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martes, 23 de enero de 2024

¿Quién dijo frío?


Bueno, señores ¡pues hasta aquí ha llegado el invierno! Si creían que íbamos a sufrir tres meses de frío, se equivocaban pues ya ha llegado la primavera y amenaza con quedarse, como mínimo una semana. Todo un despropósito si tenemos en cuenta que estamos a 23 de enero.
¿Y qué significa eso? Pues que a menos que las células polares se pongan las pilas, este año va a ser un completo desastre en nuestras latitudes. No quiero aguarles la fiesta (que ojalá), pero mientras ustedes se frotan las manos y empiezan a tomar el solecito, les comunico que en pocos días los almendros estarán en flor y las heladas tardías acabarán con la cosecha en un par de semanas. Las cuatro gotas que han caído los días pasados regresarán raudas y veloces a la atmósfera. Los bichos proliferarán en menos que canta un gallo y diezmarán las cosechas antes que la sequía. Y para terminar de rematar la faena, muchos frutales se irán al garete por no haber desarrollado su sistema radicular durante el invierno.


Ya sé que muchos de ustedes están encantados con prescindir del abrigo y empezar a planear unas vacaciones tempranas, pero deben empezar a pensar en lo que se nos viene encima sin nieve, agua ni frío, tres fenómenos que probablemente escaseen más de la cuenta este año gracias al Niño (y no me refiero al de la lotería).


Además, si lo piensan, las temperaturas bajas nos dejan el cutis como la piel de un tambor, nos despeja la mente, quemamos calorías mucho más rápido (esto quiere decir que podrán lucir el biquini antes), reduce los procesos inflamatorios y mejora el sueño. Por mucho miedo que le tengan a la bajada del mercurio, todo son beneficios. Y si no, que se lo digan a Tina Superfriolera, la protagonista de un álbum de Lani Yamamoto y Nórdica Libros que se me olvidó reseñar hace unos cuantos inviernos y que hoy recupero como defensa de esta estación que tanto me gusta.


En este libro minimalista de tapas enteladas se guarda la historia de Tina, una niña que siempre tiene frío, es incapaz de comer helados, nunca viste falda y no quiere tocar los metales. En verano no va a la piscina y durante el invierno nunca sale de casa, ya que se pasa el día bajo un edredón de plumas de ganso. Chimenea, libros y chocolate caliente son sus mejores aliados mientras se inventa cosas con las que pasar el rato o pasar menos frío. Pero un día, cuando la nevada arrecia, un soplo de viento mete a otros dos niños en su casa que le cambiarán la temperatura.


Con este argumento tan sencillo, la autora islandesa crea una fábula moderna sobre la soledad infantil que en cierto modo recuerda a cuentos como La reina de las nieves de Andersen desde una perspectiva muy actual en la que se entremezclan el realismo y ciertos elementos mágicos. Combinando elementos aislados en ese espacio monocromo que es la página, y diferentes escenas llenas de calidez, Yamamoto capta la dualidad frío-calor sobre la que se construye.


Elementos no ficcionales en forma de instrucciones seriadas (receta de chocolate y clases de crochet incluidas), artilugios simpáticos, una paleta de color bastante limitada, esa ventana omnipresente y un tono sosegado y cariñoso, hacen de este álbum una delicia invernal para entrar en calor y disfrutar del sabor de los copos de nieve.

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