Contacto

lunes, 24 de mayo de 2021

De DANAs y ranas


El tiempo está tan loco que uno ya no sabe lo que va a encontrarse cuando sale de casa. Así me pasa… Me voy a tostarme a la orilla del mar después de tantos meses en este secarral, me pilla una DANA, y me veo rodeado de ranas en vez de alemanas. Ríanse, que no es para menos.
Y dirán ustedes que cómo es eso de las ranas. Pues les explico… Como sabrán, en la costa mediterránea, mi referencia playera y otros menesteres veraniegos, abundan arroyos, barrancos y ramblas, cauces de agua dulce estacionales que desembocan en el mar. Cuando llueve bastante, la fuerza del agua arrastra consigo todo lo que encuentra en su camino y la arena termina llena de batracios. Una pena, pues estos anfibios solo pueden vivir en agua dulce, ya que no están hechas para la elevada salinidad del mar. Es por ello que si las encuentran les harían un gran favor recogiéndolas para llevarlas a cualquier charca cercana.
Siempre me han llamado la atención, pues no son unos animales fáciles de observar, sobre todo porque se camuflan divinamente entre los juncos y las piedras, además de pegar unos saltos descomunales (de hasta ¡30 veces su propia longitud!), algo que se debe a unas patas traseras muy bien dotadas.
Aunque la mayoría de las especies de ranas se adscriben a zonas tropicales y subtropicales, se distribuyen por hábitats muy diferentes, e incluso pueden encontrarse en zonas con nieve y hielo (recuerden que son animales poiquilotermos, es decir, que no son capaces de regular su temperatura corporal y por tanto es muy parecida a la del medio). El estar por todas partes quizá se deba a que se alimentan de insectos (¿Conocen algún sitio sin moscas ni mosquitos?) que atrapan con su lengua, una que pueden lanzar muy rápido para cazarlas (¡hasta cinco veces más veloz que un parpadeos!).
Si bien es cierto que las ranas que estamos acostumbrados a ver suelen ser de colores verdosos y pardos, hay ranas con colores muy llamativos. Amarillas, azules o rojas, muchas de ellas tienen esos colores para avisar de que son peligrosas, pues producen toxinas en su piel que pueden producir la muerte, algo por lo que las tribus indígenas de zonas como el Amazonas las utilizan para envenenar sus flechas.
Grandes –las hay que pueden pasar casi 3 kilogramos- o pequeñas –de unos pocos milímetros-, brillantes o cornudas, todas las ranas pertenecen a los anfibios, nombre de un grupo de animales que significa “ambas vidas” y hace referencia a los estados de renacuajo y rana adulta que se pueden observar en su ciclo de vida gracias al proceso mágico de la metamorfosis.
Para terminar decirles que si oyen croar a las ranas durante las noches de verano, deben saber que son los machos llamando la atención de las hembras, mucho más tímidas, nada que ver con la protagonista del libro de hoy, uno que seguro que todos conocen gracias a la canción popular en la que se inspira. Cu cú cantaba la rana es otra de esas coplilla populares que Elena Odriozola y Ediciones Modernas El Embudo rescatan para dicha de muchos monstruos, jóvenes y no tan jóvenes, que necesitan decirle al mundo que siguen siendo niños.
En esta ocasión, la premio nacional de ilustración acompaña la archiconocida melodía con una historia paralela en la que una niña juega con los personajes de madera creando las diferentes escenas que se van narrando en la letra de la canción. Además, este teatrillo de papel, incorpora un juego de adivinanzas y observación para el lector, ya que va presentando las siluetas de dichos personajes, pero no desvela cómo son, lo que favorece la observación y la anticipación del espectador.
Si a todo esto añadimos unas guardas con una propuesta lingüística muy plural, el librillo es redondo, ya que además de incorporar nuevas voces al clásico, desborda la imaginación y ayuda a la conservación del patrimonio inmaterial de la infancia.
Y si quieren verlo por dentro visiten el perfil de los monstruos en Instagram.

2 comentarios: