Hace unas horas que sufrí un empacho de evaluaciones, y lo cierto es que la duración de éstas no fue la causa. Lo que dio mucho de sí fue el contenido... Es como si en un mismo restaurante hubiese dos comensales, el uno alimentándose de toneladas de borrajas y el otro ingiriendo una píldora en la que se concentran diez kilos de chorizos con su correspondiente pringue. Imagine el resultado… Total “na”…
Menos mal que la cosa no fue como la evaluación pasada en la que a mis alumnos de bachillerato les dio por el motín (es una buena opción si tenemos en cuenta lo falta de romanticismo que está la profesión, la de estudiante y la de profesor) y casi se presentan a reventar esta fiesta de las calificaciones; menos mal que su tutora, con gran juicio y desorbitada pasión, los convenció de una retirada temprana, aplazando estas posturas de rebelión. Al día siguiente, decidí hablar con estos estudiantes que, con un dudoso respeto y algo de miedo, siguen mis clases. Tras un monólogo donde recogí mis posiciones respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje de la asignatura que imparto, me tomé la licencia de darles ciertos consejos entre los que se contaban el estudio continuado, templar las formas, controlar los nervios y no ser demasiado ambiciosos.
Muchos son los que nos aleccionan sobre lo bueno que es el inconformismo, de lo favorable que es para el crecimiento personal y engrandecernos como individuos y germen social, pero pocos son los que nos animan a hacernos unas curas de conformismo, tan necesario a veces. Sobre eso, de conformismo y de la búsqueda de la felicidad, debería haberles regalado (hace tres meses y ayer mismo, porque siguen con su títere…) una lectura que considero de gran valor pedagógico, Casi de Peter H. Reynolds, el también creador de El punto. Este libro-álbum narra la historia de Ramón que, tras muchas decepciones y gracias a la ayuda de sus hermanos, León y Marisol, llega a ser el casi-pintor que muchos desearían ser.
Menos mal que la cosa no fue como la evaluación pasada en la que a mis alumnos de bachillerato les dio por el motín (es una buena opción si tenemos en cuenta lo falta de romanticismo que está la profesión, la de estudiante y la de profesor) y casi se presentan a reventar esta fiesta de las calificaciones; menos mal que su tutora, con gran juicio y desorbitada pasión, los convenció de una retirada temprana, aplazando estas posturas de rebelión. Al día siguiente, decidí hablar con estos estudiantes que, con un dudoso respeto y algo de miedo, siguen mis clases. Tras un monólogo donde recogí mis posiciones respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje de la asignatura que imparto, me tomé la licencia de darles ciertos consejos entre los que se contaban el estudio continuado, templar las formas, controlar los nervios y no ser demasiado ambiciosos.
Muchos son los que nos aleccionan sobre lo bueno que es el inconformismo, de lo favorable que es para el crecimiento personal y engrandecernos como individuos y germen social, pero pocos son los que nos animan a hacernos unas curas de conformismo, tan necesario a veces. Sobre eso, de conformismo y de la búsqueda de la felicidad, debería haberles regalado (hace tres meses y ayer mismo, porque siguen con su títere…) una lectura que considero de gran valor pedagógico, Casi de Peter H. Reynolds, el también creador de El punto. Este libro-álbum narra la historia de Ramón que, tras muchas decepciones y gracias a la ayuda de sus hermanos, León y Marisol, llega a ser el casi-pintor que muchos desearían ser.
Dejo de visitarle unos días y, a la vuelta, parece que ha estado usted fisgando en la estantería de mis favoritos...
ResponderEliminarFeliz día, y felices vacaciones.