Señoras y señores, ¡en este San Isidro, patrón de los
labriegos, sigo tan primaveral como un animalejo salvaje! Y aunque ya les he
traído algún que otro título lleno de aromas y sabores propios de esta época
del año, he creído conveniente recomendarles el libro perfecto para llenarles
el ánimo.
Durante la tarde de ayer, mientras perfumaba mi casa de
lejía y removía el polvo de la estantería, mis ojos se posaron sobre él. Étienne Delessert. “¡Uf, nunca he reseñado esta maravilla! Hay que deshacer el
entuerto, pues mis queridos monstruos deben conocerlo sí o sí, que no se diga
que olvido los clásicos del álbum ilustrado por los títulos de nueva hornada…”
Antes de centrarnos en el libro en cuestión, considero
interesante conocer algo de la vida y obra de Étienne Delessert, uno de los
grandes en esto del libro-álbum. Nacido en Lausanne en 1941, Delessert disfrutó
en su infancia del mundo natural en su Suiza natal mientras desarrollaba juegos
creativos con su madre. Aunque no empezó a dibujar hasta los 23 años, a los 16
ya era consciente de su afición por desarrollar ideas visualmente. Tras
estudiar filología clásica y familiarizarse con los mitos griegos y latinos que
más tarde recogería en sus obras, comenzó con sus trabajos de ilustración, una
ocupación que empezó y desarrolló de manera autodidacta.
Ilustración para 1,2,3,4 Cuentos
Delessert ha confesado multitud de veces quiénes han sido sus
mayores influencias… Los directores de cine de la “Nouvelle Vague” -Godard,
Truffaut o Chabrol-, las obras de Franz Kafka, Samuel Beckett y Eugéne Ionesco
(NOTA: Existe una edición de su 1, 2, 3,
4 Cuentos ilustrada por Delessert que no tiene desperdicio y que fueron
bellamente publicados por Combel en nuestro idioma) o artistas como Brueghel,
Klee o Steinberg, de quienes podemos encontrar referencias en sus imágenes, se
dejan ver en sus trabajos de técnica clásica donde destacan la acuarela y el
gouache.
Delessert, además de trabajar para revistas como The New York Times, The Atlantic Monthly y Le Monde o programas como Sesame Street, y recibir numerosos reconocimientos entre
los que destacan los dos Premios Grafico en la feria de Bologna y su nominación
al Andersen en 2010, ha publicado más de ochenta trabajos, de los cuales un
buen puñado han sido traducidos a más de catorce idiomas. El primero de sus
trabajos fue The Endless Party (1961),
al que le siguieron muchos otros como Ashes
Ashes, Dance!, The Seven Dwarfs, Who Killed Cock Robin?, Humpty
Dumpty, Big and Bad, Moon Theater, A Glass, A Was An Apple Pie, Night Circus, Food y Spartacus the Spider.
En castellano
podemos encontrar poco de este autor ya que muchas de estos libros han sido
descatalogados con el tiempo. Entre estos tenemos la serie Yok-Yok, 12 libros que durante los años 80 serían llevados a la
animación en la pequeña pantalla (al final de este post y en este monográfico sobre la relación entre la animación y el libro-álbum, pueden encontrar ejemplos),
la serie de cuentos de Ionesco que ya hemos comentado, Cómo el ratón descubre el mundo al caerle una piedra en la cabeza
(Altea), ¡Odio leer! (Lúmen), una
hermosa fábula para no lectores, A todo color,
editado hace unos años por Libros del Zorro Rojo, y el que hoy disecciono.
Ilustración para A Was An Apple Pie!
Ilustración para Who Killed Cock Robin?
Ilustración para I still hate to read!
Ilustración para A todo color
El libro que me ha llevado a este autor es Una larga canción. Como muchos otros
trabajos de él, es un canto a la naturaleza y su inevitable poder. Todo empieza
en el campo cubierto de nieve. Algo
despierta bajo ese manto nevado, una extraña criatura con cierto aire humano,
también extraterrestre, comienza a caminar al compás de esa hermosa canción a
la que hace referencia el título (¿La oyes? Está ahí). A su paso, la vida se
abre camino. Se yerguen las flores, se abren sus capullos, los animales
despiertan de su letargo y todo se convierte en una fiesta desconocida y
familiar a la que cualquiera está invitado excepto los dos cazadores que se ven
extrañamente paralizados por ese ser que en parte representa a la Gaia de la
mitología. No está solo pues espíritus y criaturas que en cierto modo recuerdan
a las que pueblan ese jardín de las delicias de El Bosco, otro de los pintores
de quien más influencia recibe Delessert, bailan a su son colorista.
Ilustración para Una larga canción
Tras el éxtasis, la canción se aleja, volviendo a cerrar ese
círculo que marca el reloj natural, para dejar que el invierno se cierna otra
vez sobre la vida sobre el que caben tantas interpretaciones como lectores.
Lo dicho: merece la pena perderse entre las páginas de este
libro, no sólo porque nos traslada al verdadero espíritu primaveral, sino
porque es una buena muestra de la capacidad de uno de los padres del
libro-álbum moderno para abrir universos oníricos, surrealistas y, sobre todo, paralelos en los que construir otros
nuevos y fantásticos.
Ilustración para Una larga canción
Me he quedado sin palabras. Qué cosa tan bonita!y la canciøn ,preciosa! Monstruoooo!
ResponderEliminarQue interesante la influencia del Bosco. Me apasionan los sueños felices. Una preciosidad la pequeña Pulgarcita. ¡Gracias por el descubrimiento!
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