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martes, 29 de marzo de 2022

"Dress code" o las reglas de la apariencia



Que el dress code esta pasado de moda es una falacia como la copa de un pino. La gente cree que puede vestir de cualquier forma en cualquier sitio, pero la verdad es que no es así. Fíjense en todos esos famosos y celebrities que han desfilado por la alfombra roja estos días, unos que todavía siguen eligiendo diferentes tipos de estilo dependiendo de la actividad que hagan (o parezca que hagan).


Por un lado hay que tener en cuenta que la industria de la moda (como cualquier otra) se basa precisamente en eso, en ofrecer una gran diversidad de prendas que vayan mutando acorde a las tendencias y se utilicen en determinadas ocasiones. Por otro, no olvidemos que ese código que utilizamos a la hora de vestir no deja de ser un lenguaje todavía vigente que nos ofrece información sobre quiénes somos y qué, de una manera un tanto críptica, nos sigue resultando útil para comunicarnos con los demás.
No es lo mismo acudir a una recepción en la embajada que ir a ponerse como la Tomata a la boda de tu prima. Bailotear con el Alfon en el Velouria no tiene nada que ver con hacerlo en una fiesta ibicenca. Quizá ahora se permitan ciertas concesiones en lo que a complementos se refiere (zapatillas deportivas o corbatas), pero seguimos distinguiendo entre lo formal y lo informal, una categorización de situaciones que nos hace inclinar la balanza hacia un lado u otro.


Una camisa blanca y unos vaqueros azules no pueden faltar como fondo de armario. Un blazer para entretiempo. Montones de zapatillas y dos pares de zapatos. Camisetas a go-go. Jerseys de lana para las frías mañanas de invierno, alguna sudadera que otra. Calcetines para parar un tren. Calzones ni te cuento. Abrigos, cazadoras y forros polares para los hielos manchegos. Bañadores para nadar a diario tampoco pueden faltar ni tampoco ropa deportiva (los pantalones cortos son mi debilidad).
Ropa, ropa y más ropa. Lo peor de todo llega cuando tenemos que combinarla con una pizca de gusto porque hasta el mínimo error es importante en esto de la vestimenta y pasas de la elegancia a la horterada en un santiamén. Hay que tener en cuenta las formas y los colores (saber la complementariedad es muy importante), la comodidad y la practicidad, por eso vestirse es todo un arte.


Y así, vistiéndonos y desvistiéndonos llegamos a los libros de hoy (sí, lo que oye, en plural porque este martes hay por partida doble). El primero es Los animales no deberían vestirse, un clásico de Judi y Ron Barrett rescatado por la editorial Pastel de luna y el segundo es ¿Cómo se visten los pájaros?, un álbum de Silvana D’Angelo y Martín Romero. Aunque ambos se articulan sobre el tándem animales-ropa, lo hacen desde perspectivas muy diferentes.


El primero utiliza esa combinación para reafirmarse en el título una y otra vez, no solo textualmente, sino a base de imágenes que muestran lo absurdo e inútil de que un camello utilice sombreros para cubrir sus jorobas o que una serpiente se escurra entre los pantalones.


Jocosas y con cierto aire vintage, esta sucesión de ilustraciones parece hacer hincapié en un realismo que intenta borrar todos esos intentos de personificación que campan en la Literatura Infantil, una práctica más que universal que tiene muy poco que ver con la realidad animal. Un libro de 1970 cuyo discurso discurre entre las dobleces, el juego y el criticismo.


El segundo se centra en el mundo de las aves, concretamente en el colorido de sus plumajes. Con una pizca de rima y bastante humor, hace un símil entre estos y diferentes atuendos humanos de tal manera que libro de ficción y no ficción se funden para describir un buen puñado de especies y apuntar hacia alguna de sus adaptaciones sin olvidar poética ni estética.


Tomando a la gallina como personaje estelar (es tan poco agraciada ella que se merece empezar y terminar la acción), los autores hilvanan una suerte de pequeñas historias que apuntan a los urogallos y su atuendo de señoritos rurales, la elegancia de los mirlos o el colorido de los colibrís. Potentes representaciones de cada especie destacan sobre fondos monocromos en los que el autor de Uxío (un cómic que tampoco deben perderse), utiliza líneas coloreadas como elementos esenciales de composiciones estudiadas y sugerentes que complementen perfectamente al texto.
Lo dicho: disfruten de estos libros, luzcan sus mejores galas siempre que puedan, y no olviden que aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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