A veces es imposible no desilusionarse ante la realidad bibliográfica… Les cuento… Hace cosa de un mes, cierta amiga bibliotecaria me prestó No se lo cuentes a los mayores[1], y uno, como es tan bienmandado, se lo leyó (es lo que se hace con los libros, además de adornar y usarlos de pisapapeles). Entre las referencias bibliográficas que apunté, estaba la de Winnie-the-Pooh. La verdad es que siempre me había llamado la atención este personaje de A. A. Milne, así que, animado por el estudio de Alison Lurie y mi curiosidad, me dirigí a la biblioteca para echarle un ojo. Y cual fue mi sorpresa al corroborar que, la primera y más famosa entrega de la serie de este oso de peluche, no estaba en ninguna biblioteca de mi ciudad. Desolación, no cabe otra… El único consuelo que tuve fue el de encontrar otro título El rincón de Puh. Y como a falta de pan, buenas son tortas, me leí ésta, que hoy les comento.
Aunque todos los juguetes que rodean el mundo de Christopher Robin (personaje basado en el homónimo hijo del autor), el más especial es Winnie the Pooh. Este oso goloso y despistado que tanto dinero a dado a la factoría Disney®, es la figura central de las narraciones de A. A. Milne, pese a lo distorsionada que aparece su marcada personalidad en la versión animada. Pooh es el símbolo inexcusable de la niñez. Su calidez, ignorancia y simplicidad se mezclan con la desbordante imaginación y lo inteligente de sus razonamientos (aunque a veces puedan parecer lo contrario). Mientras pasaba las páginas de este libro, Pooh se revelaba ante mí como un guía, no sólo de Christopher Robin, sino también de Porquete, Kanga, Iíyoo o Tigle (dejemos a Búho a un lado esta vez)…
Me permito la licencia de dejar inconclusa esta reseña porque espero, gracias al catálogo conjunto que se ha desarrollado en las bibliotecas de mi región, poder leer la obra original y terminar otro día lo que hoy he empezado. Pero por si quieren leer El rincón de Puh (editorial Altea, hoy seguramente descatalogado), les adelanto un fragmento:
Puh se quedó pensativo al oír esto, y luego murmuró para sí mismo:
“Más por muchos chelines que pudiera pesar,
siempre parece grande, pues brinca sin parar.”
“Y éste es todo el poema”, dijo. “¿Te gusta, Porquete?”
“Todo excepto los chelines”, dijo Porquete. “No creo que vayan bien ahí.”
“Querían colocarse después de muchos”, explicó Puh, “así es que les dejé hacerlo. Es la mejor manera de escribir poesía, dejar que las cosas se coloquen.”
Aunque todos los juguetes que rodean el mundo de Christopher Robin (personaje basado en el homónimo hijo del autor), el más especial es Winnie the Pooh. Este oso goloso y despistado que tanto dinero a dado a la factoría Disney®, es la figura central de las narraciones de A. A. Milne, pese a lo distorsionada que aparece su marcada personalidad en la versión animada. Pooh es el símbolo inexcusable de la niñez. Su calidez, ignorancia y simplicidad se mezclan con la desbordante imaginación y lo inteligente de sus razonamientos (aunque a veces puedan parecer lo contrario). Mientras pasaba las páginas de este libro, Pooh se revelaba ante mí como un guía, no sólo de Christopher Robin, sino también de Porquete, Kanga, Iíyoo o Tigle (dejemos a Búho a un lado esta vez)…
Me permito la licencia de dejar inconclusa esta reseña porque espero, gracias al catálogo conjunto que se ha desarrollado en las bibliotecas de mi región, poder leer la obra original y terminar otro día lo que hoy he empezado. Pero por si quieren leer El rincón de Puh (editorial Altea, hoy seguramente descatalogado), les adelanto un fragmento:
Puh se quedó pensativo al oír esto, y luego murmuró para sí mismo:
“Más por muchos chelines que pudiera pesar,
siempre parece grande, pues brinca sin parar.”
“Y éste es todo el poema”, dijo. “¿Te gusta, Porquete?”
“Todo excepto los chelines”, dijo Porquete. “No creo que vayan bien ahí.”
“Querían colocarse después de muchos”, explicó Puh, “así es que les dejé hacerlo. Es la mejor manera de escribir poesía, dejar que las cosas se coloquen.”
[1] LURIE, Alison. 1998. No se lo cuentes a los mayores. Literatura Infantil espacio subversivo. Fundación Germán Sánchez Ruipérez: Salamanca.
Descubrí a Puh gracias a la recomendación de Pablo Albo, y fue un grato y sorprendente encuentro: nada que ver con el empalagoso monstruito que tiene secuestrado Disney...
ResponderEliminarUna muy buena edición es la de la Colección Avatares de la editorial Valdemar. Los dibujos originales SON LINDOS. No desprecio a Disney, pero no tienen nada que ver. Saluditos, Miriam
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