceleremos la historia porque hubo otra "literatura" anterior, la que se narraba de boca a oídos en torno al fuego antes de la llegada de los primeros europeos...
Durante
la misma época (finales del XIX), algunos intelectuales australianos se percatan de la
necesidad de rescatar la tradición oral de los pueblos aborígenes
australianos para introducir ese acervo de narraciones dentro de una
cultura australiana emergente. Así es como nace King
bungarees phyalla: stories, illustrative of manners and customs that
prevailed among Australian aborigines
de Mary Ann Fitzgerald (1891), un precursor de verdaderas antologías
de cuentos y leyendas aborígenes, como Australian legendary
tales de K. Langloh Parker (el
pseudónimo de Katie Stow) y Andrew Lang (1896), que han sido
bellamente ilustrados por artistas aborígenes y no aborígenes en
sus múltiples ediciones.
Aunque
Legendary tales of Australian aborigines
de David Unaipon se publico en 2001, no podemos obviar que esta
recopilación de cuentos y leyendas aborígenes fue publicada bajo el
nombre Myths and legends of the Australian aborigines
y firmada por Ramsay Sith (1930), antropólogo que compró el
manuscrito a David Unaipon.
Imagen de David Unaipon y su manuscrito.
Continua
el siglo XX y se suceden, no sólo compendios de cuentos aborígenes
como The Boomerang Book of Legendary Tales
de Enid Moodie Heddle (1957), o el Land of the rainbow
snake, aboriginal children's stories and songs from Wester Arnhem
Land de Catherine Berndt (1979),
sino otras obras en otros formatos, como el del álbum, escritas y/o
ilustradas por aborígenes o que prestan atención a la riqueza
artística de estos pueblos nativos que empiezan a ganar terreno en
la cultura gracias a la adquisición de derechos.
Aparecen
obras como Stadbroke dreamtime en 1972 de Oodgeroo Noonuccal (antes conocida como Kath Walker), The rainbow serpent de
Dick Roughsey (1976), The story of the fallen star
de Elsie Jones (1989), Do not go around de edges
de Daisy Utemorrah y Pat Torres (1990), Tjarany Roughtail de Lucille
Gill (1992), The Papuya school book of Country and History,
un álbum informativo
de Ian Abdulla (2002), Malu
Kangaroo: How the first children learnt to surf
de Judith Morecroft y Bronwyn Bancroft (2007), así como la creación
de sellos editoriales que potencian este tipo de producciones
literarias como IAD Press (década de los 70) Scholastic Australia
(década de los 80) y Magabala (década de los 90).
Narrativa
infantil y juvenil australiana
Aunque
las narrativas infantil y juvenil se nutren de otras obras en lengua
inglesa procedentes de Reino Unido y Estados Unidos, también hay
bastante que decir de las gestadas en el país del boomerang... Las
páginas se llenan de pingüinos, koalas, canguros, equidnas, oposum,
wombats, cucaburras y bandicuts, se aferran al sentimiento de una
nación moderna y se despojan de prejuicios: son canallas,
extrovertidas y nos hacen reír.
Entre
la narrativa de ficción, podemos citar El pudding
mágico de Norman Lindsay (1918), un libro cómico y fantástico
plagado de canciones e historias cortas con cierta vis de nonsense,
cuya mejor edición en castellano fue la realizada por Anaya en su
colección Laurin-Tus libros (y que tengo en mi poder desde bien
pequeño) y que incluía las geniales ilustraciones del autor.
También hay que destacar
el Blinky Bill de Dorothy Wall (1933), un libro con un
protagonista de pocos escrúpulos y muchas peripecias que nunca se ha
dejado de reeditar y con un discurso todavía vigente entre los
pequeños lectores.
Le
siguen unos libros con bastante carga de ilustración, The
muddleheaded wombat, una serie
de Ruth Park ilustrada por Noela Young que empezó a publicarse en
1942 y todavía sigue teniendo seguidores gracias a una serie
televisiva.
Llegan las décadas de
los años cincuenta, sesenta y setenta, y con ellos el trabajo de
autores nada o muy poco conocidos en nuestro país como Hesba Fay
Brinsmead (de la que podemos citar Beat of the city, Pastures
of the Blue Crane y
Longtime passing), la
reconocidísima Mavis Thorpe Clark con su The Min-Min
(también se pueden añadir Wildfire, The sky is free o
Iron mountain), Mary
Elwyn Patchett (Logró gran éxito con su serie Ajax the warrior,
y otros títulos como The brumby o
Tam, the untamed; en los 70
se publicó en nuestro país El dingo blanco gracias a
la editorial Molino), y Colin Thiele, un autor extraordinariamente
prolífico (más de setenta títulos en su haber) de cuya obra
podemos extraer Blue Fin, The fire in the stone, Storm boy o Sun
on the stubble (en España se
editaron en los ochenta Pinquo,
editorial La Galera, y El faro de Hammerhead,
editorial Espasa-Calpe)
En
los ochenta destaca la figura de Eleanor Spence, una autora de
la que no se ha publicado nada en nuestro país, pero que ha dado al
mundo de la LIJ australiana obras de gran relevancia y de contenido
muy variado (familiares, religiosos o costumbristas), como por
ejemplo The green laurel, The October child, Me and Jeshua, The
family book of Mary Claire, Jamberoo Road y su galardonado
Seventh Pebble.
Es
entonces cuando la narrativa infantil y juvenil despega y
aparecen los autores que continuarán abonando el final de siglo y el
nuevo milenio con muchísimas obras de todo tipo... Simon French, con
sus All we know y
Astuto, astuto (ambas para niños y la segunda publicada en
castellano por Ediciones B) y Está bien tener visitas (una
novela dirigida a lectores adolescentes y publicada también por
Ediciones B), Victor Keheller, un autor nacido en Inglaterra, que ha
cosechado mucho éxito con sus series Parkland y Gibbleworth
the goblin y novelas como Taronga y Del-Del, y Gillian
Rubinstein, una autora residente en Australia y que ha vendido
millones de copias con sus novelas y sagas de fantasía como Space
Demons, Galax-arena y su
serie Leyendas de los Otori (bajo el pseudónimo Lian
Hearn), que están editadas en castellano por Alfaguara y que han
sido llevadas al cine.
Hay que citar a Goldie
Alexander (Mavis road medley),
Melima Marchetta (Looking for Alibrandi)
y Allan Marshall (I can jump puddles)
antes de llegar a otros dos de los grandes, Paul Jennings, un
autor de gran éxito comercial tanto para jóvenes (Uncany!
Unbearable! Unbelievable! o Undone!), como para niños, y
de los que puedo citar en castellano La garra (Fondo de Cultura
Económica), y el gran John Marsden, el autor de novelas como So
much to tell you, Burning for revenge, Cartas desde el interior (Castillo editorial) y
Damero (en
SM) y sus series The Ellie Chronicles o Mañana...
por ejemplo Mañana cuando la guerra empiece, que ha sido
publicada en nuestro país por RBA-Molino
y SM.
Por último y enlazando
con el siguiente epígrafe, me gustaría citar Ziba vino en un
barco, de Liz Lofthouse y publicado en España por Lóguez, un
libro que nos habla de la tan triste pero esperanzadora migración, y
que está ilustrado por uno de los mejores (al menos para mí)
ilustradores del mundo, el también australiano Robert Ingpen, premio
H. C. Andersen (1986). Su prolífica obra, no sólo creando imágenes
para obras cumbre de la LIJ como The secret garden (Frances Hogdson
Burnett), The wind in the willows (Kenneth Grahame), Peter Pan y
Wendy (J.M. Barrie), Alicia en el país de las maravillas
(Lewis Carroll), El mago de Oz (Frank L. Baum) -ver todos
estos títulos y algunos más en la editorial española Blume-, sino
álbumes como Lifetimes (un hermoso álbum sobre la muerte realizado junto a Bryan Mellonie) y su Australian gnomes,
pero para mí, su obra maestra es la Enciclopedia de las cosas que
nunca existieron (Michael Page),
un título descatalogado y que,
desde aquí, animo a Anaya a reeditar para el disfrute de los niños
españoles.
Versos
y canciones infantiles con aroma a eucalipto
En
lo que a poesía infantil se refiere y como en otros lugares, podemos
citar aquí poemas y canciones populares como Botany Bay
o los poemas del mundo adulto como A. B. (Banjo) Paterson, Henry
Lawson (The drover's wife),
Dorothe Mackellar (My country)
o Mary Hannay-Foott (Where the pelican builds her nest),
que se han extrapolado a los
niños, algunos de ellos en forma de álbum.
Dentro
de los libros de poesía infantil creados ad hoc para este tipo de
público durante la primera mitad del siglo XX, podemos citar A
book for kids de C. J. Dennis (1921), Fairies and Fancies
de Tuth Bedford (1929) o The Boomerang Book of Australian Poetry
de Enid Moodle Heddle (1956).
Un poco más adelante la poesía infantil contemporánea
hace su aparición y son bastantes autores los que se atreven con
este género. John Marsden, pasando por Joan Mellings (Australian
poems for all seasons), Sherryl Clark (Farm Kid) o las
recopilaciones de Libby Hathorn (The ABC Book of Australian
Poetry) son algunos ejemplos. No obstante, intérnense en ESTE LUGAR y ESTE OTRO, y atrévanse con los
poemas y rimas dedicados a los niños australianos.
El álbum ilustrado en
Australia
Respecto al libro-álbum
australiano y como en otros muchos ámbitos del panorama anglosajón
e internacional en los que este formato/género toma la palabra, hay
que señalar muchos títulos. Aunque podemos apuntar a May Gibbs como
la pionera australiana de este género con The complete adventures
of Snugglepot and Cuddlepie, un
libro publicado en 1918 (N.B.: Es una obra con mucho texto, pero
podemos adscribirla a este formato ya que sus ilustraciones añaden
significado a la historia, la complementan y ensalzan. Su calidad
gráfica es notable, algo que se entresaca de su perspectiva y
detalle).
Posteriores
a las dos Guerras Mundiales, pocos ejemplos de álbumes podemos
encontrar, ya que el género es copado por aquellas producciones
inglesas y norteamericanas de éxito entre el público. Hasta 1970 y
1971, años en los que se publican Waltzing Matilda y The
man from Ironbark, dos álbumes
basados en sendos poemas del ya citado Banjo Paterson e ilustrados
por Desmond Digby y Quentin Hole respectivamente, cuando se puede
hablar de álbum ilustrado australiano contemporáneo (Nota: Como
hay mucho que decir, permítanme que no haga alusión a la fecha de
publicación de todo lo citado).
Desmond Digby
Primero, detengámonos en
los conocidos por estos lares...
Muchos de ustedes conocen
al afamadísimo Shaun Tan, (La cosa perdida, El árbol rojo,
Inmigrantes, Cuentos de la periferia, Las reglas del verano, Los
huesos cantores... Todos ellos publicados en nuestro país por
Barbara Fiore), de quien sólo prestaré atención en esta monografía
australiana a Los conejos, un álbum a caballo entre lo
informativo y lo poético (una hermosa versión de un acontecimiento
histórico) y creado junto a John Marsden, que narra con brillantez
el episodio tan conocido a nivel mundial en el que los conejos
introducidos desde Europa se convirtieron en una especie invasora,
destrozando el medio natural australiano y desplazando a otras
especies autóctonas.
Otros van más allá y
reconocen el genio del ilustrador Ron Brooks que junto a autoras como
Margaret Wild, Jenny Wagner y Julie Hunt, ha gestado maravillas como
Nana Vieja (publicado en castellano por Ekaré, sobre la
muerte y sus despedidas) y Zorro (una historia de amistad
también en Ekaré) con la primera, y Óscar y la gata de
medianoche (Lóguez y una historia de celos) y El Bunyip de
Berkeley's Creek (un discurso existencialista, otra vez en
Ediciones Ekaré) con la segunda, y The coat con la tercera.
También les pueden sonar
los álbumes de Bob Graham, un autor/ilustrador con un estilo
tipicamente anglosajón, “a-cartoon-ado” y dinámico. Títulos
como Crusher is coming!, Greetings from Sandy Beach, Rose meets Mr
Wintergarte, El medio cumple de Óscar, Cómo curar un ala rota
(ambos en Intermón Oxfam),
El primer paso o Un autobús llamado cielo (ambos
publicados en castellano en la colección B de Blok de ediciones B)
hacen las delicias de los lectores.
Por último, citar a
Graeme Base, autor reconocido de libros como The elevent hour,
Animalia, Eye to eye, Little elephants, o
Uno's Garden. Un sinfín de
títulos que se han publicado en gran cantidad de lenguas alrededor
del mundo y que son fácilmente reconocibles por la gran minuciosidad
y los detalles presentes en las ilustraciones, de los que sólo han
visto la luz en España La charca (Omega),
Tambores Mágicos
(Juventud) y La peor banda del universo
(SM).
Ahora,
los no-tan-conocidos (o sencillamente desconocidos) por nuestras
latitudes y que también merecen una parada en este periplo...
Hay
que abrirle un hueco a Pamela Allen, autora de Who sank the
boat?, Bertie and the bear (dos clásicos del álbum ilustrado
australiano), Belinda o Grandpa and Thomas,
que sigue atrapando a numerosos lectores del país.
Entre los autores que,
como bien he dicho al principio, utilizan especies de la fauna
salvaje y doméstica a la hora de caracterizar a sus protagonistas
podemos citar a la ilustradora de Possum magic (oposums;
Julie Vivas), Koala Lou (koalas;
Pamela Lofts) y Where is the green sheep? (protagonizada
por ovejas merinas australianas; Judy Horacek il.), la prolífica
Mem Fox, y a Sheena Knowles, la autora de Edward the emu, un
libro con gran éxito entre escolares.
Aunque ya hemos hablado
de Margaret Wild, hay que señalar dos de sus libros poco conocidos
aquí, The very best of friends junto a la ilustradora Julie
Vivas, y Jenny Angel, ilustrado por Anne Spudvilas.
Entre las obras de otro
fantástico autor, Junko Morimoto, podemos citar The two bullies,
A piece of straw, y Kojuro and the bears, escrita por
Helen Smith sobre una historia de Kenji Miyazawa.
Otros
autores que bucean estupendamente en el álbum son Gary Crew del que
podemos destacar First light
(Peter Gouldthorpe il.), The watertower
(Stephen Woolman il.) y El visor
(Shaun Tan il. , editado por Barbara Fiore), Ted Prior con su Grug,
Kerry Argent (por ejemplo One woolly wombat),
Alison Lester con Imagine,
Louise Elliott y su Noah's Ark
o la ya citada Jackie French con Diary of a wombat,
ilustrado por Bruce Whatley.
Peter Gouldthorpe
En
cuanto a albumes sin palabras se refiere sólo citaré los dos
imprescindibles de la nacionalizada Jennie Baker, Window
(inédito en castellano, ¿por qué, editores españoles, por qué?)
y Reflejo (Intermón
Oxfam). Me encanta que
los dos hagan referencia al cristal, mirando a su través o al
reflejo que proyecta. Poético y hermoso. La técnica que utiliza
(relief collage), a caballo entre el collage, el hiperrealismo y lo
fotográfico me fascina. No hay otra técnica similar. Por la
meticulosidad, las materias primas y el efecto. Es digno de
contemplarlo.
Sin
extenderme demasiado y en cuanto a libros informativos se refiere y
añadiendo los ya citados, podemos tomar nota de My place
de Nadia Wheatley y Donna
Rawlins, V for vanishing: an alphabet of endangered animals
de Patricia Mullins,
The first fleet: a new beginning in an old land, A home among the
gums trees: the story of Australian houses, Fishing for islands:
traditional boats and seafarers of the Pacific y Animal architects,
todos de John Nicholson,
Killer plant and how to grow them de
Gordon Cheers, Julie Silk y Marjorie Crosby-Fairall, el genial
(Aviso: no está diseñado en formato ilustrado) To the
moon and back: the amazing Australians at the forefront of space
travel plus fantastic moon facts de
Jackie French, Bryan Sullivan y Gus Gordon, The word spy y
The return of the word spy de
Ursula Dubosarsky y Tohby Riddle y One small island: The
story of Macquarie Island de
Alison Lester y Coral Tulloch.
Instituciones y
espacios por y para la LIJ australiana
Antes
de terminar y para ampliar toda la información que he recogido en
este monográfico les remito a una serie de lugares, físicos y
virtuales, que se dedican a fomentar la Literatura Infantil y Juvenil
en Australia. El primero de todos es The Children's Book Council of Australia, una institución creada en 1945 para aupar los libros
australianos para niños y con numerosas ramas locales. El segundo es el National Centre Australian Children's Literature que depende de la Universidad de Canberra. También podemos encontrar información
sobre la historia de la LIJ australiana en la página oficial del Gobierno (increíble pero cierto)..., y echarle un ojo a todas las editoriales que operan en aquel país en ESTE ENLACE.
Un
libro como despedida
Si
les han entrado ganas de darse un paseo por Melbourne o tocar el
didgeridoo, y teniendo en cuenta lo caros que se están poniendo los
billetes de avión, sólo me queda ponerle el punto y final a este
recorrido por la LIJ australiana, recomendándoles Are we
there yet?: A journey around Autralia de Alison Lester, para que
viajen al otro extremo del mundo mientras pasan las páginas... ¡Eso
es lo bueno de la literatura!
Guauuuu... que completo y muy interesante!!!! Me lo guardo para leérmelo detenidamente, gracias Román! Eres impresionante!
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Montse. ¡Muchas gracias por las palabras y el comentario! ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMucho que leer. Recomendada Melina Marchetta, Paul Jennings y Pamela Allen, pero mi favorito de TODOS los tiempos es Shaun Tan. Gracias por esto!
ResponderEliminar¡Gracias por las recomendaciones! Y sí, Shaun Tan es un grande del álbum ilustrado. ¡Un saludo monstruoso!
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