Aunque algunos criterios
para seleccionar libros ilustrados pueden ser más válidos que
otros, uno de los que suelo barajar para apuntar hacia un álbum es
la honestidad. Quizá no sea muy adecuado si queremos hablar de
aspectos técnicos ya que, por muy honestos que seamos, si detrás de
un libro no existe cierto bagaje profesional ni decisiones meditadas
y bien resueltas, la castaña será más que pilonga.
Viene siendo una realidad
que muchos creadores de LIJ prestan demasiada atención a las
tendencias para dar vida a sus narraciones, ilustraciones o poemas,
una reacción esperable ante un mercado cada vez más competitivo en
el que no es difícil abrirse camino y donde el autor, además de
supervivencia, opta muchas veces por buscar reconocimiento y
aceptación entre el gran público (hay necesidades que costearse y
facturas que pagar) en vez de dar rienda suelta a sus proyectos más
personales. Algo que no es de extrañar ya que ser consecuente con
una idea, además de muy satisfactorio, nos puede acarrear muchos
problemas. Seguramente actuar conforme a lo que nos dicta la moral es
harto difícil, no sólo por la valentía que destila, sino por el
reto que supone, no sólo ante uno mismo, sino ante los demás, esos
jueces implacables.
No obstante y aunque esta
sea la tendencia más generalizada dentro de los álbumes ilustrados,
siempre hay artistas que defienden a ultranza sus ideas y buscan la
manera de demostrarle al mundo que no todo son colores estridentes,
formas curvas y escenarios repetitivos. Es aquí donde destaca la
autoedición como una forma de expresarse sin la necesidad de caer
rendido a las totalitarias fauces comerciales que fagocitan cualquier
cosa que no sea de su rentable agrado. Libros que nacen de un deseo
personal, de una colaboración estrecha y saludable, donde cada uno
se expresa de manera libre, sin poses, sin necesidad de convencer a
otros, sino simplemente siendo uno mismo. Para luego, cuando la idea
toma forma y el resultado es sencillamente fabuloso, aquí tenemos
los libros que me encanta reseñar.
Esta es la historia de El
tango de Doroteo, un libro escrito por Antón Castro, ilustrado
por Javier Hernández y publicado por Libros de Ida y Vuelta, su
propio sello editorial. En esta creación poética de estos dos maños
de adopción protagonizada por Doroteo, un chico inquieto, luchador y
enamoradizo, todo parece destacar. Desde el formato en acordeón
(quizá bandoneón sería más preciso), la fábula -que podría haberse convertido en novela- sobre la migración española de ida y vuelta, la sutilidad de la narración
o lo simbólico y dulce de sus ilustraciones. Todo parece impecable.
La puesta en escena de una obra circular que puede leerse en ambos
sentidos (por un lado melancólica y nostálgica, por otro tierna y
esperanzadora) ofrece nuevas posibilidades al libro como objeto, como juego, no
sólo por sus tapas peritextuales ni por la disrupción narrativa entre las escenas que lo forman, sino para armonizar una melodía pasajera, para imaginar esos
espacios en blanco que ambos autores, uno en sus palabras y otro en
sus imágenes, ofrecen al lector... En fin, no lo duden: canten y bailen a su
son.
Me encanta que hagas reseña del trabajo de mi amigo Javi. Se lo merece sin duda alguna. Este libro es una joya delicada y elegante.
ResponderEliminar¡Totalmente de acuerdo, Blanca! Por eso está aquí. Gracias por tu comentario. ¡Un abrazo!
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