Temer no es de cobardes, es cosa de niños. De niños y grandes, no me malinterpreten…, que uno está hecho bicarbonato con tanto movimiento sexy durante las pasadas noches y no se encuentra en condiciones de discutir, rebatir o explicar (lo que no sé es cómo he sido capaz de escribir…). A lo que iba… Temblar ante lo desconocido es condición animal básica como otras tantas, por ello tampoco es necesario descalificar al que sale corriendo ante la amenaza porque, si no fuera de esta manera, muchos antílopes perecerían entre las garras de las fieras.
Lo que sí se puede vislumbrar como antinatural es huir de lo inofensivo, bien sea el trino de un pájaro o el niño que, desde la ventana de enfrente, nos mira callado, argumento desde el que Andrés Pi Andreu y Kim Amate parten para tejer una historia que, pese a haber obtenido el premio Apel.les Mestres en su última edición (nunca se debe fiar uno de los galardones, es mejor valorar las cosas por uno mismo), bien vale echarle un vistazo. La ventana infinita es la historia de todos nosotros –de los que hemos sido niños, claro-. De cómo los niños segregan al que permanece callado, al que tiene demasiada vergüenza para incluirse en el juego, al que ejerce de mero observador.
Aunque realizaría algunos cambios en lo que a la edición se refiere, léanse la infografía o el enmarcado de las ilustraciones (para mi gusto, que de todos hay), considero que es una buena elección moral (¿yo he dicho esto?) para las primeras edades del hombre… ¿o quizás para otras más adultas? Esa recomendación ya la dejo en manos de la divina providencia mientras echo mano de un Gelocatil®. ¡Y que comiencen bien la semana!
Lo que sí se puede vislumbrar como antinatural es huir de lo inofensivo, bien sea el trino de un pájaro o el niño que, desde la ventana de enfrente, nos mira callado, argumento desde el que Andrés Pi Andreu y Kim Amate parten para tejer una historia que, pese a haber obtenido el premio Apel.les Mestres en su última edición (nunca se debe fiar uno de los galardones, es mejor valorar las cosas por uno mismo), bien vale echarle un vistazo. La ventana infinita es la historia de todos nosotros –de los que hemos sido niños, claro-. De cómo los niños segregan al que permanece callado, al que tiene demasiada vergüenza para incluirse en el juego, al que ejerce de mero observador.
Aunque realizaría algunos cambios en lo que a la edición se refiere, léanse la infografía o el enmarcado de las ilustraciones (para mi gusto, que de todos hay), considero que es una buena elección moral (¿yo he dicho esto?) para las primeras edades del hombre… ¿o quizás para otras más adultas? Esa recomendación ya la dejo en manos de la divina providencia mientras echo mano de un Gelocatil®. ¡Y que comiencen bien la semana!
Buen comienzo de semana pra ti también. Gracias Román por esta sugerencia. Un abrazo
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