Que cada uno somos de nuestro padre y madre lo tenemos muy
claro. Tanto que muchos lo utilizan como excusa para hacer lo que les viene en
gana. Somos muy variopintos, muy diferentes. Sí. Pero, ¿es eso suficiente para
justificar nuestros comportamientos? Unas veces pienso que sí, otras que no, y
las menos que da igual, porque nada cambiará apelemos unas veces al sentido común,
otras al respeto, y las más a la libertad.
No es fácil convivir, aguantar al resto de seres humanos. Solemos
pensar en nosotros mismos porque cada uno (con)vive con sus circunstancias aunque
estas se llamen Rosarito o Alfonsito (Todo muy orteguiano, para que luego digan
que no filosofamos). Los altos no quieren sillas bajas y los bajos no llegan a
las estanterías más altas. Los gordos sueñan con butacas de tren más amplias y
los escuchimizados con rellenar las mangas de esa camisa de Zara. Las del pelo
rizado se pasan el día con las planchas y las morenas con las mechas rubias a
cuestas. Mi padre quiere usar ropa amplia y mi madre que sea fácil limpiar las
ventanas. A la Gema le gusta el Atiko, a la Pili el Velouria, al Pedro que no
le mareen y a mí, disfrutar…
Con tantos deseos y pareceres es muy difícil ponerse de
acuerdo (Nunca llueve a gusto de todos), más todavía cuando uno no sabe quién
es. Sí, sí, como lo oyen. Hay gente que se pasa el día a la gresca porque no es
consciente de sí mismo (yo sé que soy
algo impertinente y deslenguado) y, queramos o no, nuestras relaciones sociales
pasan por conocernos, porque si no lo hacemos serán los demás quienes nos
hinchen a empujones y puntapiés, recordándonos que no estamos solos y (no)
sabemos qué queremos.
Y así llego a Cándido
y los demás, un libro de Fran Pintadera y Christian Inaraja que ganó el
último Premio Internacional Compostela para álbumes ilustrados convocado por la
editorial Kalandraka. En él tenemos a nuestro protagonista (cualquiera de
nosotros), Cándido, un hombre que, a pesar de ser especial, se diluye entre la
gente. Que tiene sus miedos respecto a los demás pero también unos cuantos
anhelos. Ser y seguir siendo. Ser y cambiar, para bien o para mal. Aunque no
todo es tan complejo, siempre hay cosas que compartir. “Román, ¿siempre?...”
Sólo tienen que leer el libro y dar con la respuesta.
Este Cándido formará parte de la estantería de mi hijo. Otro más para la colección. Y al final todo es muy sencillo: Todo el mundo es igual en sus diferencias. Ser diferentes es lo que nos hace iguales... y únicos.
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