Para poder actualizar este espacio suelo urdir alguna que otra artimaña y robarle así unos minutos al paso del tiempo, por ello, si entre col y col plantamos una lechuga, entre títere y títere, un servidor redacta las noticias que pueblan este blog. Si a esta escasez de tiempo agregamos la crisis de fluidez literaria que padezco, les recomiendo que no esperen demasiado de este breve intento ensayístico (será mejor para la omnipresente sensación de decepción que asola nuestros corazones humanos). Esto de escribir, como todo, tiene su aquel, así que, sin más, discúlpenme. Y empezamos:
En la tarde de ayer, envuelto por el viento que recorre la pampa manchega y la ligera tibieza del sol, olía a primavera. Así es la memoria olfativa…: regresando viejos papeles, antiguas imágenes, que no contenta con devolverme el frescor primaveral, también trae a mí los perfumes de las últimas tardes de agosto, esas en las que ya huele a feria, a todas las ferias de la infancia…
La primavera lo inunda todo, desde los paseos, hasta los rincones más chiquitos, llenando los columpios, los colegios y hasta las bibliotecas. Así que, gracias a estas experiencias sensoriales, la recomendación (cómo no) de este lunes tranquilo huele a primavera (por lo menos para mí), pese a la cursilería que entrañan sus páginas.
Adivina cuánto te quiero, obra cumbre de Sam McBratney y Anita Jeram es el álbum ilustrado preferido por todas las madres (a veces también padres) de este país y parte del extranjero, o al menos eso es lo que afirman muchos libreros. La historia de estas dos liebres, la grande y la chica, enzarzadas en una discusión de considerable tamaño afectivo, además de haberse convertido en un excelente ejemplo de la afectividad paterno/materno-filial, sucede en una tarde primaveral de la campiña inglesa (imagino, que para eso tengo una protuberancia llamada “cabeza” entre ambos hombros), donde puede nacer cualquier cosa, desde el verdín hasta los sentimientos más puros.
En la tarde de ayer, envuelto por el viento que recorre la pampa manchega y la ligera tibieza del sol, olía a primavera. Así es la memoria olfativa…: regresando viejos papeles, antiguas imágenes, que no contenta con devolverme el frescor primaveral, también trae a mí los perfumes de las últimas tardes de agosto, esas en las que ya huele a feria, a todas las ferias de la infancia…
La primavera lo inunda todo, desde los paseos, hasta los rincones más chiquitos, llenando los columpios, los colegios y hasta las bibliotecas. Así que, gracias a estas experiencias sensoriales, la recomendación (cómo no) de este lunes tranquilo huele a primavera (por lo menos para mí), pese a la cursilería que entrañan sus páginas.
Adivina cuánto te quiero, obra cumbre de Sam McBratney y Anita Jeram es el álbum ilustrado preferido por todas las madres (a veces también padres) de este país y parte del extranjero, o al menos eso es lo que afirman muchos libreros. La historia de estas dos liebres, la grande y la chica, enzarzadas en una discusión de considerable tamaño afectivo, además de haberse convertido en un excelente ejemplo de la afectividad paterno/materno-filial, sucede en una tarde primaveral de la campiña inglesa (imagino, que para eso tengo una protuberancia llamada “cabeza” entre ambos hombros), donde puede nacer cualquier cosa, desde el verdín hasta los sentimientos más puros.
¿Será mamá liebre o será papá liebro?
ResponderEliminarNadie lo sabe...
ResponderEliminarQué libro! Un mimo más que libro...
ResponderEliminarUn poco empalagoso para mí, que soy madre. Pero bueno, las ilustraciones son muy bonitas, la verdad. Un saludito, Miriam
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