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viernes, 3 de abril de 2009

Poesía en el frigorífico


Es curioso lo cara que está la vida… Será “la sociedad del bienestar”, como decía el imbécil aquel… Lo peor de todo es cuando uno se pone a adecentar el hogar. Que si vajilla, detergente, lavadora, mesas y sillas, cubiertos y armarios, perchas y cuadros, pinzas para la ropa, un poquito de pintura y miles de tontunas... En fin, que entre visillos, colchas, cojines y cortinas, hace falta mucha tela que cortar… Y si ya nos metemos en harina, no hablemos de cocinas, donde he aprendido que, lo único verdaderamente imprescindible, aparte de un hornillo, es una buena nevera…

En la nevera un oso polar
se nos ha venido a instalar…
Él, feliz, pues de frío se debe reír.
Ahí amodorrado en el pescado,
las posaderas sobre la ternera,
las gruesas y peludas pezuñas
de lleno en la mantequillera,
él muerde que muerde fideos,
pica que pica tocinillos de cielo,
sorbe que sorbe la gaseosa,
lame que te lame cubitos de hielo.
Y te suelta tremendos rugidos
si abres la puerta por descuido.
A mí me da pánico pensar
que dentro me lo voy a encontrar,
pues en la nevera un oso polar
se nos ha venido a instalar.

Shel Silverstein
Oso intruso.
En: Hay luz en el desván.
2001. Ediciones B: Barcelona.

1 comentario:

  1. Hola, me gusta su blog. Respecto de esta entrada, le aporto una anécdota. A una amiga le regalaron un perro peludo, de esos de trineo, que adora el frío. En Cuba no podía hacer mucho, el pobre, y cada vez que ella abría su refrigerador, salía corriendo el animalito y se le colaba dentro.
    Los poetas captan esos instantes que parecen mágicos, como este.
    Saludos.

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