Para Encarnita, que sé lo que le gustan estas cosas....
En épocas de crisis como la que estamos sufriendo, esto de pensar no es recomendable para la salud... Al final, uno acaba embadurnado de pesimismo y no ve la luz al final del túnel. Supongo que esta situación no vaticina el final de nuestra existencia, a lo sumo, la dificulta, así que no debemos augurar epitafios tremendistas. De todos modos, aquí, en este terruño, lo único que no perdona es la muerte. No vea el lector grandes desgracias en estas palabras pues no es momento de tragedias griegas.
La muerte es lo único efectivo, tanto, que nos deja bien tiesos –como Hacienda…, siempre jodiendo-. Sin ánimo de frivolizar, hay que ponerse en el pellejo de los moribundos, que, lejos de angustiarse por haber perdido la nómina, arruinarse con las acciones de Vallehermoso® o quedar embargados por el banco, están pendientes de sujetar la vida al pellejo a base de grapas de tapicero, de esas bien recias. Esta claro que si nos ponemos a perder, prefiero perder los cuatro duros que tengo ahorrados, a dejar por el camino ese soplo divino que me mantiene vivo.
Aunque la temática del álbum ilustrado ha cambiado considerablemente desde los inicios del género y suele ser de lo más variada, no es muy frecuente hablar de ataúdes y ritos funerarios en este formato, pues se sobreentiende que los lectores más pequeños no entienden de cosas tan ¿siniestras? Lo cierto es que tampoco hay que monopolizar el género con historias tétricas, así que, conformémonos con los buenos ejemplos existentes en el mercado.
De entre los pocos títulos que versan de muertes, por hablar de uno (advierto que me chiflan casi todos), elijo Una casa para el abuelo, de Grassa Toro e Isidro Ferrer (Libros del Zorro Rojo, otrora en la editorial Sins-entido). Nos cuenta de los preparativos que una familia lleva a cabo para honrar a la figura del abuelo, es decir, de costumbres y ritos funerarios. No quedando contentos con su enterramiento, deciden construir una vivienda sobre el túmulo (asunto muy oscuro pero que, con cierto toque de humor negro, nos aproxima a una realidad insalvable).
Para mi gusto es de lo mejorcito que han hecho este tándem maño. Por un lado el texto parco y sincero que desde la voz de un nieto nos narra una acción donde caben el humor, la tristeza, la dulzura y el entendimiento. Por otro las bien llevadas ilustraciones elaboradas en técnica mixta por Isidro Ferrer. De gran proximidad y coloristas nos ayudan en ese viaje hacia el duelo y el viaje interior.
Léanlo. A mí me encandila. Decidan si es también de su agrado.
Léanlo. A mí me encandila. Decidan si es también de su agrado.
Jacques-Louis David. 1793. La muerte de Marat.
Gracias Román por tu dedicatoria y por hacer que cada vez que leo tu página disfrute ese momento especialmente.Los libros que conozco y comentas por que coincido plenamente y los que descubro por que igualmente me encantan.Tengo pendiente de entregarte ese marcapáginas tan especial a través de nuestra intermediaria.Encarnita
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