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lunes, 26 de febrero de 2024

Nuevos apuntes sobre la censura en la Literatura Infantil y Juvenil


El pasado sábado participé en la jornada profesional que la Asociación LASAL (Salamanca Animación a la Lectura) organiza cada año para que diferentes facciones del sector se encuentren en torno a un aspecto de la llamada LIJ y puedan intercambiar ideas y opiniones que enriquezcan el debate en este universo de los libros para críos y no tan críos.
En esta ocasión nos reuníamos bajo el título ¡Eso no se dice! La censura, los silencios y lo disimulado en la Literatura Infantil y Juvenil, un tema con bastante chicha que nos dio para hablar largo y tendido durante unas cuantas horas. El partido se dividió en cuatro tiempos. Empezó Santiago Rico Alba con su charla inaugural ¿Dónde viven los niños? El segundo estuvo dedicado a la edición y creación gracias a una mesa redonda moderada por Francisca Noguerol y en la que intervinieron Ellen Duthie, Patric San Pedro y Nando López. El tercer bloque se centró en la censura desde el mundo de la mediación y la crítica gracias a Ana Garralón, Freddy Gonçalves y un servidor, que fuimos coordinados por Sònia Oliveira. Y el cuarto y último se desarrolló en tres talleres vespertinos impartidos por algunos de los ponentes anteriores.
Como este espacio, además de aglutinar reseñas y selecciones, hace de cuaderno de notas, recogeré aquí algunas de las ideas que más me llamaron la atención de nuestra mesa redonda-coloquio. Con esto quiero decir que no voy a transcribir palabra por palabra lo que allí se dijo, sino que intentaré hacer un resumen muy personal, incorporando cuestiones e impresiones que se pueden añadir a estos apuntes sobre la censura publicados hace años. ¡Allá voy!


Tras presentarnos, Sònia disparó la primera cuestión. ¿Es lo mismo mediar y censurar? Ana Garralón dio un no rotundo. No pueden serlo porque la labor del mediador se centra en seleccionar y ofrecer alternativas de lectura. Nada que ver con apartar una obra a ojos de los lectores por diferentes motivos. Freddy Gonçalvez y yo respondimos con ciertas reservas, pues cuando uno pone su mirada en unas obras y la retira de otras, le resta visibilidad a las segundas. Además, yo añadí la autocensura del lector desde su propia voz, mencionando El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, un ejemplo de lectura audaz y controvertida que despierta diferentes puntos de vista en su encuentro con los lectores, así como mi confesada censura a la mayoría de los libros sobre gatos (los que me siguen ya saben que no me gustan estos felinos).


Sònia continuó: ¿Hay censura en la LIJ actualmente? Si atendemos exclusivamente al contenido de las obras, Ana Garralón lo dudaba seriamente. Según ella, hoy por hoy, cualquiera puede publicar lo que le dé la gana, hay muchas editoriales, la oferta es muy variada y los lectores son muy diversos. Cualquier obra puede tener su recepción en mayor o menor medida a pesar de que los grupos de poder políticos y religiosos compliquen ese alcance entre el público potencial.
También apuntamos a las formas, concretamente a la censura que supone la corrección política. Personajes planos, argumentos lineales y ausencia estética son el resultado de muchas de esas creaciones que rezuman compromiso. Ese mundo feliz que nos han traído los ismos y las cuotas de visibilidad, castiga a lo literario en su parte más hermosa y humana. Los “libros intensitos”, los “libros por” y los “libros para” proliferan como setas, copan las listas de ventas y no dejan resquicio para que aflore la verdadera belleza. Una visión de la literatura más comercial que Freddy Gonçalvez invitaba a combatir desde la lectura analítica y compartida. Para deslavazar obras que tienen más que ver con la autoayuda, la pedagogía y el exorcismo de los traumas personales, necesitamos un ejercicio crítico en el que la comparativa desmonte las facetas menos artísticas del mercado editorial.
Por otro lado y enlazando con lo anterior, el mercado también se hace eco de esos temas controvertidos o inapropiados para ensalzar el valor (pseudo)literario de algunas producciones. Una exaltación de la censura que sirve como reclamo de ventas entre ese público infantojuvenil que busca en la subversión y el libertinaje un modo de contrarrestar las convenciones del mundo adulto. ¿Censura o campañas de publicidad inmejorables?


La última pregunta que recuerdo de Sònia fue ¿Existe censura en la mediación? Contó con muchos puntos de vista, gracias en gran medida a las aportaciones de los asistentes. Veamos...
Hablamos de la censura intrínseca que favorece la propia industria y una elevada producción (unos 7000 títulos según las estadísticas que manejaba Ana Garralón). Familias, docentes, bibliotecarios y otros mediadores dirigen su foco a aquellas obras con mayor repercusión en el mercado, bien por desconocimiento del resto, bien por diferentes estrategias publicitarias, al tiempo que olvidan otras que bien merecen ser leídas. Es imposible estar al día y el propio sector silencia libros que pasan inadvertidos a pesar de su gran calidad literaria.
Esta realidad se enlazó con la censura en la biblioteca. Aunque las estadísticas nos digan que los libros más demandados por los usuarios pertenecen al circuito más comercial, la biblioteca, como institución pública que está al servicio de todos los ciudadanos, tiene que romper una lanza por la mediación plural diseminando otro tipo de producciones literarias para que esa inercia social no se traduzca en censura cultural.


Se apuntó también a la obligatoriedad de la lectura en las aulas (para algunos, la imposición es censura) y la necesidad de diversificar lecturas donde el canon y otras formas literarias, como la novela gráfica o el libro-álbum, coexistan para ofrecer un selección equilibrada en opciones, intereses y finalidades.
Al hilo de esto, se añadió la necesidad que crear itinerarios lectores para ensalzar la mirada literaria sin prejuicios hacia obras de diferente naturaleza, una práctica que ejemplificó Santiago Rico en la parte de su ponencia que relacionó El cerdito amable de Beatrix Potter con La metamorfosis de Kafka o los clásicos griegos.
También se señaló a esa censura que supone la sobreprotección hacia la infancia (No quiero un libro que hable de cosas ajenas a la vida de mí nieta o que la pueda incomodar) y la necesidad de romper con esas preconcepciones buenistas de la mediación lectora.
Y para terminar, hablamos de una paradoja: es bastante curioso que al libro se le pongan limitaciones de contenido, cuando la mayor parte de los niños y jóvenes tienen acceso a todo tipo de información a través de internet y las redes sociales. La sociedad es permisiva con el uso de los dispositivos electrónicos, pero sin embargo, no le pasa una al libro, ese objeto de deseo que, venerado por lectores y no lectores, se supone que contiene la verdad absoluta e inmutable aunque se encuentre en pleno proceso de devaluación cultural. Incomprensible.


Y con estoy y unas empanadillas riquísimas, me despedí de Salamanca hasta nuevo aviso. 
Mil gracias a los organizadores por pensar en mí, a los compañeros por sus contribuciones tan inspiradoras y a los asistentes por el interés y cariño en esta jornada tan agradable como nutritiva.

3 comentarios:

  1. muchas gracias Román, estupendo resumen, como siempre, me hubiera encantado estar allí más no pude. un abrazo de Bola de Valladolid

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  2. Muy interesante, como siempre. Muchas gracias

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  3. Muchas gracias por el artículo.

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