No sé si hacer de la muerte algo cotidiano comportará un avance o un retroceso, pero al vivir bajo el acecho de esa tupida sombra que al final nos cubre a todos, ricos y pobres, altos y bajos, se hace necesario estar preparado para lo que pueda suceder en cualquier instante.
En cierta conferencia para la obtención del título del antiguo C.A.P. (Certificado de Aptitud Pedagógica) aprendí que las sociedades occidentales viven bajo el yugo del infantilismo, es decir, alcanzar la edad adulta se ha convertido en una carrera de fondo y algunos de treinta y cinco tacos siguen comportándose como infantes de diez. Una evidencia de esta realidad, decía la ponente, era, por ejemplo, que los niños no entraban en contacto directo con la muerte hasta bien tarde mientras que en tiempos pasados era frecuente verlos presentes en entierros, misas y funerales, cosa que seguía ocurriendo en sociedades menos avanzadas donde la madurez se alcanza con apenas catorce años.
Aunque el lector me pueda rebatir que es algo incierto puesto que nuestros infantes saben demasiado de estas realidades gracias a los medios de comunicación, los videojuegos, el cine y otras miserias, le aviso que esta presencia masiva de muertes, violaciones, masacres, pornografía y vete-tu-a-saber-qué cosas más, más que educar y crear mentes críticas, despiertas y razonables, banalizan el mundo, desvirtuando su apariencia, lo que a veces puede producir efectos secundarios poco deseados.
Y aquí, dos títulos sobre la muerte:
Inés Azul del albaceteño de adopción Pablo Albo y otro Pablo, Pablo Auladell (Editorial Thule), es un libro-álbum de gran formato donde su protagonista (adivinen cómo se llama…) reflexiona sobre la muerte de un amigo. Las ilustraciones, todas ellas enmarcadas en azul –me recordó a esa alegoría del verde en los versos de Federico García Lorca-, quizá sean algo sombrías (es lo que tiene la muerte), pero muy evocadoras. El estilo del texto es extraño y llama a veces a la incomprensión... Abierto, unas veces técnico (véase los detalles sobre la enfermedad del amigo de la protagonista), otras veces poético (el tema lo requiere), pero lo mejor es que no nos deja indiferentes.
El segundo título, Paraíso, de Bruno Gibert (Editorial Los Cuatro Azules) posee un argumento semejante: el fallecimiento de un abuelo provoca en su nieto un cuestionario sobre los aspectos positivos y negativos del llamado paraíso. Pese a su pequeño formato he de admitir que me he enamorado de este libro, sobre todo porque conjuga en cada doble página y de manera magistral, las ilustraciones –señales de tráfico y otros pictogramas- con el texto. Otro título a tener en cuenta este año.
En cierta conferencia para la obtención del título del antiguo C.A.P. (Certificado de Aptitud Pedagógica) aprendí que las sociedades occidentales viven bajo el yugo del infantilismo, es decir, alcanzar la edad adulta se ha convertido en una carrera de fondo y algunos de treinta y cinco tacos siguen comportándose como infantes de diez. Una evidencia de esta realidad, decía la ponente, era, por ejemplo, que los niños no entraban en contacto directo con la muerte hasta bien tarde mientras que en tiempos pasados era frecuente verlos presentes en entierros, misas y funerales, cosa que seguía ocurriendo en sociedades menos avanzadas donde la madurez se alcanza con apenas catorce años.
Aunque el lector me pueda rebatir que es algo incierto puesto que nuestros infantes saben demasiado de estas realidades gracias a los medios de comunicación, los videojuegos, el cine y otras miserias, le aviso que esta presencia masiva de muertes, violaciones, masacres, pornografía y vete-tu-a-saber-qué cosas más, más que educar y crear mentes críticas, despiertas y razonables, banalizan el mundo, desvirtuando su apariencia, lo que a veces puede producir efectos secundarios poco deseados.
Y aquí, dos títulos sobre la muerte:
Sobre este tema a mí me apasiona El pato y la muerte, en Barbara Fiore. El planteamiento de que un pato pase acompañado por la muerte los últimos días de su vida es, si queremos, espeluznante, pero en el libro descubriremos incluso cierta ternura, dejándonos una pregunta en el aire, a la que no todo el mundo está dispuesto a responder. También me gusta cómo aparece en Mi miel, mi dulzura (Edelvives), donde a parte de la muerte, nos habla del duelo, en este caso de una niña ante la muerte de su abuela. Duros son El libro triste (RBA), o Más allá del gran río (Juventud), donde algo se encoge y se queda así al acabar.
ResponderEliminarSobre Inés Azul, he de confesar una difícil lectura por sus tiempos verbales que diluyen una línea temporal fácil de seguir y por esos redondeos finales que, alguno, queda excesivamente forzado. El trabajo de Auladell, sin embargo, sí que me gusta, identificando tanto a Inés, con una curiosa nariz de clown azul, como el mar, cielo, viento... Con ese color que inunda todo el libro.
Su lectura deja un sabor azul.
El segundo que comentas lo desconozco, pero lo buscaré.
Gracias. Un saludo.
Hola, a través del post de Te regalo un cuento me vine a topar con este útil y lindo blog, y así con esta entrada.
ResponderEliminarEl tema de la muerte también me parece apasionante, y por demás está decir que soy asidua lectora de libros álbum. Justo te iba a recomendar "El pato y la muerte", pero veo que mi vecino de arriba lo hizo ya. Pero bueno, hay un par de libros de ediciones SM que hablan del tema: "Salvavidas" (de Ricardo Chávez Castañeda e ilustrado por Aitana Carrasco) y "Yo espero" (de David Calli); también de Barbara Fiore hay uno que se llama "La fuga" y son puras imágenes que cuentan la historia de un hombre.
En fin, que es siempre grato encontrar alguien afín a uno. También tengo un blog sobre libros álbum que te invito a visitar: http://leanlirones.blogspot.com
Saludos!
el verde de Lorca es un verde absenta.
ResponderEliminarAuladell es un dibujante cojonudo, lo adoro!!!
enhorabuena por el blog, me volveré a pasar por aqui!!!! besitos.