El tema de la vivienda está dando mucho que hablar
últimamente. Parece ser que se construye más que hace unos años. Inmobiliarias,
albañiles, electricistas, reformistas, arquitectos, constructores y notarios vuelven
a montarse en el dólar. Aunque la crisis se cargó muchos negocios que
facturaban auténticas millonadas (mira que mi abuela les advertía con aquello
de “Guarda para cuando no haya…”), parece ser que el imperio del ladrillo vuelve
a resurgir de sus cenizas.
Ya saben que estas cosas se mueven de manera cíclica, sobre
todo cuando el personal ha recuperado algo de poder adquisitivo y se puede
permitir el lujo de una hipoteca, sobre todo en las grandes ciudades en las
que, según me comentan amigos de Madrid, Barcelona o Valencia, piden auténticas
salvajadas por cuatro paredes.
No se crean que lo de los alquileres tiene nombre… A estas
alturas de la película, pagar una mensualidad es misión imposible, incluso en
ciudades medianitas como la mía, donde las rentas están por las nubes (si me
apuran, podrían pagar cuota y media de hipoteca) y parece que te están haciendo
un favor por todo lo alto (¡Ladrones!).
Hay formas de abaratar los gastos, como irse al quinto
cojón, a un barrio de mala muerte, a un zulo compartido o debajo de un puente,
soluciones todas ellas bastante indignantes (para mi gusto, claro), pues muchos
se habla de los derechos fundamentales y nunca de los deberes gubernamentales.
Que si, que muchos apartamentos turísticos, mucha gentrificación, mucha especulación,
pero las leyes ¿pa’ cuándo?
En fin, en vez de ponernos negros, optemos por lo poético a
la hora de hablar de casas. Es por ello que hoy les traigo una obra de esas que
te dejan con la boca abierta, tanto por lo bello, como por el formato. La casa en el bosque, un libro de Laëtitia
Bourget y Alice Gravier, editado en español por Libros del Zorro Rojo, nos
presenta un hogar cercano en un contexto entrañable. En este álbum de tipo acordeón
que desplegado mide exactamente 401 cm (para que luego digan que no me tomo en
serio esto de las reseñas), se nos presenta una historia circular que toma como
punto de partida (y final) un bosque. En ella, el/la niño/a protagonista nos
cuenta en primera persona el viaje diario que realiza desde la ciudad hasta
llegar a su casa.
Es así como vemos pasar las escenas de un relato seriado que
se centra en los medios de transporte, en lugares familiares como el parque o
las tiendas del pueblo, en los vecinos más llamativos, en la naturaleza circundante
que se llena de animales y plantas , o en las diferentes habitaciones que
forman el hogar de esta familia.
Al ser desplegado, toma forma de imagen secuencial completa
a lo largo de la cual nos podemos desplazar. Mientras que en un lado se nos
presenta el entorno exterior, en el otro nos adentramos en el interior de la
casa, lo que da pie al lector en establecer una dicotomía interesante de su
propio entorno de dos mundos separados por las paredes –natural/medio antrópico-
sin que ninguno de ellos quede exento de
libertad y detalles, algo que autoras y editorial destacan proponiendo al
lector un juego de búsqueda.
Así que, ya saben, si no tienen casa, disfruten de esta que
es fantástica.
Hola Roman, he tenido la gran suerte de que este libro acabe de caer en mis manos. Coincido contigo, me encantan estas "obras circulares" a las que les puedes dar la vuelta muchas veces. Las ilustraciones me parecen muy bellas y la obra me ha provocado una sensación placentera acercándome "el hogar". Me parece un libro muy recomendable para ingresar a formar parte de esos especiales de la biblioteca o de la propia colección particular de uno mismo, desde luego de la mía va a pasar a formar parte.
ResponderEliminary ... aunque solo coincide en ser también una "historia circular" aprovecho esta coincidencia para recomendar "Quien recoge a quien" de Karyn Cyren & Ahmed Backström (Gato Sueco) muy disfrutable con los más pequeños.
Gracias Roman por seguir con tu blog, además de gustarme mucho para mí es una "herramienta de trabajo" fundamental.
Hasta pronto, saludos
maría Traver