Aunque no soy de los que
magnifican el verbo viajar, ese tan venerado en los tiempos del
postureo que vivimos, sí he de reconocer que salir de lo cotidiano
para trasladarte a otro contexto favorece el descubrimiento
gastronómico, paisajístico o, como en mi caso, “lijerario”. Eso
es lo que me sucedió con el autor que hoy protagoniza este entrada,
uno del que en la actualidad no hay nada publicado en nuestro país
(no he podido consultar las bases de datos sobre libros
descatalogados, perdónenme), pero que es archiconocido en otros
países, sobre todo en aquellos de habla inglesa. Así que, para que
no se lo pierdan queda incluido en esta sección de Grandes figuras de la ilustración LIJ. Amigas, amigos, ¡Roger Duvoisin!
Roger Duvoisin nace el 28
de agosto de 1900 (Nota: Sobre el año de nacimiento de este autor hay
cierta controversia puesto que él mismo disfrutaba de quitarse
algunos años de encima y algunas fuentes lo fechan cuatro años
después, en 1904) en la ciudad de Ginebra, Suiza. Se cría en el
seno de una familia con una fuerte orientación hacia las artes, ya
que su padre era arquitecto y su madrina una famosa pintora de
esmaltes. Por tanto, no es de extrañar que Duvoisin muestre un
interés temprano por el dibujo a pesar de que él mismo confesara
años más tarde que los caballos y los árboles no eran lo suyo
(para más información pueden visitar este lugar). Finalmente, y
tras una enérgica discusión familiar sobre qué tipo de educación
es la más idónea para Roger, comienza sus estudios en la Ecole des
Arts Industriels y la Ecole des Beaux-Arts de su ciudad natal, para
desplazarse después a París e ingresar en la École Nationale
Supérieure des Arts Décoratifs.
Tras graduarse en la
citada escuela, Roger Duvoisin comienza a trabajar durante un breve periodo de tiempo en la industria del
teatro donde diseña escenarios, decorados y la cartelería de
algunas obras. En 1924 pasa a ser
el gerente de una fábrica de cerámica francesa, época en la que
conoce a Louise Fatio, con la que contrae matrimonio en 1925. Más
tarde deja esa fábrica y se muda junto a su esposa a la capital
francesa para ocupar el cargo de diseñador textil, un oficio en el
que destaca y a raíz del que le ofrecen un puesto similar en una
empresa del ramo en Estados Unidos, concretamente en Nueva York. Se
compromete a trasladarse al otro lado del Atlántico con la condición
de permanecer en dicha empresa un mínimo de cuatro años, y así, en 1927 se
muda junto a su esposa a la ciudad de los rascacielos.
En 1931, la compañía en
la que trabaja se declara en quiebra y Duvoisin se encuentra, en
pleno apogeo de la Gran Depresión, sin trabajo, en un país
extranjero, con una esposa y dos hijos pequeños. Teniendo en cuenta
que Roger prefiere vivir en América a regresar al Viejo Continente,
empieza a buscar sustento por otras vías y decide
publicar un libro que había escrito e ilustrado para su hijo, A
Little Boy Was Drawing, un
título que no cosecha demasiado éxito pero que le descubre un
mundo, el de la Literatura Infantil, en el que se siente cómodo. Continua en ese camino y en 1933 ve la luz Donkey,
Donkey: The Troubles of a Silly Little Donkey, su segundo título por el que los pequeños lectores le aclaman. De esta manera empieza
su carrera como afamado autor e ilustrador, y que no abandonará
jamás.
Además de realizar sus
propios libros como And There Was America (1938), The Christmas Cake in Search of Its Owner (1941), The Christmas Wale (1945), Moustachio (1947), su conocidísima Petunia (1950), A for the Ark (1952), One Thousand Christmas Beards (1955), The House of Four Seasons (1956), Day and Night (1960), la entrañable hipopótamo Veronica (1961), The Crocodile in the Tree (1972), Jasmine (1973) o Crocus (1977), Duvoisin fue un gran colaborador e ilustraba las
historias de otros autores entre los que destacan su propia esposa,
Louise Fatio (con once libros de la serie The Happy Lion), o Alvin R.
Tresselt, de quien ilustro diecinueve libros entre los que se cuentan el premioado White Snow, Bright Snow (1947), Wake Up, City! (1957) The Frog in the Well (1958) Under the Trees and through the Grass (1962), Hide and Seek Fog (1965), It's Time Now! (1969) en muchos de los cuales se puede ver el arte de Duvoisin al servicio de los libros de corte informativo. A todos estos se añaden títulos de Mary Calhoun, Charlotte
Zolotow, Kathleen Morrow Elliott o Adelaide Holl que también ilustró.
Un dato importante en la vida de Duvoisin y que repercute notablemente en sus ilustraciones acontece en 1939, un año más
tarde de obtener la nacionalidad estadounidense, cuando el autor decide
comprarse una granja en Nueva Jersey, desde donde puede desplazarse
cómodamente a Nueva York pero llevando una vida apacible en mitad de
la naturaleza y entre montones de animales que inspiran la mayor parte de
sus historias, como por ejemplo la del ganso Petunia
o la hipopótamo Veronica, y le ayudan a hacer hincapié en esa dicotomía entre el mundo rural y el urbano que recogerá en sus libros.
Entre los premios obtenidos por Duvoisin se cuentan el prestigioso Premio Caldecott por White Snow Bright Snow
(1948), y el Caldecott Honor
Award por Hide and Seek Fog (1966), ambos junto al escritor Alvin Tresselt. También destacar el Deutscher
Jugendliteraturpreis inaugural (1956), el premio de la Sociedad de Ilustradores (1961) y el premio Rugers
Bi-Centennial (1966). Es una pena que no recibiera e premio H. C. Andersen al que fue nominado en 1968.
Tras más de ciento cincuenta libros a los que se unen sus colaboraciones para The New Yorker, Duvoisin
muere en junio de 1980, rodeado de su esposa e hijos y todos los simpáticos personajes a los que dio vida en las páginas de sus álbumes infantiles.
Entre
las características de su obra hay que decir que siente predilección por las historias protagonizadas
por animales de gran personalidad, en las que el humor suave y sencillo (algunos gustan de llamarlo blanco) y el lenguaje divertido y directo (sin palabras malsonantes, sin complicados giros lingüísticos) son sus principales bazas.
En el plano artístico cabe destacar su dominio de la línea, donde el trazo rápido y fresco imprime dinamismo a las imágenes. Sobre su tratamiento del color y como en muchos otros ilustradores de la época, el uso de manchas donde el volumen se define por la gama cromática y la perspectiva y no por las sombras. En definitiva, unas ilustraciones que se aproximan a la mirada infantil.
No le conocía. Gracias por presentárnosle.
ResponderEliminarEs una maravilla. Alguna editorial se debería atrever a editar algunos de sus libros. ¡Un abrazo!
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