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jueves, 15 de diciembre de 2022

No ser, he ahí la torpeza


No solo he invertido la mayor parte de la semana en ese bucle vespertino llamado evaluaciones, sino que he tenido tardes enteras para dejarme seducir por todos esos reflejos impostores que nos regala la especie humana.
Mira que mi gremio es aburrido, predecible e insípido. Ego, rigidez, títulos universitarios… Convendrán conmigo en que chispa, ninguna, pero de vez en cuando te pones a analizar actitudes, mirar con lupa, a rascar una miaja, y te lo pasas mejor que con un cajón flamenco.


Mucha formalidad, demasiados modales, y a la hora de la verdad, la gracia les chorrea por los cuatro costados. Que aquí la que no es puta es diminuta. Se lo digo yo, que a calar al personal, no me gana nadie. Viciosos, corruptos, deprimentes, indecentes, hambrientos, gandules y maleantes. A pesar de las apariencias y preconcepciones, nadie está a salvo de lo miserable.


Y como en esta última parte del año me he encontrado con obras muy sui generis, hoy hablo de una que viene al pelo, El arca de No-es, álbum de Ana-Luisa Ramírez y Carmela Mayor, publicada por Iglú este otoño.
Sin duda, no deja indiferente. Así que, completamente pasmado ante un libro-álbum a caballo entre lo lírico, el cuaderno de actividades, un tratado de lexicografía, la parodia y el surrealismo, solo me resta animarles a diseccionarlo con mirada atenta.



Tomando como punto de partida la narración de Noé y su arca en el antiguo testamento, las autoras recrean un nuevo escenario a través del juego de palabras. Noé se transforma en No-es y se desencadena una nueva historia donde él mismo, su esposa, sus siete hijas y sus siete yernos empiezan a deambular por el océano recogiendo una fauna muy variopinta. Seres como las alfabestias, las puntillosas o el Inutensiluis vulgaris llenan un viaje bastante especial.



Mucho collage y lápiz de grafito dan vida a unas ilustraciones que rinden tributo a René Magritte y su pipa, con una serie de imágenes quiméricas donde confluyen diferentes conceptos. Ambigüedad y un sinfín de detalles, nos permiten bucear en una propuesta gráfica con desplegable incluido que se ambienta en las estancias de una casa cualquiera, espacio cotidiano en el que los niños suelen idear a su antojo.
Cualquiera (da igual adulto que niño) que coja este libro entre las manos, se dará cuenta de que es una obra muy peculiar, bastante loca (como yo, será por eso que me ha encantado) y con un trasfondo muy juguetón, que invita tras su lectura, a darle alas a la imaginación (también a la lengua) para buscar nuevas fórmulas con las que crear y pasarlo en grande.

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