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lunes, 13 de mayo de 2024

Vidas cruzadas


Llamamos novela coral a la obra de narrativa, generalmente ficcional, que está protagonizada por varios personajes con similar protagonismo y que se encuentran conectados en ese todo que constituye el argumento.
En la literatura para adultos hay muy buenos ejemplos de novela coral. La colmena, Suite francesa, Mientras agonizo o La asombrosa tienda de la señora Yeom se perfilan dentro de una categoría que, a pesar de tener mucho que decir, es un estilo bastante minoritario. Esto puede deberse a muchas razones. La más relevante quizá sea esa dificultad para crear/seguir la línea argumental y establecer los nexos de unión entre los protagonistas.


Al principio, quizá sea complicado situarse en múltiples planos personales donde los diferentes puntos de vista suponen cierta agudeza intelectual, pero con el paso de las páginas, el relato se llena de matices que propician una experiencia estética todavía más enriquecida que la de otro tipo de novelas.
Si bien es cierto que la novela coral no es tan identitaria como la convencional, sí es más caleidoscópica, algo que se agradece en unos tiempos tan revueltos como los actuales, en los que etiquetas y ofendiditos no permiten el ejercicio libertario que se presupone en las sociedades avanzadas.
Cuando lidiamos con otras miradas, con otros reflejos dentro de un mismo contexto literario, también participamos de estos, algo que se agradece en una realidad sectaria como la que vivimos, donde la corrección política, la superioridad moral y el aleccionamiento buenista laceran al más insignificante de los seres humanos.


Es bueno denotar que, en cierto modo, todos estamos conectados. La de la humanidad es una historia conjunta y nuestras vidas se entremezclan en un maremágnum de alegrías y sinsabores del que participamos todos desde nuestras circunstancias, pero sin obligaciones ni responsabilidades.
Para dar visibilidad a dos álbumes corales y ejemplificarles un poco sobre estas conexiones invisibles que nos unen a otros desconocidos, hoy les atizo con Un paraguas de mariposas blancas de Frahad Hassanzadeh y Ghazaleh Bigdelou (editorial La Maleta) y Las personas son hermosas de Baptiste Beaulieu y Qin Leng (editorial Petaletras), dos libros que contienen dos historias colectivas muy apetecibles.


El primer álbum sucede durante el Nowruz, una fiesta de origen persa que acontece el primer día de primavera. El mercado bulle de actividad y en la calle se agolpan los coches. Atousa espera a que la señora Shirin remate su vestido, Ardalan y el señor Parvizi hacen cola en la barbería y Maryam y Alí intentan vender todas sus flores antes de que caiga la bola y anuncie la llegada del Año Nuevo. Pero, como en toda buena historia que se precie, suceden un montón de percances que hacen del fin de año una suerte de despropósitos. ¿Llegarán todos a tiempo a sus hogares?


A caballo entre el álbum y el cómic, este libro delicado donde las carambolas tienen mucho que decir, se llena de contratiempos narrativos que tirando y aflojando de la acción, lo convierten en una historia llena de tensión. Ambientada en una tarde lluviosa, esta ciudad de Oriente Próximo, se llena de tonos grises que, de manera repentina, quedan eclipsados por elementos rojos y amarillos. Me encanta el uso de luz y la gran variedad de planos utilizados, pero sobre todo esa mariposa amarilla que sobrevuela una historia tan cotidiana como encantadora.


La segunda propuesta nos cuenta la historia de Papou y su ojo clínico, uno que ha ido entrenando durante toda una vida dedicada a la medicina. Mientras se dirige a la Torre Eiffel con su nieta, le enseña a mirar en el interior de las personas con echarle un vistazo a su fisionomía. Cada ser humano esconde una historia. Solo hay que aprender a desentrañarla. Haciéndolo, nuestra percepción sobre los demás cambiará ipso facto.


Hakim, Maryline, Lionel, Rebecca o Antoine son los nombres que llenan las páginas de un libro que se desliza entre las conjeturas y la realidad (¿Será verdad todo lo que cuenta el abuelo? ¿Sabrá la vida de todas esas personas?). Sus jorobas, su delgadez extrema o su cuerpo rechoncho sirven de excusa a este médico jubilado para acercarse a la belleza que guarda nuestra vida interior. 


Aderezado con un París lleno de luz, color y gentileza, este paseo acompañado de gente (des)conocida con un ligero sabor al ¿Quién es quién?, me ha sacado una sonrisa, más todavía si hago el ejercicio propio de hurgar en los entresijos de mi propia historia, una que, seguro, no dejaría indiferente a nadie por mucho que se haya cruzado conmigo.

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