Acudir a una librería durante los últimos días de septiembre es la mejor forma de sufrir un colapso nervioso y vivir aterrorizado durante el resto del curso escolar. Esas descontroladas hordas de madres que babean por conseguir este o aquel cuadernillo absolutamente necesario para que su nene/a llegue al cenit del conocimiento, desatan verdadero pavor. Después de conocer la verdad sobre la desaparición de una librera a la que tenía mucho cariño, nunca se me ocurriría rechistar ante tanto alarde de voracidad.
La estrategia para que te zarandeen lo mínimo es esbozar una mueca despistada, sortear las fieras miradas de estas progenitoras (Padres de este país, ¿acaso no es tarea vuestra velar por el aprendizaje de vuestros vástagos? No os escondáis, sé que haberlos, haylos) y esconderse tras la estantería donde se ubican los álbumes ilustrados. Una vez allí, hay que buscar el lomo desconocido de algún volumen y, una vez hallado, abrirlo y toparte con los versos de un cubano que otrora fuera compañero tuyo de ponencias allá, a lo lejos, por estas tierras de queso y vino.
Así que, para esas madres desbocadas, van dedicados estos versos tan lluviosos de Aldo Javier Méndez que encontré hace unos días mientras ellas permanecían hipnotizadas por los libros de texto.
La estrategia para que te zarandeen lo mínimo es esbozar una mueca despistada, sortear las fieras miradas de estas progenitoras (Padres de este país, ¿acaso no es tarea vuestra velar por el aprendizaje de vuestros vástagos? No os escondáis, sé que haberlos, haylos) y esconderse tras la estantería donde se ubican los álbumes ilustrados. Una vez allí, hay que buscar el lomo desconocido de algún volumen y, una vez hallado, abrirlo y toparte con los versos de un cubano que otrora fuera compañero tuyo de ponencias allá, a lo lejos, por estas tierras de queso y vino.
Así que, para esas madres desbocadas, van dedicados estos versos tan lluviosos de Aldo Javier Méndez que encontré hace unos días mientras ellas permanecían hipnotizadas por los libros de texto.
¿A qué sabe la lluvia
cuando te besa?
Sabe a menta, a naranja,
a limón y a fresa.
¿Por qué lo sabes?
¿Tú la has besado?
¿Acaso crees que
me has engañado?
No te engaño, la miro
y la beso y la siento
y tiene los sabores
que yo me invento.
cuando te besa?
Sabe a menta, a naranja,
a limón y a fresa.
¿Por qué lo sabes?
¿Tú la has besado?
¿Acaso crees que
me has engañado?
No te engaño, la miro
y la beso y la siento
y tiene los sabores
que yo me invento.
Aldo Javier Méndez Camacho
Versos para leer con paraguas.
Ilustraciones de Mariela de la Puebla
2009. Alcala La Real: M1C
Creo que la cosa mejoraría sustancialmente si recorriesen las librerías descontroladas hordas de padres, ¿no?.
ResponderEliminarUn saludo
Carmen Solans
Se mantendría practicamente igual, la unica diferencia es que existiría algo de paridad.
ResponderEliminarUn saludo para ti también