Para Miriam y Maku, porque sé que florecerán.
Aislados en mitad de una crisis sanitaria como esta, todos
intentamos mantener cabeza y manos ocupadas (los pies son otra historia
debido a las restricciones del llamado estado de alarma). Tareas del hogar, ordenar el
trastero, terminar esa bufanda que empezamos a tejer hace tres años, intentar
dar forma a todas las recetas de tartas que encontramos en la red para celebrar
nuestro no-cumpleaños un día sí y otro también… Durante una cuarentena que
se promete muy larga (el mes no nos lo quita nadie en el mejor de los casos),
dejen la desidia a un lado.
Estos primeros días de encierro hemos visto en las
redes sociales todo tipo de iniciativas. Actividades para niños y grandes están
llenando las pantallas de los dispositivos móviles, sugerencias que
tienen como objetivo hacer más llevaderos estos días de parón, caos e
incertidumbre. Por mi parte y como buen monstruo, me dejo la parte
didáctica para mis clases on-line (que pretendo aprovechar mucho, queridos
alumnos…) y me dedicaré a sembrar entre ustedes algo de belleza y unas cuantas sonrisas con
estas cosas mías de los libros para niños. Se agradece una pizca de optimismo en un
tiempo gris que se vislumbra un tanto vano.
Las culpas, a un lado (¡Qué católicos y apostólicos se ponen algunos
cuando la mierda les ahoga!). Dejen en paz al chino que se comió al “murciégalo”,
también a los italianos, e incluso a Greta Thunberg (¡Qué pesadilla!), para
justificar este entuerto mayúsculo. No les llevará a nada. Hay que ser práctico.
Apaguen sus televisores (aviso que los medios de comunicación no les pueden
traer nada bueno durante estos días extraños, pues está claro que desinforman a
pasos agigantados), cambien el chip y permitan que vayan fluyendo sentimientos
e ideas. Lo que más nos hace falta en estos momentos es ser humanos.
Ya vendrán los juicios. Ya llegarán. Pero por ahora
busquemos una salida en la razón y dejemos la sed de venganza para tiempos
futuros. Seguramente será difícil. Entiendo que tengan la mente ocupada con miedos, debacles interiores y mucha basura, pero si respiran hondo, la
despejan de esa bruma omnipresente, y miran a su alrededor, pueden encontrar
cualquier objeto que les inspire y conduzca hacia otro sitio más hermoso.
Si necesitan un ejemplo aquí les traigo el libro de este primer
lunes de cuarentena, ¿Qué hace falta?,
un álbum que recoge un texto de Gianni Rodari y las hermosas ilustraciones de
Silvia Bonanni (Kalandraka) que se popularizó gracias a la canción de Sergio Endrigo Ci vuole un fiore.
Tomando como excusa el centenario del nacimiento del
sempiterno autor italiano, la editorial gallega nos presenta un texto razonado
de Rodari que hurga en la belleza del mundo desde una perspectiva sencilla e
infantil siempre necesaria. Partiendo de un objeto tan cotidiano como una mesa,
Rodari echa mano de la estructura de la retahíla para interpelar al lector de
cualquier edad sobre el origen de las cosas. ¿Qué hay detrás del mundo de nos
rodea, de esas formas con las que el hombre rodea su quehacer diario?
Acompañado de las sugerentes y coloristas ilustraciones en
collage de Silvia Bonanni, algunos han apuntado de este texto que se trata de
una bella metáfora que apoya el naturalismo filosófico, y otros lo llevan al
extremo diciendo que podría considerarse una fábula que habla sobre la ecología
y la interacción entre el hombre y los recursos. Sin embargo, un servidor se
queda con lo poético de un libro cuasi-circular (ya saben, de los que terminan
y vuelven a empezar) que cimentado sobre el binomio causa-efecto, nos ayuda a
indagar y descubrir que detrás de lo mundano siempre hay algo hermoso que brota,
crece, se enreda y florece en el corazón.
¡¡Qué ilusión me hace este libro tan alegre!! Además del no-cumpleaños, por supuesto.
ResponderEliminarEs una delicia esperar tu publicación, al terminar el día. Una vez más ¡¡Muchas gracias!!
Se me olvidaba que el no-cumpleaños es la especialidad de las Alicias. Yo creo que hoy lo voy a celebrar con una tarta de queso (no tengo más ingredientes y cada vez que me viene a la cabeza el Mercadona me echo a temblar...). ¡Un besico!
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