NOTA: Antes de empezar con mis disquisiciones, he de
decirles (y también admitir) que la de hoy quizá sea una de las reseñas más
difíciles con las que me he topado, sobre todo porque a pesar de haber hurgado
dentro de mí para encontrar las palabras que definan un libro como este, creo
haberlas encontrado vagamente. Espero que lo lean y me den su opinión sobre mi
visión. A veces el libro-álbum nos lleva por derroteros complejos,
inadvertidos, y, sobre todo, inquietantes.
*
Los libros son como las personas, que pueden parecer una
cosa y luego ser otra, o por qué no, ser una cosa y parecer otra. Siempre me
han fascinado esos que bajo sus dulces ademanes esconden auténticas fieras. Me
seduce el peligro sin advertencias, casi enconado.
Quizá no me he expresado bien: las personas son como los
libros. Libros que, aunque tímidos, no pasan inadvertidos. Te miran de frente,
con los ojos bien abiertos. Te dicen “Acércate”, “Bienvenido”, “Pasa”. Y mientras
unos declinan la oferta, otros giramos los goznes de la puerta para descubrir el
otro lado.
Los días felices.
Un título hermoso porque fueron dichosos. Tal vez triste, porque hoy no son
esos días. Bernat Cormand nos avisa y nos invita. Uno, que es muy agradecido,
se prepara en el sofá junto a una copa de vino tinto. Miramos al niño de la tapa.
Él no nos mira. Tiene los ojos cerrados y esboza una leve sonrisa. Quizá quiere
recordar esos días.
Paso las páginas y ahí están los dos, Jacob y el de la tapa,
el protagonista. Me sobra una doble página. Continúo con las rosas y el cervatillo
(Si me acerco a olerlas probablemente saldrá corriendo. Son hermosos pero muy
asustadizos). Alguien toca al timbre. (Me gusta la gente atrevida, ¿y a quién
no?). Aventuras. Un hueco en un árbol y un tesoro que habla palabras
compartidas. Se rompe la magia. Llueve y la tristeza nos empapa a mí y a esos
días. Vuela una mariposa que todo lo agita, y terminamos con una suma:
el mismo hueco + un
hallazgo = la lágrima que recorre mi mejilla.
Entorno también los ojos. Como el niño de la tapa. Repaso
las escenas. Las alegres, las contenidas. En las ilustraciones desdibujadas por
la nostalgia y sus neblinas. En lo sutil de nuestros sentimientos columpiados
desde los primeros años de vida. Pienso que me gustan los libros, esos que me
agitan a pesar de su apariencia inofensiva, que acometen contra los prejuicios
de otros, de uno mismo. Creo que a veces no caben las palabras. Porque son
pequeñas, porque son muy grandes. Esa es la magia del libro-álbum.
Preciosa reseña para un libro que parece especial. Aún no lo tenemoa en casa, ya tardamos. Gracias Roman
ResponderEliminarYo también me reservé un momento tranquilo;a mí también me emocionó muchísimo, Román. Felicidades al autor, a la editora, y a ti por la reseña.
ResponderEliminarGracias Román, estupenda reseña que emociona incluso antes de conocer el libro. Ayer buscaba información sobre él y hoy me encuentro con tu reseña, irresistible.
ResponderEliminarQuiero que me prestes ese libro y poder cerrar los ojos para recordar los días felices.
ResponderEliminarNo lo conocía, gracias por descubrirme tesoros que formarán parte de mis dias felices.
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