No sé si alguna vez les he contado que mi abuelo era
vaquero. No como los de las películas del oeste americano, que lo suyo eran
las vacas lecheras. Recuerdo vagamente las cuadras donde las ordeñaba, cómo
entraba la luz tenue del otoño por las ventanas. Por aquel entonces ya le
quedaban muy pocas. Yo pasaba entre sus traseros con algo de cautela, pues
nunca he sido muy amigo de las coces ni de las ventosidades.
Aunque las cosas han cambiado, hay que guardar la memoria a buen
recaudo…
Talán, talán, telén, telén.
Último aviso “vacas al tren”.
Llega el otoño y se cae la hoja,
la lluvia a rayas todo lo moja.
El campo vuelve a ponerse verde.
Tal vez su hija no lo recuerde.
La vaca flaca aunque es octubre,
ya no despacha ni media ubre.
No le apetece ni la verdura
y apenas se hace la pedicura.
Todas las noches toma somníferos,
es la más triste de los mamíferos.
Para animarla, su cuidador
le ha regalado un ordeñador.
[…]
Raúl Vacas.
La vaca flaca.
Ilustraciones de Gómez.
2019. Salamanca: La
guarida Ediciones.
que hermosas vaquitas!!! son adorables!
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