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jueves, 24 de septiembre de 2009

Defectos y virtudes


Para los políticamente correctos.
Para los trabajadores sociales.
Para los asociacionistas.
Para los activistas.
Para Rafa.

Soy deslenguado, impertinente y un poco cabezón. Prejuicioso también (eso no lo he dicho yo, pero tomé nota en su día y aquí se lo transmito). Aunque tengo mis días, generalmente me muevo entre la ironía y el descaro, dos armas bastante necesarias en este mundo de altibajos. Haciendo caso de mi venerado Mark Twain, proclamo mi risa, esa que sigue especializada en devolver caricaturas de mí mismo... y de los demás.
No todo queda ahí. No.
Me parieron disonante, hartizo e inconsecuente, aunque estos defectos los guardo para momentos mas ingratos –no es bueno desentonar en exceso-. No sé si el saber odiar puede ser tara o acierto, pero el caso es que también lo transporto en mis genes en ciertos momentos (no se recomienda abusar de lo que no sabes controlar…). Otros me creen irascible -¿será por mi transparencia?-, charlatán y soez (me creo en el deber de enviarles a mi madre, ella sabrá mejor que nadie qué método de tortura entregarles para un correcto vapuleo de mi persona).
Si se empeñan, podrían enumerar muchos más defectos de mí, cosa para la que les doy el beneplácito. Pero eso sí, les aviso de que, para más INRI, el conformismo también mora en este saco de carne y huesos al que llamo cuerpo, por lo que termino esta ristra de despropósitos afirmando que me gusta como soy. ¿Y usted? ¿Se gusta?

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