Hoy empezamos con la
pasión. Aunque algunos dicen que es la de Cristo, yo me atrevo a
afirmar que también es la de las corbatas y los trajes de chaqueta,
de las mantillas y las peinetas, la de las torrijas y los buñuelos.
De las cañas al mediodía, del vino blanco, también del tinto, el
bacalao rebozao y cuatro croquetas. La del potaje, los garbanzos, los
costaleros y las cornetas. Es la pasión, que se note manque
pierda...
Y así, todos
enfervorizados. La primera, la cuatro y la sexta. La una con el
Cristo de los gitanos, la otra con la Macarena, y la de más allá
con la Cristo de los legionarios. Que si el fervor de la ministra,
que bien canta el himno, que cómo se nota. Y mientras tanto, un
chorro de apóstatas y republicanos también se apuntan a la fiesta
ataviados de capuz, túnica y escapulario, que a pesar de
anticlericales, no faltan al guateque como anónimos mercenarios. No
se fíen de las apariencias, ni de las que se estilan en las
capillas, ni de las de los centros okupados, que la fe va con todos,
Dios mediante.
Si a todo ello le
añadimos lo muchos que se despachan algunos en las redes sociales
con todo tipo de consignas y vendavales (¿desde donde dice usted que
soplan esos aires...?), la polémica está servida. ¡¿Qué más dan
saetas, procesiones o banderas a media asta si lo que nos gusta es el
folclore, los dimes y diretes, la España de las mil facetas?!
Así que, para cerrar
esta semana pasional (y breve, ya saben que disfruto de mis
vacaciones) no podía dejar pasar La entrada de Cristo en
Bruselas, un libro de Andrea Antinori (Libros del Zorro Rojo)
que, tomando como excusa la obra homónima de James Ensor (1889), uno
de los precursores del expresionismo, se interna en un desfile
disparatado de personajes que dan la bienvenida al redentor a esta
ciudad. Una procesión en toda regla que, de forma surrealista,
estrambótica, crítica y muy colorida, acerca al lector a las
celebraciones culturales que en torno a la vida y pasión del Cristo
se llevan a cabo en media Europa durante estos días.
James Ensor
Haciendo alusión a la
entrada de Cristo en Jerusalén que el pintor belga descontextualizó
temporal (pleno siglo XIX) y espacialmente (Ensor prefirió alejarse
de Oriente próximo), Antinori explora toda una suerte de personajes (incluidos la muerte y "El hijo del hombre" de Magritte) que, de forma peculiar, deciden hacer el más disparatado
recibimiento al mayor icono del cristianismo, lo que desemboca en una
mordaz sátira en la que parodia y sinsentido son las claves para
poner en tela de juicio la importancia de la religión en nuestras
vidas.
Es por ello que después
de echarle un ojo a este honesto álbum les animo a responder la
siguiente pregunta: ¿Acaso religión es sinónimo de postureo?
Piénsenlo en estos días de pasión, sea esta del origen que sea.
Estupenda recomendación como siempre.
ResponderEliminarUn saludo.
Carmen