Aprovechando la
re-edición en castellano de Mi gato, el más bestia del mundo (o Mi gatito es el más bestia, como lo conocíamos antes por
aquí) por parte de la editorial argentina Calibroscopio, creo que
es un buen momento para elaborar un pequeño análisis de este libro
del genio francés del álbum llamado Gilles Bachelet.
Si además de estos
tenemos en cuenta lo que aconteció cuando un amigo mío, gran amante
de los gatos, le echó una ojeada a este libro por primera vez y me
lo definió como un verdadero tratado sobre el comportamiento gatuno
ya que en él se recogen gran cantidad de situaciones cotidianas que
pueden observarse en los gatos doméstico, la cosa es para tirar
fuegos artificiales.
Apuntar también al hecho
de que este título podría encuadrarse (por hacer un símil con el
mundo del espectáculo) en la comedia de situación ya que está
vertebrado sobre “sketches”, una figura muy utilizada por este
autor en otros títulos como Los cuentos entre bambalinas, y
que en esta ocasión toma como unidad espacio-temporal la página
sencilla como en La esposa del Conejo Blanco o El caballero
impetuoso.
Ahondando un poco más en
las escenas de este libro, encontramos toda una suerte de
referencias, de detalles, que enriquecen la lectura gráfica de forma
pasmosa. De entre todas ellas, sin menospreciar las restantes y para
que se sumerjan desde su propia perspectiva en este álbum
sensacional, sólo destripo tres...
En primer lugar me
encanta la escena en la que aparece el esqueleto del elefante con un
prominente gazapo: la fila de huesos que vertebra la trompa del
elefante. El autor se concede el lujo de jugar con la naturaleza,
incorporar a su antojo lo fantástico, dar vida a lo irreal y
dialogar con el pequeño lector sobre lo imposible. (NOTA: Bachelet
nos hubiera hecho un favor a los de ciencias incluyendo la osamenta
de otros apéndices, por ejemplo los sexuales, pero eso quizá
hubiese sido muy bizarro aunque bastante pedagógico, se lo digo yo
que más de una vez le tengo que explicar a los adolescentes lo que
es el báculo o hueso peneano).
Enlazando con este
esqueleto imaginado y continuando con la escena de la página
siguiente, vemos como Bachelet, por si el lector no se ha dado cuenta
del gazapo, se lo explica utilizando el contenido de una carta
ficticia que envía al responsable del Museo de Ciencias Naturales en
la que apunta a que, respetando su criterio, no puede modificar la
anterior ilustración ya que para ello necesitaría radiografíar al
animal, un prueba muy costosa. Si a todo ello vemos las pisadas del
“gato” sobre el escritorio y una ilustración donde el
protagonista sigue haciendo de las suyas tenemos múltiples niveles
narrativos en la misma escena (¡Y olé!).
Por último elijo la
escena en la que se observan todas las obras que el artista ha
pintado tomando como modelo a su querido gato. Aunque es un claro
tributo a muchos de los artistas que Bachelet admira, también
constituye una sala de museo en la que el espectador puede
identificar numerosas obras del arte universal y conocerlas desde
otra perspectiva (NOTA: Este es un recurso muy utilizado por
muchísimos ilustradores y cuyo ejemplo más conocido es Willy el
soñador de Anthony Browne). Si quieren saber cuáles son estas
obras, o son aficionados al arte, juegan a identificarlas y no lo
consiguen, sólo tienen que acercarse al Instagram de los monstruos y disfrutar
de estos paralelismos/coincidencias entre ilustración y arte
mayúsculo.
Muchas gracias! Me encanta tu blog!
ResponderEliminar¡¡Irresistible reseña!!!. Me he puesto a buscar el libro y está agotado...., me quedo con las ganas de tenerlo y el deseo de que se reedite.
ResponderEliminarGracias por escribir cada día, un placer leerte.
Excelente reseña, Román.
ResponderEliminarY a Rocío: el libro NO está agotado. Lo ha reeditado recientemente Calibroscopio ediciones. En Madrid, por ejemplo, lo tiene la librería La Fabulosa.
¡Mil gracias por los comentarios, Rocío y walyb! Efectivamente y como he indicado en la reseña, se ha vuelto a reeditar, así que ¡hay que aprovechar! ¡Un abrazo!
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