El regreso al trabajo podría ser una senda de gran pendiente si no fuera porque las vacaciones nos regalan momentos de descanso y recreo…, aunque he de sincerarme y cuchichearles que ayer estaba deseando que el día de hoy no llegara de manera tan precipitada… Me creerán poco profesional, pero con mucho descaro les sacaré la lengua y reiteraré lo que llevo pensando un par de días: ¡Mamá, quiero volver a París!
Sí, amigos, he pasado una Semana Santa a la “parisienne”. Pero como este blog no versa de arquitectura barroca, sino de libros, tengo intención de narrarles algunas impresiones que sobre la lectura me ha descubierto la Lutecia romana, comparada, por supuesto, con esta España incalificable (uno se va unos días y se encuentra a su regreso con que a niñas de la edad de mis alumnas les da por matarse… una pena…).
Además de pasear por avenidas, parques y alguna callejuela, también he pisado un par de bibliotecas (¡cómo no!) y –esto es verídico-, casi me dan ganas de llorar: jamás había visto tanto joven acudir de forma tan masiva a una biblioteca un sábado. Muchos pensarán que, claro, en una ciudad que tiene fama de tener una oferta de ocio etílico tan pobre, los chavales se ven obligados a leer para entretenerse del modo más inofensivo posible. Pero les aviso que de eso, nada. A París le sobran bares, terrazas y discotecas abarrotadas, tantas como las de Madrid. ¿Y las bibliotecas parisinas? ¿Son como las de aquí? Mucho me temo que sí. Excepto alguna cosilla, léanse las secciones sobre cómic (toda una pasión en “La France”) o el escaparatismo bibliotecario (si hay que vender el producto, se vende), son un calco de las de aquí
- Entonces Mengano, ¿qué títere llevan esos gabachos en la cabeza que no les impide compatibilizar libros con cubatas?
- Pues mira, Zutano, el mejor de los elixires para ampliar las miras cerebrales se llama “costumbre”, así que te recomiendo que te hinches de ese veneno en el próximo botellón y vayas cambiado esas preconcepciones hispánicas un tanto obsoletas que nos dicen que a las bibliotecas se va a vegetar.
Y con esto y buenas dosis de pintura impresionista, les invito a visitarme mañana para seguir con “le printemps parisien”.
Imagen superior: Fantin Latour. 1861. La liseuse. Musée d’Orsay.
Imagen inferior: Emile Friant. 1885. Autoportrait dit un étudiant. Musée des Beaux-Arts, Nancy, Lorraine.
Sí, amigos, he pasado una Semana Santa a la “parisienne”. Pero como este blog no versa de arquitectura barroca, sino de libros, tengo intención de narrarles algunas impresiones que sobre la lectura me ha descubierto la Lutecia romana, comparada, por supuesto, con esta España incalificable (uno se va unos días y se encuentra a su regreso con que a niñas de la edad de mis alumnas les da por matarse… una pena…).
Además de pasear por avenidas, parques y alguna callejuela, también he pisado un par de bibliotecas (¡cómo no!) y –esto es verídico-, casi me dan ganas de llorar: jamás había visto tanto joven acudir de forma tan masiva a una biblioteca un sábado. Muchos pensarán que, claro, en una ciudad que tiene fama de tener una oferta de ocio etílico tan pobre, los chavales se ven obligados a leer para entretenerse del modo más inofensivo posible. Pero les aviso que de eso, nada. A París le sobran bares, terrazas y discotecas abarrotadas, tantas como las de Madrid. ¿Y las bibliotecas parisinas? ¿Son como las de aquí? Mucho me temo que sí. Excepto alguna cosilla, léanse las secciones sobre cómic (toda una pasión en “La France”) o el escaparatismo bibliotecario (si hay que vender el producto, se vende), son un calco de las de aquí
- Entonces Mengano, ¿qué títere llevan esos gabachos en la cabeza que no les impide compatibilizar libros con cubatas?
- Pues mira, Zutano, el mejor de los elixires para ampliar las miras cerebrales se llama “costumbre”, así que te recomiendo que te hinches de ese veneno en el próximo botellón y vayas cambiado esas preconcepciones hispánicas un tanto obsoletas que nos dicen que a las bibliotecas se va a vegetar.
Y con esto y buenas dosis de pintura impresionista, les invito a visitarme mañana para seguir con “le printemps parisien”.
Imagen superior: Fantin Latour. 1861. La liseuse. Musée d’Orsay.
Imagen inferior: Emile Friant. 1885. Autoportrait dit un étudiant. Musée des Beaux-Arts, Nancy, Lorraine.
¡Hola Román! Bienvenido, qué envidia me das con tu viaje y esas bibliotecas y librerías que has conocido y visitado. Como bien dices, es una buena costumbre, en Alemania también lo he comprobado, mi sobrina de 8 años cuenta los dias para irse un ratito a la biblioteca y sacar un cesto lleno de libros. El viernes hago una escapadita y me va a llevar a una libreria que nos gusta mucho :)
ResponderEliminarPreciosas pinturas de Fantin Latour para ilustrar tu regreso. Un abrazo, disculpa que me haya extendido tanto.
Ayer nos 'zampamos' nosotros la exposición de los impresionistas en la fundación Mapfre. Linda... eso sí, una hora y media de cola.
ResponderEliminarAh! La primavera, los libros y el arte... ¡Así la vida sí que es bella! Sigue contándonos mañana...
Hola! pues yo también pasé la semana santa en París, y también digo "Mamá, quiero volverrrrr!!!!!!!!"
ResponderEliminarTAmbién visité alguna librería, las que me fuí encontrando en los paseos. No visité ninguna biblioteca (no se puede todo en una semanita) pero sí varios museos y en todos había niños y parecían encantados!
Saludos, me gusta tu blog