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viernes, 26 de septiembre de 2008

Con cuatro esquinas...


Los entendidos en palabras dicen que en los libros hay frases que, cuando las lees, son capaces de estremecerte. Pero ¿esto siempre sucede con la misma frase, el mismo fragmento? Mi naturaleza de científico –la poca que tengo- decidió un día poner a prueba el efecto de esas “lápidas” literarias. Empecé a recordar obras que contuviesen alguna frase sorprendente, que me hubiesen erizado el vello, y di con algunos títulos. Excavé entre los volúmenes de mi biblioteca y empecé a releer. Tras leer tres títulos y no habiendo obtenido con ninguno de ellos las mismas o semejantes sensaciones que en el día de la primera lectura, desistí, concluyendo con que, muchas obras, dependiendo del instante de su lectura, causan un efecto u otro sobre un mismo lector. Y con esa cantinela, compartida con muchos lectores ajados y experimentados, he ido desmoralizando a todos los lectores noveles que tienen su primera experiencia mística con esta o aquella novela de moda.
Hace un par de años, pidiendo consejo bibliográfico para ciertas jornadas por el llamado Plan de Lectura, Beatriz, de la Sección de Programas de la Red de Bibliotecas Municipales de Albacete, me recomendó cierto libro que no conocía, Por cuatro esquinitas de nada, de Jérôme Ruillier –Editorial Juventud-, aduciendo a su favor que fue todo un éxito en el programa de Cuentacuentos. Sopesé con ciertas dudas el título, pero finalmente, opté por buscarle un sitio en mi maleta. Una vez llegado el momento, rodeado por quince maestros y algún que otro despistado, cogí el libro entre mis manos y empecé a contar la historia que entre sus páginas estaba encerrada…: que si los redonditos por allí…, que si cuadradito por allá…., que si el uno…, que si los otros…, hasta que llegué al punto mágico del relato… Entonces, recortan cuatro esquinitas, cuatro esquinitas de nada… y se me anudó la garganta, y se me secó la lengua, y casi se me aguan los ojos… ¿Y saben qué?... Desde ese día, en todos los cursos que imparto, leo ese libro, y se me anuda la garganta, y se me seca la lengua, y casi se me aguan los ojos. Y así, con cuatro esquinitas de nada, animo a que los demás lean, a que se les anude la garganta, a que se les seque la lengua y a que se les agüen los ojos.

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