A mis alumnos de bachillerato del I.E.S. "Leonardo Da Vinci"
Pensamientos en voz alta: “Tengo acojonados a mis alumnos de bachillerato. Pobres… Tienen muchas razones para odiarme… Que si les explico demasiadas cosas, que si les obligo a entregarme trabajos faraónicos, que si eliminan la materia de los exámenes parciales con una calificación igual o superior a siete… Hay un motivo para todo esto: que aprendan lo máximo posible, que no sean ignorantes, el peor de los castigos... Sólo pueden llamarme de una forma, y para evitar que emerja de sus labios, me lo llamaré yo: soy un cabrón… ¿Por qué seré tan buen profesor?... Sonrío, no lo puedo evitar… Lo mejor de todo es que los chicos dan la talla y, aunque algunos de ellos tengan alma “revolucionaria” (mejor sería calificarla como “de quejicas”), logran salir triunfantes de las numerosas batallas a las que les obligo a enfrentarse. Son duros estos chavales… A pesar de todo creo que me adoran. El primer motivo es porque soy guapo, simpático y listo (ahora es cuando les toca reírse a ustedes… y a mí… Ja, ja, ja, ja), el segundo es porque les relato todo tipo de asuntos y se echan unas carcajadas a mi costa y el tercero es porque los llevo de viaje… A lo que yo me pregunto: ¿Es preferible ser el típico profesor o seguir con estas técnicas de amor-odio?”
Digan lo que digan, estos sentimientos encontrados son experimentados por cualquier ser humano -o divino-. Lo que está claro es que no somos tan autómatas y que, lejos de ser meros ingenios robóticos (cosa que están consiguiendo los medios de comunicación y otras lacras sociales), los seres humanos tenemos nuestro corazoncito que, a veces, se encuentra con dilemas poco deseables. ¡Que se lo digan a Petit, el monstruo! Este personaje, creado por la ilustradora argentina Isol, como cualquier otro representante de la especie Homo sapiens, tiene estas serias disputas interiores. Y, prefiriendo no desvelarles más aspectos de esta pequeña obra, Petit, el monstruo (les vuelvo a repetir el título por si su integración en la disquisición no les ha permitido reconocerlo), voy a ver si ideo alguna barrabasada científica para mis queridos alumnos de bachillerato.
Digan lo que digan, estos sentimientos encontrados son experimentados por cualquier ser humano -o divino-. Lo que está claro es que no somos tan autómatas y que, lejos de ser meros ingenios robóticos (cosa que están consiguiendo los medios de comunicación y otras lacras sociales), los seres humanos tenemos nuestro corazoncito que, a veces, se encuentra con dilemas poco deseables. ¡Que se lo digan a Petit, el monstruo! Este personaje, creado por la ilustradora argentina Isol, como cualquier otro representante de la especie Homo sapiens, tiene estas serias disputas interiores. Y, prefiriendo no desvelarles más aspectos de esta pequeña obra, Petit, el monstruo (les vuelvo a repetir el título por si su integración en la disquisición no les ha permitido reconocerlo), voy a ver si ideo alguna barrabasada científica para mis queridos alumnos de bachillerato.
¡Claro que sí! La mejor pedagogía es justamente la que describís, especialmente tratándose de adolescentes. Si no es amor-odio, no es nada... Ahora, yo me pregunto, ¿tus alumnos no leen este blog? A ver si empiezan a llegar sus comentarios...
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