La semana pasada, dado este periodo vacacional que disfruto (¿o sufro?) acudí al cine a alimentarme del séptimo arte (aunque últimamente está bastante difícil, tanto por el precio, como por la calidad de las películas, hay que reconocerlo), de la mano de Clint Eastwood y su obra El intercambio. La recomiendo enormemente. Es un filme sencillo, sin pretensiones, que desarrolla una historia un tanto escabrosa y que, pudiendo caer fácilmente en el filme lacrimógeno, no lo hace resolviendo bien la trama. Aún así les digo, que si esperan encontrarse con uno de esos bonitos finales azucarados, olvídense. Además del argumento, Eastwood realiza una crítica durísima hacia el poder y la corrupción (como ya nos tiene acostumbrados), y sopesando de nuevo el valor y la integridad del entramado social, del individuo de a pie. Clint sigue creyendo en la sociedad civil. Siento decepcionarles pero un servidor no comparte esa postura. La realidad que percibo es otra.
Vivo en un país mediocre (eso no cambia nada: es mi país, mi patria), atestado de servilismo político, donde se encasilla y se juzga a diestro y siniestro, terruño de analfabetos dedicados al pillaje indigno en el que todo vale. Este país, prolífico en eruditos de mírame-y-no-me-toques, faltos de vergüenza, humildad y sobre todo liberalismo, va y viene como el Guadiana, y es que, mamando a este o al otro (como tiene que ser, que para eso somos españoles), es lo que se consigue: un día arriba y al siguiente abajo. En fin, España, ese país donde la sociedad civil está más vendida que esos politicastros hambrientos de tres al cuarto por lo que, lo más que podemos esperar es que esa misma sociedad civil nos eche la soga al cuello.
Y les sugiero una cosa, gástense algo de la buchaca y vayan a disfrutar del papel de la Angelina Jolie, y luego discutiremos de lo que hubiese pasado si la película hubiera acontecido en este país: en vez del culpable, con toda probabilidad la ahorcada hubiese sido la señora Collins.
Vivo en un país mediocre (eso no cambia nada: es mi país, mi patria), atestado de servilismo político, donde se encasilla y se juzga a diestro y siniestro, terruño de analfabetos dedicados al pillaje indigno en el que todo vale. Este país, prolífico en eruditos de mírame-y-no-me-toques, faltos de vergüenza, humildad y sobre todo liberalismo, va y viene como el Guadiana, y es que, mamando a este o al otro (como tiene que ser, que para eso somos españoles), es lo que se consigue: un día arriba y al siguiente abajo. En fin, España, ese país donde la sociedad civil está más vendida que esos politicastros hambrientos de tres al cuarto por lo que, lo más que podemos esperar es que esa misma sociedad civil nos eche la soga al cuello.
Y les sugiero una cosa, gástense algo de la buchaca y vayan a disfrutar del papel de la Angelina Jolie, y luego discutiremos de lo que hubiese pasado si la película hubiera acontecido en este país: en vez del culpable, con toda probabilidad la ahorcada hubiese sido la señora Collins.
Nota: Imagen de Edward Hopper (desconozco el título)... Recuérdenlo a la hora de ver la película
Hola, descubrí tu blog por casualidad. Soy ilustradora y me llaman mucho la atención los cuentos infantiles, deformación profesional sera. Me gustan las recomendaciones de libros que haces. Me pasaré de vez en cuando por tu página. Un saludo y feliz año.
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