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martes, 12 de enero de 2010

Guasa para el frío invierno




Tras los chuzos de punta que, desde aleros y cornisas, han atemorizado a mas de uno estos días, regreso a la rotunda actualidad, no tan níveo como la meteorología de los días pasados -cierto es-, pero sí gris como las nubes que se avecinan esta semana y que auguran buenas dosis de líquido material (no de origen sanguíneo…, al menos eso espero…).
Quizá el tiempo sólo sea un mero reflejo de la actualidad política de estos días porque, seamos claros, entre la presidencia española de la Unión Europea y los graznidos de la Sinde, ando algo aturdido… Si hay que tirar del carrete, prefiero hacerlo de la segunda cuestión, con más miga y tirón, porque lo que es Zapatero, a estas alturas de la película, me resulta incluso aburrido… La Sinde es tan cérea, tan sugerente y tan traviesa que podría encarnar al mismísimo doble de Dita Von Teese, aunque en plan progre, malvado y pérfido. No sé de qué laboratorio genético habrá salido, pero la cuestión es que debería elegir entre aderezarse las mejillas con un poco de carmín o desfilar para John Galliano, que últimamente le van las tétricas a lo tira cómica en vez de las patatas al montón. Resumiendo: una elementa sin igual…, tanto, que el único cometido durante su reinado de ministra (luego decimos de Miss Torremolinos…) es jodernos a base de bien.
La censura está servida amigos míos. Y ella es su viva imagen. ¿Por qué? Porque le sale del pepe. A lo que yo me pregunto: “¿Será ella quién venga a esposarme?”… Tela de morboso sería si a la postre me obligase a echarles pienso a todos los trepas que, sin hacer un amparo, como ella, viven del erario público. Así pasa, que la libertad se coarta, que la libre información no fluye, que se arrasa con las opiniones contrarias a los regimenes y se pierde la pluralidad. Pero bueno, arrieros somos y… escribiremos con burla, sorna, guasa, gracia y salero hasta conseguir un libro que, como El apestoso hombre queso y otros cuentos maravillosamente estúpidos (Jon Scieszka y Lane Smith), le deje claro que, como dijo Twain, nuestra raza, en su ignorancia, tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa.

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