Kvĕta Pacovská (Praga, 28 de julio de 1928 - 6 de febrero de 2023) fue una de esas
leyendas del álbum, una mujer que con más de noventa años seguía en activo, sobre todo dando cursos, talleres y
conferencias.
Esta artista destacó en su infancia por sus aptitudes para el dibujo, algo que la
llevó a ingresar en la Escuela de Artes Aplicadas de su ciudad natal recibiendo
clases de maestros como Emil Filla, seguidor del cubismo picassiano. Aunque vio
interrumpidos sus estudios por la Segunda Guerra Mundial, consiguió graduarse en
la especialidad de Arte Gráfico a finales de la década de 1940.
Ilustraciones para "Pohadky Pro Vsedni Dny I Pro Svatky" (Albatros, 1973)
Tras realizar trabajos personales que daban vida a los
cuentos que narraba a sus propios hijos, fue contratada por varias editoriales para
ilustrar libros de cuentos infantiles, entre los que destacaron los de los
hermanos Grimm y los de Hans Christian Andersen. De esta forma, Pacovská labró
su fama de ilustradora, creando imágenes de los personajes de cuentos
infantiles más conocidos de algunas editoriales checas y alemanas. Pronto llegaron sus ilustraciones para
la edición germana de la novela Momo,
de Michael Ende, que le abrieron la puerta al universo de la ilustración
infantil contemporánea. También destacables son sus imágenes para El señor de las moscas de William Golding, donde comienza a trabajar el
arte secuencial y del que dará buena cuenta en su producción de libro-álbum
posterior. Siempre se quedarán en el tintero las ilustraciones para Alicia en el país de las maravillas, uno
de sus libros favoritos de la infancia y que nunca ha ilustrado.
Portada e ilustración para "Momo"
Ilustración para "El señor de las moscas"
Durante el último cuarto del siglo XX, además de compaginar
su trabajo como ilustradora editorial y tras coquetear con la disciplina
escultórica a finales de los años 60 y primeros 70 (algo que tiene mucho que
ver con su concepción de la tridimensionalidad en la página), empieza a experimentar
en el ingrediente artístico de las ilustraciones, lo que se traduce en una
incursión en el libro-álbum, un género que se presta a historias personales en
las que la artista involucra toda una serie de ideas que aúpan su idiosincrasia
sobre el libro. Es así como en los noventa, Pacovská publica Ein, fünf, viele (en castellano Uno, cinco, muchos, editado por Kókinos)
que recibe un notable juicio de la crítica artística. A este le siguen dos
libros excepcionales como El pequeño rey de las flores (1992) y Teatro de
medianoche (1992), un libro con pestañas móviles para la creación de personajes donde se empieza a observar su viraje hacia el
álbum manipulativo y conceptual. A estos le siguieron Colores, colores (1994), El
cuadrado de Rond (1994), No hay dos
sin tres (1995), Alfabeto (1996)
y Hasta el infinito (2008). De entre
todas destaco las dos últimas, obras cumbres dedicadas a los pre-lectores que forman
una pareja de exquisiteces para los sentidos.
Tras decenas de libros publicados como Fold/Unfold, La merienda, Pedro y el lobo, Hansel y Gretel, Caperucita roja
o Cenicienta, Pacovska llama la
atención sobre las dos fuerzas motrices que le han ayudado a insuflar vida a
estos libros: su responsabilidad como madre y el amor que su abuela le inculcó
por los libros ilustrados. En cierta ocasión apuntó que “cada vez que comenzaba
un trabajo nuevo, intentaba que su idea pareciera más grande”, algo que tiene
mucho que ver con la generosidad de la que parte su filosofía, donde “lo más
importante para el libro de imágenes es el amor por los niños. Sin pensar y
sentir por la audiencia infantil, las imágenes serían sin vida y los libros de
imágenes en sí ... muertos.”
Impartió clases de diseño gráfico en la Academia en Berlín
desde 1992 hasta 1993, y en 1999, recibió el doctorado honoris causa en diseño
en la Universidad de Kingston, Inglaterra y cuenta con más de 50 exposiciones
individuales y colectivas tras sus espaldas.
Si a todo esto unimos reconocimientos como la Manzana de Oro
de la Bienal Internacional de Bratislava 1983, el Gran Premio Catalonia de
Barcelona 1988, el Grand Prix Allemand de Literatura Infantil, la Lettre d’Or
de Franckfort, el Pinceau d’Argent de Amsterdam, el Premio Especial de Bolonia
1988, el Premio Johan Gutemberg de Leipzig en sus ediciones de 1984, 1989 y
1997, el Sankei Book Culture Award de Tokyola Deutsche Ugendliteraturpreis en
1991, el Hans Christian Andersen en 1992 que reconoció su "contribución
duradera a la literatura infantil", y el Illustrad'Or 2006 de la
Asociación Profesional de Ilustradores de Cataluña (APIC), podemos decir que es
una de las ilustradoras más completas que hay.
Y ahora, una disección de su obra… Su trabajo principal es el
de aupar el libro-objeto, el libro experimental y/o el libro de artista, algo en
lo que está empeñada desde sus pronta carrera. Su concepto de libro está más
allá de una producción impresa como un continente limitado y sugiere nuevas
posibilidades que desbordan esos límites, no sólo físicos, sino también psicológicos,
pues en ellos interviene la producción fantástica del discurso por parte del
receptor. "He intentado hacer los libros como objetos de arte en papel, como pequeños museos para la palabra y las imágenes" dijo en cierta ocasión.
El libro pasa a ser tridimensional, estereoscópico, móvil,
un objeto manipulable con gran diversidad de facetas. Al mismo tiempo es
expresivo, interactivo y estimula los sentidos para despertar nuevos universos
en los que perderse. El juego con el lector-espectador o la diversidad de los
materiales con los que toma forma, como el papel de aluminio, el papel de calco
o el acetato, nos ayudan a comprender un proceso creativo complejo en el que la
artista se sumerge antes de darle vida. “Es un proceso muy largo que a veces me
lleva años. Después, cuando lo tengo claro en mi mente puedo crearlo en muy
poco tiempo”, comenta la autora.
También hay que hablar de los personajes en su obra que
suelen ser recurrentes, como por ejemplo la luna (Fíijense en todas esas
ilustraciones de caras enmarcadas en un contorno circular), el ¿lápiz? (Supongo
que serán esos seres esbeltos y delgados que aparecen en tantas de sus
ilustraciones), el hipopótamo, el rinoceronte (un personaje a quien hace un
guiño en el monstruo híbrido de Mon ami invisible
de Annalies Schwarz, y a quién está dedicado un libro entero como es el caso de
Rotrothorn), montones de letras (su Alphabet es maravilloso), o la
mismísima Caperucita. Este hecho tiene un deje metaliterario que ayuda a
entender su obra como un todo, como un ente continuo.
Sobre su estilo podemos apuntar a similitudes con la obra de
otros artistas como Chagall, en el uso de la línea, Vasily Kandinsky por sus complejas composiciones geométricas, a Paul Klee, sobre todo en lo que se refiere al color, o
Pablo Picasso por las formas angulosas que exhiben algunas de sus ilustraciones. Como hemos visto, Pacovská se nutre de la tradición gráfica de Hungría, Polonia y Checoslovaquia, pero también del constructivismo ruso, de Kazimir Malévich y de Kurt Schwitters (a quien dedicó un libro homenaje), quizá mucho más sensible y funcional, algo que en parte recuerda a la Bauhaus alemana.
No obstante ella prefiere hablar del lado emocional, uno que lleva a pensar en el libro como vehículo de (re)conocimiento personal, social y, por qué no, universal (cualquiera puede ver su reflejo en ellos).
No obstante ella prefiere hablar del lado emocional, uno que lleva a pensar en el libro como vehículo de (re)conocimiento personal, social y, por qué no, universal (cualquiera puede ver su reflejo en ellos).
Creo que Kveta Pacovska tiene algo muy personal que la ha
convertido en una de las mejores ilustradoras del siglo XX y parte del XXI, una
autora de transición entre la edad dorada del libro-álbum y las nuevas generaciones
de ilustradores europeos, de esas figuras que sirve y servirá de inspiración a
los que están y todos los que vengan. Una artista única e irrepetible.
Buenas tardes:
ResponderEliminarA mis hijos les encantó el de Uno, cinco, muchos. Lo cogimos en préstamo de la Biblioteca municipal.
Un saludo.
Sus ilustraciones llegan directamente a mi corazón ❤
ResponderEliminar¡Me ha encantado leer tu publicación! ¡Cuánto sabes! Un día me tienes que contar como un profesor de biología se convirtió en un amante de la literatura infantil. Tengo tanta curiosidad...
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