La fantasía épica está
de moda, no sólo desde que la serie Juego de Tronos irrumpió
en nuestras vidas de la mano de la HBO, sino desde mucho antes, unas
cuantas décadas atrás, quizá un siglo. Por todos es sabido que la
revolución en este género literario tuvo un antes y un después con
El señor de los anillos de J.R.R. Tolkien , un autor al que
muchos regresamos cuando nos toca hablar de los libros de fantasía
heroica. De hecho es uno de los títulos clave para entender las
premisas que llevan a los jóvenes lectores a sentirse más que
atraidos por las historias de espadas y brujería.
Hay ciertos puntos
comunes en todo este tipo de historias de los que destaco dos. En
primer lugar apuntar al héroe o protagonista, un que suele ser un
tipo normal. Chavales que tienen una vida bastante vulgar y corriente
dentro de un contexto (Nota: da igual que Frodo la desarrollase en la
ficticia Tierra Media, y que Bastian, el de La historia
interminable, respirase un aire más similar al de nuestro
mundo), personajes todos ellos con los que un adolescente, el joven
lector que se debate en conflictos amorosos y familiares, se puede
sentir identificado. En segundo lugar y de manera inevitable, hay que
referirse a la eterna lucha entre el bien y el mal, una constante en
cualquier humano pero más presente todavía en el proceso de
maduración personal de los jóvenes, donde aspiraciones, debates,
ética, lógica y moral, constituyen una encrucijada en la que más
de uno se puede perder.
Entre los contras que se
le pueden encontrar a este tipo de literatura, así, a botepronto, me
topo con dos... Si bien es cierto que en sus comienzos las obras de
fantasía épica estaban contextualizadas en mundos claramente
medievales donde seres de la mitología escandinava y las leyendas
artúricas campaban a sus anchas, conforme ha ido pasando el tiempo
el abanico de ambientaciones se ha ido abriendo a contextos
mesopotámicos o de la Grecia clásica (véase la saga de Percy
Jackson), lo que ha ido enriqueciendo dichos mundos de seres
fantásticos y monstruosos con orígenes culturales diferentes, lo
que puede provocar cierta confusión en el lector. Por otro lado
también hay que apuntar a lo fantástico como un arma de doble filo
para sus lectores... Mientras que hay ocasiones en las que la
fantasía puede ser liberadora y desembocar en una especie de
catarsis para el adolescente, también puede subyugar a esos
lectores a un mundo irreal del que, tarde o temprano se tienen que
escapar para entrar en la vida adulta. Este fenómeno sobre el que
llaman la atención muchos profesionales de la psicología y la
pedagogía, podría asimilarse al mundo ficcional de las redes
sociales y los cuentos de hadas: el joven es incapaz de discernir
entre realidad y fantasia y vive anclado en este tipo de mundos
irreales. El caso es vivir en la ficción, bien enganchados al móvil,
bien a las novelas de magos y dragones.
Si bien es cierto que hay
multitud de sagas de fantasía épica noveladas por las que han
destacado autores nacionales (Laura Gallego, Memorias de Idhún,
o Ana María Matute, Olvidado Rey Gudú) e internacionales
(Margaret Weiss y Tracy Hickman, Dragonlance, o Ursula LeGuin,
Historias de Terramar), hoy me gustaría traer a esta palestra
una obra en cómic, concretamente el Mouse Guard de David
Petersen (que por cierto también ha ilustrado obras como El
viento en los sauces de Kenneth Grahame). Aunque ya hice
referencia a la saga en este monográfico sobre cómic infantil y
juvenil, tenía una cuenta pendiente con los títulos que han sido
publicados en castellano por Norma Editorial, concretamente con los
volúmenes Otoño 1152, Invierno 1152 y Hacha Negra.
A pesar de que muchos son
reticentes a incluir esta novela gráfica en el género de la
fantasía épica ya que la magia no es extrema en este mundo de
ratones ambientado en el siglo XII (que se supone es paralelo al de
los humanos aunque todavía no los he visto aparecer en ninguna
viñeta), un servidor sí que lo hace ya que contiene muchos
elementos narrativos que aparecen en este tipo de literatura como son
la lucha entre buenos y malos (sean de la misma especie u otra como
las comadrejas), los lapsos espacio-temporales y el flash-back, la
conversión de un mundo imaginario en real (algo que se hace posible
con mapas, planos, lenguas...), la existencia de un viaje y de una
aventura (¡Todo un clásico!), y valores como el honor, el
compañerismo y la lealtad. Por supuesto, no hay que dejar pasar su
toque medieval (me encanta la caracterización de los personajes,
sobre todo en lo que se refiere a escenarios y vestuario) ni el
estilo preciosista de las ilustraciones.
Todo ello hacen estos
libros un regalo ideal para lectores avanzados, niños y no tan
niños, que gustan de este tipo de género y de que los sorprendan.
Uhyyyyy, qué buena pinta tiene. Lo apunto para Reyes. Gracias.
ResponderEliminar¡Recomendadísimo Miriam!¡Un abrazo!
ResponderEliminarA la wishlist!
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