Ayer murió Felipe Zayas.
Aunque muchos dirán que queda un vacío irreparable en el ámbito de
la enseñanza de la lengua y literatura castellanas, un servidor prefiere acordarse del Algo de Andersen, un cuento que habla de
los aportes que cada individuo, desde su humilde o no tan humilde
posición, hace a la sociedad. Es así como pienso en Felipe Zayas y
los muchos lugares que llenó... La didáctica de la lengua, la
lectura, el amor por lo literario y su relación con las nuevas
tecnologías, temas tradicionales o sinergias sobre las que nadie
había posado su mirada antes, fueron los campos que cultivó con
esmero y profusión. Todo ello me lleva a concluir que, si hay una
forma de presentar honores ante este maestro, lingüista y pionero
como él, es la de leer sus producciones que, aunque disienta con
ellas en algunos aspectos, son ese “algo” que habla de un trabajo
bien hecho y constante.
Quizá a muchos de
ustedes esta postura no les parezca del todo correcta, sobre todo
porque se aleja de nuestros estereotipos y preconcepciones que de la
muerte tenemos. Pero les recuerdo que, como bien he dicho, esos
estereotipos y preconcepciones se encuentran sujetos a unas reglas no
escritas en las que la sociedad mucho tiene que decir y que se
adscriben a dos de sus esferas: la religiosa y la folclórica.
Para hablar de la
religiosidad y su relación discursiva referida a la pérdida de un
allegado, fondeo en un libro que llevaba tiempo en el bloc de notas,
Más allá de Silvia y David Fernández e ilustraciones de
Mercè López (editorial Pastel de Luna), un libro que, desde un tono
informal y sin adoctrinamientos, nos acerca a las miradas que
diferentes religiones ofrecen de la muerte a través de las
conversaciones que mantienen sus protagonistas, unos animales que
trabajan en el circo Galaxia (este simbolismo tiene un cariz muy
interesante que me recuerda a Calderón en lo que a lo teatral de la
vida se refiere) donde el riesgo es el pan de cada día.
Sobre el folclore que
embebe los ritos funerarios, me detengo en El pájaro muerto
una historia ya clásica de Margaret Wise Brown que Christian
Robinson ha ilustrado magistralmente para esta ocasión (editorial
Corimbo). No debe resultarnos extraño el contemplar como un grupo de
niños llevan a cabo (quizá podríamos usar el verbo dramatizar en
referencia a la teatralidad de la que habla la microsociología) un
funeral solemne para enterrar un pajarillo. Los vericuetos
culturales, la fusión de los ritos religiosos y paganos, nuestras
emociones y sentimientos, participan en un espectáculo con el que se
pretende presentar los respetos ante el fallecido, al mismo tiempo
que ayudan a canalizar un duelo en el que no sólo hay dolor, sino
también soledad, dicha, respeto, culpa, extrañeza, añoranza o
incluso humor, que ayudan a re-confortarnos y re-equilibrarnos.
Creo que las despedidas
tienen luz y tinieblas. Es así como despedirá el día a Felipe
Zayas, con los rayos de la primavera abriéndose camino entre las
nubes del invierno.
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