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lunes, 16 de abril de 2018

Adiós a Felipe Zayas y un par de libros sobre la muerte




Ayer murió Felipe Zayas. Aunque muchos dirán que queda un vacío irreparable en el ámbito de la enseñanza de la lengua y literatura castellanas, un servidor prefiere acordarse del Algo de Andersen, un cuento que habla de los aportes que cada individuo, desde su humilde o no tan humilde posición, hace a la sociedad. Es así como pienso en Felipe Zayas y los muchos lugares que llenó... La didáctica de la lengua, la lectura, el amor por lo literario y su relación con las nuevas tecnologías, temas tradicionales o sinergias sobre las que nadie había posado su mirada antes, fueron los campos que cultivó con esmero y profusión. Todo ello me lleva a concluir que, si hay una forma de presentar honores ante este maestro, lingüista y pionero como él, es la de leer sus producciones que, aunque disienta con ellas en algunos aspectos, son ese “algo” que habla de un trabajo bien hecho y constante.


Quizá a muchos de ustedes esta postura no les parezca del todo correcta, sobre todo porque se aleja de nuestros estereotipos y preconcepciones que de la muerte tenemos. Pero les recuerdo que, como bien he dicho, esos estereotipos y preconcepciones se encuentran sujetos a unas reglas no escritas en las que la sociedad mucho tiene que decir y que se adscriben a dos de sus esferas: la religiosa y la folclórica.


Para hablar de la religiosidad y su relación discursiva referida a la pérdida de un allegado, fondeo en un libro que llevaba tiempo en el bloc de notas, Más allá de Silvia y David Fernández e ilustraciones de Mercè López (editorial Pastel de Luna), un libro que, desde un tono informal y sin adoctrinamientos, nos acerca a las miradas que diferentes religiones ofrecen de la muerte a través de las conversaciones que mantienen sus protagonistas, unos animales que trabajan en el circo Galaxia (este simbolismo tiene un cariz muy interesante que me recuerda a Calderón en lo que a lo teatral de la vida se refiere) donde el riesgo es el pan de cada día.


Sobre el folclore que embebe los ritos funerarios, me detengo en El pájaro muerto una historia ya clásica de Margaret Wise Brown que Christian Robinson ha ilustrado magistralmente para esta ocasión (editorial Corimbo). No debe resultarnos extraño el contemplar como un grupo de niños llevan a cabo (quizá podríamos usar el verbo dramatizar en referencia a la teatralidad de la que habla la microsociología) un funeral solemne para enterrar un pajarillo. Los vericuetos culturales, la fusión de los ritos religiosos y paganos, nuestras emociones y sentimientos, participan en un espectáculo con el que se pretende presentar los respetos ante el fallecido, al mismo tiempo que ayudan a canalizar un duelo en el que no sólo hay dolor, sino también soledad, dicha, respeto, culpa, extrañeza, añoranza o incluso humor, que ayudan a re-confortarnos y re-equilibrarnos.


Creo que las despedidas tienen luz y tinieblas. Es así como despedirá el día a Felipe Zayas, con los rayos de la primavera abriéndose camino entre las nubes del invierno.


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