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jueves, 7 de enero de 2021

Circos invernales


Por fin hemos dado el cerrojazo a unas no-fiestas que nos amargaban la existencia a más de uno. No solo porque disfrutarlas ha sido misión imposible, sino porque han estado sembradas de todo tipo de vergüenzas políticas. 
Todavía no me explico cómo la peña sigue prestando atención a la televisión y sus mentiras, a todo tipo de medios de comunicación que se dedican casi exclusivamente a alienar a una población que, una de dos: o pasa más tiempo preocupada por el mañana, o vive apoltronada en el sofá esperando que se les escape el ahora. 


Yo no sé si ustedes piensan lo mismo pero cada vez vivo más desinformado. O mejor dicho, más informado, pues empiezo a pensar que telediarios, programas de debate, magacines y demás basuras pedagógicas, tienden a una especie ficción creíble que poco tiene que ver con el mundo real. 
Nos hablan de vacunas como si fueran la panacea, el remedio a nuestros males (en próximas entregas de este cuaderno de bitácora, les hablaré de ellas, que ya ando bastante harto de tanto ignorante enterado). Que si la cepa británica o la sudafricana, ¿cuál es más virulenta? (Ya nadie se muere de cáncer, a nadie le duelen las lumbares y las ETS se han erradicado del mapa). El ministro de filosofía se presenta a las elecciones en su pueblo (una estrategia llena de maquillaje para otro tripartito, ¡como si lo viera!). Y si todo esto les parece poco, ayer, Trump y su ego alentaron a un patético golpe de estado (¿Qué sacaran unos y otros con tanto circo y división? Resuman en una palabra que yo no puedo con tanta vergüenza ajena). 


Yo lo que estoy es temblando, y no de miedo, sino de frío, pues este invierno, además de entretenimiento mediático, nos va a caer un buen nevazo (o eso dicen los que saben de meteorología, que esto de prevenir tiene mucho de suerte). Yo el caso es que me he aprovisionado de unas cuantas novelas y algún ensayo (en papel, que los autoproclamados “defensores de la cultura” se han cargado la e-Biblio), bien de caldo, vino de jerez y frutos secos (que son muy buenos para el cuerpo) y he sacado todas las mantas del altillo. 


Parecía que no iba a llegar, pero el viento polar que se ha abierto camino, así que toca disfrutar. ¿De qué? De montones de cosas que, como bien apunta el protagonista de Si llega el invierno, decidle que no estoy aquí, van desde el chocolate caliente, hasta las carreras en trineo. Al final su hermana tenía razón y todo lo que anunciaba el invierno ha sucedido. Las hojas amarillean, los árboles se desnudan, aparece la lluvia y se acortan los días. Un viaje de descubrimiento infantil que nos presenta Simona Ciraolo con mucha simpatía en un álbum colorista y evocador editado por Andana. 


Muy recomendado para todos aquellos que deslumbrados por el sol y el triquini, aborrecen esta época del año tan introspectiva y supuestamente aburrida, y a quienes me gustaría decirles que ha venido el invierno y yo me quedo aquí, porque quizá la nieve nos salve de un mal mayor mientras nos resguardamos en casita. Eso sí: nada de tele, que seca el cerebro.


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