Ayer llegué a las 1600 entradas (cuando he visto el número casi me caigo de culo) y como no me gustan las cifras tan redondas, he decidido añadir una más y avanzar en el marcador, que parece que el 1601 mola mucho más (tendré que comprar el décimo correspondiente).
Como esto de publicar en domingo es bastante raro en mí (será que el COVID me está afectando los hábitos), teniendo en cuenta que hoy es el Día de Todos los Santos traigo a la palestra un álbum que viene al pelo y de paso intento alegrarles el día (que no todo van a ser flores de plástico y huesos de santo) hasta que desde algún púlpito televisivo nos lo jodan (se avista confinamiento inminente). Así que, ¡al lío!
¿Adónde vamos cuando desaparecemos? de Isabel Minhós Martins y Madalena Matoso, recién publicado por la siempre sugerente Fulgencio Pimentel, es mi libro elegido para el día de hoy. Aunque lo he incluido en mi selección de La muerte en los libros infantiles, este es un álbum en el que hay que detenerse no sólo porque hable de finales, sino también de los principios, pero sobre todo del camino. Un camino que va recorriendo sus páginas (¿Lo ven? ¡Está ahí?), unas veces derecho, otras sinuoso, con requiebros y curvas imposibles. Porque en eso consiste la vida. No sólo la de los hombres, sino la de las hojas, las nubes o las mismísimas vacaciones.
Partiendo de una conversación con sus hijos sobre la evanescencia de los charcos y a lomos de una bicicleta (fíjense en la cantidad de agua y salpicones que hay en este libro), Minhós nos pone a pensar en el dinamismo de las cosas, en cómo nada se detiene, y afianzando así la idea que emana de un libro lleno de luz y claridad que se aleja de ese discurso gris y derrotista de otros álbumes que comparten el mismo hilo argumental.
Sobre las ilustraciones de Madalena Matoso sólo decir que no puedo dejar de mirarlas. Su colorido (me encanta esa paleta tan vívida y llena de contrastes), el uso tipográfico y el estilo, tan parco, como simbólico, nos dicen mucho. Ahonda en la sensación del viaje (si este libro hubiera sido concebido con formato de acordeón no me hubiera extrañado) y juega con el espectador a través de detalles geniales (¿Se han fijado en que la calzada también habla? ¿En los calcetines que cuelgan de los árboles?).
En definitiva, una recomendación maravillosa en este día en el que recordamos a los que han desaparecido brindando por la vida
Es embriagador... de lo mejor que me ha caido en las manos últimamente.
ResponderEliminarPienso de la misma manera, así que ¡a leerlo se ha dicho! ¡Un abrazo, Isabel!
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