Llevo unas semanas
durmiendo divinamente y estoy la mar de contento. Probablemente se
debe a la llegada de la primavera, la temperatura es mucho más
agradable y prescindimos de calefacción y mantas (les confieso que
no soy partidario de los pestañazos a cuarenta grados). Resumiendo:
que aunque hoy me voy a centrar en cuestiones científicas (e
inofensivas) sobre el sueño, les advierto de que, cuando el Román
duerme, agárrense los machos.
No sé si sabrán que
dormir es una cuestión muy humana, no sólo porque es una de esas
cosas que se disfrutan a manos llenas (rebozarse para un lado del
colchón, rebozarse hacia el otro, y así algunos llegan las dos de
la tarde y necesitan una grúa para elevarse), sino porque el resto
de los animales descansan en forma de un estado conocido como
vigilia, una especie de sueño alerta, similar al que sufren las
mujeres tras el parto o aquellas personas con desórdenes en el ciclo
del sueño.
El sueño es un proceso
fisiológico complejo en el que intervienen una serie de neuronas
específicas situadas en el encéfalo y cuya actividad repercute
sobre el resto del organismo, es por ello que cuando tenemos una mala
noche (o varias), el organismo se ve afectado en mayor o menor
medida.
Aunque en el sueño se
pueden definir multitud de etapas, la mayoría se reúnen en dos
fases, la fase no REM y la fase REM (Si, como el grupo de música pop
de los años 90, que tomaron su nombre de aquí, un acrónimo de
“Rapid Eye Movement” o en castellano “movimiento rápido de
ojos” ya que los globos oculares se mueven en las órbitas durante
el sueño, un signo que pueden apreciar en sus hijos o compañeros de
cama si ustedes son insomnes).
En la fase no REM se
pueden distinguir varias etapas como la del adormecimiento, en la que
los párpados se cierran, se producen sobresaltos y los espasmos
mioclónicos (¿No han notado como se les mueve una pierna antes de
quedarse fritos...? Pues eso) ya que es una fase inestable, después
la del sueño ligero y la del sueño profundo. En todas ellas las
ondas cerebrales son lentas y el tono muscular está bajo mínimos.
Es una fase de descanso total en la que el organismo se repone de la
actividad diaria.
En el otro ala del sueño
encontramos la fase REM. También se le conoce como sueño
paradójico, ya que, aunque no lo creamos, el cerebro se encuentra
casi igual de activo que cuando está despierto. Es una fase de gran
actividad donde las ondas cerebrales son rápidas y la actividad
muscular es notable (de ahí los tirones nocturnos, las contracciones
en los músculos faciales y las mandíbulas apretadas). En esta fase
se producen las imágenes más o menos vívidas que conocemos como
sueños, producciones arbitrarias, nunca desconocidas, y generalmente
ilógicas que emergen de ese estado de excitación cerebral en cuya
formación intervienen el hipocampo o el sistema límbico, regiones
del encéfalo relacionadas con la creatividad. No olviden que un
adulto tiene entre cuatro y siete sueños por noche de los cuales
siempre se recuerda el último siempre y cuando despierten en un
momento determinado (unos cinco-diez minutos después de tenerlo,
aproximadamente). Todos los humanos soñamos excepto aquellos que
roncan (el cerebro no hace dos cosas a la vez). Alrededor del 90% de
los humanos soñamos en color y los ciegos de nacimiento también
sueñan pero de otra forma (para que lo entiendan sería como leer
una novela y un álbum sin palabras).
El sueño se puede ver
alterado por trastornos fisiológicos, psicológicos o
comportamentales. Es por ello que embarazadas, personas con gran
actividad intelectual y en fase de crecimiento suelen tener más
sueño. Sin embargo el insomnio puede aparecer por otras causas entre
las que se cuentan el estrés, el desorden horario, el ejercicio
intenso (¿quién dijo que muy cansado se dormía mejor?) la
ansiedad, las conductas adictivas, la anorexia o la depresión (Si
alguno lo padece, ¡acuda a su unidad de sueño más cercana!.)
Y hablando de sueños
hemos llegado a uno de esos álbumes hermosos que tanto me gusta
recomendar. Duermevela (no podía tener un nombre mejor) es un
libro de Juan Muñoz-Tébar y Ramón Paris (editorial Ekaré) que se
zambulle en el universo que antecede al descanso nocturno. Es así
como mientras el texto nos acuna suavemente, pasamos las páginas y
contemplamos cómo el candil de Elisa se va abriendo camino entre la
espesura, no sólo del bosque tropical, sino de la oscuridad que se
ciñe sobre los hombres, para encontrarse con un cielo tachonado de
estrellas que, a modo de reflejo, la regresa de nuevo a la selva, a
sus habitantes. Y así, Estebaldo y ella, caerán rendidos ante
Morfeo en el mundo de Duermevela. Y nosotros, con ellos...
¡¡Me encanta!! Es elegante, misterioso y sutil. :D Mil gracias por la recomendación, Román. ^_^
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Blanca. Es un libro delicado, de esos que te acunan. ¡Un abrazo y gracias por el comentario!
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