Aferrarse a lo terrenal, ademán de meros mortales, entorpece los pasos de aquel que quiere andar sin nudos u otras impedimentas… Decidirse y atajar las ligaduras, dejar al cuerpo abrir un camino entre selvas, no es cosa de salvajes y fieras, sino también de hombres. Por ello, el poeta, en ese ratito de brisa que insufla la vida, entorna la portezuela y se derrama rima tras rima… por el monte, por la yerba tibia.
¿Cuándo aceptarás, yegua,
el rigor de la rienda?
¿Cuándo, pájaro pinto,
a picotazo limpio
romperás tiranías
de jaulas y de ligas,
que te hacen imposibles
los vuelos más insignes
y el árbol más oculto
para el amor más puro?
¿Cuándo serás, cometa,
para función de estrella,
libre por fin del hilo
cruel de otro albedrío?
¿Cuándo dejarás, árbol,
de sostener, buey manso,
el yugo que te imponen
climas, raíces, hombres,
para crecer atento
solo al silbo del cielo?
¿Cuándo, pájaro, yegua,
cuándo, cuando, cometa,
¡ay! ¿Cuándo, cuándo, árbol?
¡ay! ¿Cuándo, cuándo, cuándo?
Cuando mi cuerpo vague,
¡ay!,
asunto ya del aire.
Miguel Hernández.
El silbo de las ligaduras.
En: Me ha hecho poeta la vida.
Ilustraciones de Miguel Tanco.
2009. Madrid: SM.
Este libro lo hemos regalado como premio en un concurso lierario en mi instituto. Es una verdadera preciosidad...
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