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sábado, 4 de noviembre de 2023

Bien aseados


Es fin de semana y toca acicalarse. Todo sea por pillar cacho. Afeitado, corte de pelo, depilación, esponja (si es de lufa, mejor), gel, lejía si es menester, y agua, mucha agua calentita. Nos ponemos como una patena y a menear el culo. Pero… ¿será buena para el cuerpo tanta higiene?
Desde que Koch descubrió que algunas bacterias pueden causar enfermedades, la humanidad, sobre todo en los países industrializados, se ha empeñado en erradicarlas de la faz de la tierra. Un sinfín de métodos higiénicos están instalados en una sociedad ultradesinfectada que, en connivencia con la industria cosmética (mueve más de nueve mil millones de euros al año) y olvidando su condición de seres vivos, se empeña en salvarse de cualquier plaga (excepto de las tecnológicas, claro está).


Pero quizá, esa protección que creemos estar brindando a nuestro organismo, puede estar causando el desarrollo de alergias, asma, enfermedades inflamatorias del intestino y otros trastornos autoinmunes, algo que empezaron a apuntar en los años 80 los científicos que formularon la llamada hipótesis de la higiene.
Cuando nos duchamos frecuentemente, durante mucho tiempo, con agua excesivamente caliente y jabones muy agresivos, no solo eliminamos la suciedad, sino también la capa de grasa que protege la piel, muchos factores antigénicos que entrenan a nuestro sistema inmune, y la flora simbionte que tiene como ecosistema nuestro organismo. Esto provoca un la hipersensibilización a virus, bacterias y alérgenos, que conllevan una respuesta desorbitada de nuestras defensas que puede derivar en algunas de las patologías ya citadas.


Al final va a ser verdad aquello que decía mi padre. Lo de que la mugre protege. Así que no se aficionen al agua fuerte ni al estropajo. Lo mejor son duchas breves (no más de cinco minutos) en días alternos (siempre y cuando no realicen ejercicio físico intenso o trabajen en un estercolero) con agua templada y utilizar un jabón neutro, sobre todo en genitales, axilas y trasero.
Y con estos consejos nos topamos con ¡A bañarse!, un ya clásico de Taro Gomi recuperado por Kalandraka este otoño.


Ideal para prelectores y primeros lectores, este librito se adentra en el universo del aseo personal con una situación tan extraña, como cómica. Un león tiene que bañarse y, al desvestirse, descubrimos un oso, pero ¿es de verdad un oso? Averigua quién es mientras pasas las páginas y su madre le ordena que se quite toda la ropa.
Simpático e ingenioso, también podemos definir a este libro como fiesta de disfraces o trastorno de la triple personalidad, pero el caso es que desborda la imaginación de los lectores, les incita al descubrimiento y también a pasar por la bañera.


Sobre la narrativa hay que apuntar a esa madre omnipresente pero que no aparece representada en las imágenes, lo que permite al protagonista invitar al lector a ese espacio subversivo que es el libro. Tampoco hay que perder de vista al gato, ese desnudo integral del protagonista y la penúltima escena del libro.
Sobre los elementos más técnicos tenemos un texto cargado de onomatopeyas, unas guardas peritextuales a modo de prólogo y epílogo, y el contraste de la ausencia y presencia del fondo.
¡Disfruten del baño!

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