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martes, 16 de junio de 2009

Preguntas y respuestas



Muchos son los que se extrañan de mi sempiterna (o eso intento) sonrisa y se pasan la vida preguntándome cómo la consigo –les aviso que hay cualidades que, lejos de ser innatas, necesitan cierto entrenamiento-. Unas veces respondo que se debe a la suerte y otras a que realmente soy un afortunado: tengo una familia que me quiere, un trabajo que me gusta, pocos amigos con los que comparto multitud de cosas, demasiados enemigos que me gastan malas pasadas y un sinfín de circunstancias más.
Pese a estas respuestas un tanto opacas (a veces tenemos que aprender a contestar lo que la gente quiere oír…), pienso que lo que más feliz me hace de todo lo que tengo es no pensar en lo que no tengo (¡Joder, me ha salido un trabalenguas!). La felicidad, la mayor parte de las veces, se resume en conformarse. Conformarse con una sonrisa a la que le falta un diente, conformarse con un paseo sobre el barro, conformarse con mirar las estrellas por un agujero, con una vieja silla, conformarse con un mal libro, conformarse con una tostada medio quemada, con una canción a medio cantar… Claro está que luego, cada uno tenga la potestad de querer, decidir y conseguir cambiar lo que no le agrade, cosa igualmente necesaria e independiente de la otra.
Sobre este tema, la felicidad o la infelicidad –según se mire- son miles los libros que se han escrito en la Literatura Universal (por no decir todos), y hoy, de entre estos he elegido un relato que es novedad editorial, Las tres preguntas, de León Tolstoi (en la edición de Gadir que les propongo, con ilustraciones de Raquel Marín), una pequeña fábula con tres preguntas y algunas respuestas.
Y, como punto final y por no dejarles con la duda, les diré que con lo que más me conformo es conmigo mismo mientras doy las gracias por vivir, por poder sentir todo lo que siento y por compartirlo con quien esté a mi lado en ese instante.

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