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lunes, 30 de septiembre de 2024

Insignificantes


Llevamos tres semanas de clase y asoman los primeros problemas en las aulas. Unas llorando por las esquinas, otros dándose de ostias en la salida, muchos enamorados y los menos, planeando una huida. Así ¿quién va a prestarle atención a las clases? Pues nadie.
Lo mejor es atajar los problemas cuanto antes, no sea que todo se desmadre y sea imposible seguir con lo que nos ocupa.
Coges el teléfono y llamas a sus padres. “Buenos días”. “Buenos días”. Explicas el circo y empiezan a despotricar. Que si son unos irresponsables, que si viven muy alegremente, que no saben lo que es pagar facturas ni tener mil y una responsabilidades… Yo callo y asiento como buen terapeuta público (que para eso me pagan), mientras pienso en quiénes tendrán problemas más acuciantes, ¿padres o hijos?


No me quiero ni imaginar por lo que pasan muchos de mis alumnos a diario. Centros de acogida, adicciones variadas, divorcios imposibles, traslados de centro o de localidad, acoso escolar o embarazos no deseados. No me gustaría estar en su pellejo, la verdad. Así que concluyo que los segundos.
No voy a negar que la vida del adulto sea diferente, quizá más rutinaria, menos explosiva y vertiginosa, pero hay que ser conscientes de que, en lo que a problemática se refiere, cada edad tiene sus cuitas, sobradamente equiparables por mucho que nos neguemos a admitir que todo depende de la importancia que le demos a nuestro ombligo y de la capacidad que tengamos a la hora de gestionarlos. Que ya les digo yo, que vejez y resiliencia muchas veces no van de la mano.


Y si no me creen, les dejo con Nosotros, los pequeños, un librito de Andrea Espier que acaba de ser publicado por Tres Tigres Tristes. Aparentemente sencillito es capaz de punzarnos por dentro de manera sutil, pero muy efectiva.
En él, la autora oscense nos narra los problemas cotidianos de los chiquillos. Que si no saben atarse los cordones, cruzar una calle atestada de coches, hacer la compra con buen criterio, estarse quietos o sentirse perdidos. Un sinfín de situaciones cotidianas que son importantes para todas las criaturas, sea cual sea su tamaño…


Esta oda a la infancia desde esa mirada un tanto condescendiente que tienen los adultos también presenta sus vueltas... Por un lado, el protagonista le da importancia a sus problemas, por otro hace una llamada de atención a todos esos adultos que, subestimando sus capacidades, son igual de frágiles que los niños y se pueden sentir abrumados por la mínima traba.
Dirigido a un público de lecturas reflexivas y con espíritu crítico, este álbum se adentra en recovecos narrativos con cierta enjundia. Guardas a modo de prólogo y epílogo, figuras adultas que parecen ausentarse a modo de neblina, que permanecen ajenas a la acción, un mundo sobredimensionado y mucho juego de planos, aúpan una historia cotidiana que, con mucho humor (algunas disyunciones y parodias me han sacado más de una sonrisa), nos interpelan a favor de la infancia y nos señala con insignificancia a pesar de peinar canas.

4 comentarios:

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