Si la semana pasada me dediqué a ensalzar la pulcritud de mi madre, esta semana es el turno de mi señor padre (pongo en su conocimiento que con ello no tengo intención de reseñar Mi papá de Anthony Browne…, uno tiene recursos para todo y prefiero guardarme ese título en la recámara ya que nadie sabe cuando tendré que usarlo como artillería pesada).
Por si no lo sabían, la publicidad, la televisión y lo políticamente correcto han intentado vendernos en los últimos años ese producto llamado “padre ejemplar”, hombres bien cuidados, sensibles, limpios y aseados, con dotes para la cocina, la costura y el planchado, padres comprensibles y dulces maridos a los que nada parece alterar. Aunque parece que es un “concepto” irreal, tengo constancia de que va afianzándose en la sociedad –digo lo que veo, aunque sea de vez en cuando-. Pero, ¡manténgase alertas!: todavía nos queda esa realidad del “padre clásico”, ese hombre parco en palabras con su familia y muy charlatán en otros círculos sociales, dueño y señor de un buen sillón que con el pulular por los canales televisivos ha ido horadando una horma que encaja a la perfección con su columna vertebral, más descuidado que el hombre de Neanderthal y muy poco dado a las manualidades caseras, véase pucheros, costureros y otro instrumental de difícil manejo… Tamaño desastre tenía que quedar recogido, no en un libro, sino en varios, y como muestra, hoy les invito a leer una novedad de la editorial Combel, firmada por André Bouchard y Quentin Blake -sobran las palabras…- y titulada Con la cabeza en otra parte, una jocosa historieta que arranca muchas sonrisas a base de un metafórico inicio que da pie a bastantes situaciones absurdas, todo ello para hacernos recapacitar sobre lo poco valorada que está la figura de los padres. Recomendada sin más.
Y ahora que lo pienso…¡Mi padre no es de esos..! ¿O quizá sí…? El caso es que es mi padre, y como sólo tengo uno, lo mejor que puedo hacer es quererlo
Por si no lo sabían, la publicidad, la televisión y lo políticamente correcto han intentado vendernos en los últimos años ese producto llamado “padre ejemplar”, hombres bien cuidados, sensibles, limpios y aseados, con dotes para la cocina, la costura y el planchado, padres comprensibles y dulces maridos a los que nada parece alterar. Aunque parece que es un “concepto” irreal, tengo constancia de que va afianzándose en la sociedad –digo lo que veo, aunque sea de vez en cuando-. Pero, ¡manténgase alertas!: todavía nos queda esa realidad del “padre clásico”, ese hombre parco en palabras con su familia y muy charlatán en otros círculos sociales, dueño y señor de un buen sillón que con el pulular por los canales televisivos ha ido horadando una horma que encaja a la perfección con su columna vertebral, más descuidado que el hombre de Neanderthal y muy poco dado a las manualidades caseras, véase pucheros, costureros y otro instrumental de difícil manejo… Tamaño desastre tenía que quedar recogido, no en un libro, sino en varios, y como muestra, hoy les invito a leer una novedad de la editorial Combel, firmada por André Bouchard y Quentin Blake -sobran las palabras…- y titulada Con la cabeza en otra parte, una jocosa historieta que arranca muchas sonrisas a base de un metafórico inicio que da pie a bastantes situaciones absurdas, todo ello para hacernos recapacitar sobre lo poco valorada que está la figura de los padres. Recomendada sin más.
Y ahora que lo pienso…¡Mi padre no es de esos..! ¿O quizá sí…? El caso es que es mi padre, y como sólo tengo uno, lo mejor que puedo hacer es quererlo
Otra sugerencia que me gusta, además con ilustraciones de Quentin Blake, sé a quien se lo voy a regalar.
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