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viernes, 26 de octubre de 2018

Hablando de LIJ con... Antonio Rodríguez Almodóvar



Román Belmonte (R.B.): Es un honor para mí que haya accedido a esta pequeña entrevista. ¡No sabe la de veces que he pasado las páginas de libros como El castillo de irás y no volverás o El hacha de oro! Mil gracias. ¡Empezamos! ¿Qué le llevó a interesarse por el folclore de transmisión oral en España?
Antonio Rodríguez Almodóvar (A.R.A.): Una suma de circunstancias, pero principalmente la lectura de Juan de Mairena, en los capítulos que se refieren al folclore como cultura viva.
R.B.: Como folclorista le pregunto, ¿por qué es importante recuperar la memoria colectiva?
A.R.A: Bueno yo solo soy “aprendiz de folclorista”, como decía el propio Machado de sí mismo, y ya me parece mucho atrevimiento por mi parte. Yo he llegado a la cultura popular desde la filología y la etnografía, aunque es verdad que me he pateado el territorio buscando cuentos.
La cultura oral hace las veces de la historia de las clases populares, aunque de distinta manera. La cultura hegemónica (Gramnci) se apoya en los documentos escritos; la otra en la memoria comunal.


R.B.: ¿Cree que las identidades territoriales y los nacionalismos ayudan a recuperar el folclore de manera íntegra o tienen un sesgo manifiesto?
A.R.A: Normalmente se hace un uso sesgado de las tradiciones, como para probar la “autenticidad” o la “profundidad” de la cultura propia, y de ahí dar el salto mortal al nacionalismo. Una peligrosa manipulación.
R.B.: En etnografía suele suceder que el transmisor del conocimiento puede añadir elementos de su propia cosecha o, como ocurre en la actualidad, elementos que tienen que ver con el cine, los medios de comunicación o internet… ¿Cómo sabe un folclorista qué elementos de un cuento son los primigenios?
A.R.A: El investigador debe tener en cuenta esas incorporaciones y valorarlas, como transformaciones, como simples ocurrencias. Normalmente son esto último. Pero cuando significan transformaciones, sobre todo si son de sentido, hay que comprobar si se han extendido en el propio medio.


R.B.: ¿Existen diferencias entre un cuento tradicional y uno moderno? En caso afirmativo ¿Se refieren estas más al contenido o a la forma?
A.R.A: Son dos géneros completamente distintos, aunque los segundos se apoyan a veces en los primeros. Las diferencias atañen tanto a la forma como al contenido.
R.B.: Su trabajo más conocido son los Cuentos al amor de la lumbre. Con ellos llenó un enorme hueco en la literatura tradicional española. De todos estos, ¿cuál es su favorito?
A.R.A: Esta es la pregunta más difícil, porque son muchos. Pero, en fin, digamos que el primero, Blancaflor, me sigue pareciendo un prodigio.


R.B.: Si no me equivoco, usted adaptó una serie de estos cuentos para los Cuentos de la Media Lunita, una colección con cierta vis infantil y muy ilustrada que pretendía acercar estas creaciones a los niños. Todavía vigente y con cierta aceptación, me gustaría preguntarle ¿qué puntos considera usted esenciales a la hora de adaptar un cuento tradicional?
A.R.A: Es esencial no variar el argumento, la espina dorsal del relato. Sobre eso, los aditamentos son intentos de captar la atención, solo eso.
R.B.: La eterna pregunta, ¿el cuento debe enseñar o debe entretener?
A.R.A: Las dos cosas van indisolublemente unidas. Por eso los cuentos orales tienen tanto éxito.


R.B.: En cierta ocasión publiqué en la cuenta que los monstruos tienen en Instagram, unas imágenes que Jesús Gabán realizó para su versión del cuento Los tres toritos. Un par de seguidores se echaron las manos a la cabeza y empezaron a lanzar improperios cuando vieron la escena de toreo que se recoge en una de las páginas (y eso que el estoque se hacía con un alfiler…). Sonreí ante la indignación desorbitada y me pregunté si hay un punto en el que puedan convivir tradición y actualidad. ¿Existe ese lugar de confluencia?
A.R.A: No me extraña en absoluto. La espantosa moda de “lo políticamente correcto” puede acabar con todo. Incluso con la literatura.
R.B.: Continuando con lo anterior y echando mano de caperucitas animalistas o bellas durmientes feministas  ¿Qué opina de las versiones de los cuentos tradicionales enmarcadas en contextos, ismos y problemáticas actuales que se publican sin cesar?
A.R.A.: Creo que ya he contestado a eso. Puede ampliarlo en un artículo mío titulado Cuentos populares, perfectamente incorrectos.
R.B.: La muerte, el clasismo o el machismo se han convertido en aspectos censurables en la sociedad occidental… ¿Qué les diría a todos esos adultos que viven preocupados por estas realidades recogidas en los cuentos tradicionales? ¿Cómo le podríamos dar la vuelta a la tortilla y animar así a la transmisión íntegra de estas creaciones a los niños sobreprotegidos del presente?
A.R.A: Hay que recordarles que los cuentos de tradición oral poseen un mensaje simbólico, que va dirigido a la formación de la mente y la integración del cuerpo humano. Querer racionalizar eso es emprender el vuelo de la paloma en un lugar abstracto, sin aire


R.B.: La cuentoterapia está muy de moda y se encuentra presente en los ámbitos de la psicología y la educación. ¿Qué piensa al respecto de esta práctica?
A.R.A: He conocido experiencias muy interesantes. Todas van dirigidas a aplicar los elementos simbólicos.
R.B.: Como los números impares están muy presentes en los cuentos populares, le voy a pedir tres últimas respuestas: su comida favorita, un juego que le divierta y alguna recomendación de lectura.
A.R.A: El gazpacho, el parchís y Las mil y una noches.



Antonio Rodríguez Almodóvar (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1941), aunque de joven fue marino mercante, estudió la carrera de Filosofía y Letras. Inició en Madrid la especialidad de Filosofía Pura, pero acabó licenciándose en Sevilla en Filología Moderna (1969) y doctorándose por la misma universidad en 1973. Fue profesor interino y contratado de la Universidad de Sevilla y del Colegio Universitario de Cádiz (1969-1974) y en 1975 ganó por oposición la cátedra de Instituto. Es autor de narrativa, teatro y poesía, sobre todo de obras dirigidas al público infantil y juvenil (se alzó con el Premio Nacional en esta categoría en el año 2005), sin embargo es más conocido por su prolongada e intensa dedicación al estudio y recuperación de los cuentos populares españoles, campo en el que sobresalen sus Cuentos al amor de la lumbre (Premio Nacional de Literatura 1985) y los Cuentos de la Media Lunita, una colección que se sigue reeditando desde hace más de treinta años. Desde 2015 es Académico Correspondiente de la RAE.

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