Contacto

jueves, 20 de febrero de 2025

Apelativos empalagosas


Últimamente, denoto mucha condescendencia en el trato que damos y recibimos en esta España nuestra. Hay algo más allá de las palabras que realmente me preocupa, pues esa ñoñería tan manifiesta que se respira en hogares, centros laborales y grupos de amigos, no es más que la ridícula impostura a la que nos sometemos a diario los seres humanos.
Bombón, guapo, corazón, amor… Son algunos de los apelativos que más oímos a diario. Toda una suerte de palabras donde ese cariño que otrora se presuponía aunque utilizáramos otro tipo de vocablos, se hace superlativo para enmascarar las carencias, debilidades o complejos con los que lidiamos en la era de la apariencia.


No veo tan necesario dirigirse a los cercanos en términos de telenovela venezolana. Además de hiperbólico, suena forzado. No denota ternura, sino empalague. Con los hijos, con las parejas, con los padres, con los abuelos, con los alumnos o con los clientes, pierden su sentido de tanto utilizarlos.
Los “te quiero” de antaño tenían más sabor que esos que resuenan a diario como mantras terapéuticos que, además de fuegos artificiales, validan el discursito frágil y pueril de una psicología positiva que embebe todo de buenas maneras y suaves arengas, incluidas las parcelas más íntimas y personales. Coletillas exentas de toda lógica en un mundo cada vez más absurdo. Me apuñaló mientras me llamaba “cielo”. Una fantasía sin parangón.


Nunca he oído a mis padres dirigirse el uno al otro de esa manera. Como cualquier pareja, tenían sus propios códigos, pero esa dulcificación tan de moda entre los tórtolos del siglo XXI, hace estremecerse a cualquiera. Tan manida, tan evidente, tan asquerosa.
Y entre padres e hijos, ya ni hablemos… Por eso mismo, me voy a acercar a este tema con Esto es muy extraño… un álbum de Matilde Tacchini y Mercè Galì que acaba de publicar Kalandraka.
En esta pequeña historia dirigida a los primeros lectores, un chiquillo se pregunta por las razones que llevan a su familia y otras personas llamarlo por diferentes nombres de animales. Unas veces es un ratón, otras es un mono, un koala, un pollo, un lirón o un pez. ¿A qué se deberá esta extraña manía? ¿Habrán salido locos o tienen que graduarse la vista?


Así, las autoras entresacan situaciones cotidianas en las que los niños realizan gestos o actividades que recuerdan a muchos habitantes de los zoológicos, lo que por un lado sirve de gancho humorístico y por otro tiene que ver con lo identitario, más si cabe cuando los adultos se empeñan en sus excesos.
Un libro tierno para regalar a padres con poca imaginación que siempre utilizan las mismas coletillas para dirigirse a sus hijos. Lo que me hace recordar el “zángano” y el “pájaro” que siempre ha usado mi padre para dirigirse a los niños pequeños, incluido un servidor.

4 comentarios:

  1. Fantastic website. A lot of helpful info here. Thanks to the effort you put into this blog

    ResponderEliminar
  2. I located the information very useful. You're a great author in this generation, thanks

    ResponderEliminar
  3. I'm satisfied that you simply shared this helpful information. Stay us informed.

    ResponderEliminar
  4. You must continue your writing. I’m confident, you’ve a huge readers’ base already!

    ResponderEliminar