Como hoy ando algo alterado y ladro más que hablo (¡malditas seáis, oposiciones!), he decidido ir al grano y dejarme de esos rodeos que, puntada tras puntada, desgranan lo más florido de mi vida personal, por lo que ¡agárrense que vienen curvaaaaaas…!
En una de las entradas de la semana pasada, afirmé que no sólo los alemanes o ingleses eran los únicos artífices de los buenos álbumes ilustrados… Sí, sí, ya sé que les encanta el topo de Wolf Erlbruch, los manchurrones de acuarela de Quentin Blake o el preciosismo de Quint Buchholz, pero uno también ha de defender el arte patrio y anunciar a los cuatro vientos las bondades del álbum ilustrado “made in Spain”, que para eso uno tiene su vena chovinista, ¡odo!
Hablemos de lo que hablemos, el problema del español es el de siempre, que no sabe darse el suficiente pábulo y crear un producto ampliamente publicitado (que bien mirado, también es un arte…), y eso que en cuestiones literarias y pictóricas tenemos un status dentro del Viejo Continente. Aunque así sea, les digo: No se sientan acomplejados mis queridos compatriotas ilustradores y escritores porque aquí, también hay tomate, ¡y del bueno!
Pese a ello les debo una disculpa, ya que muchas son las veces que dejo de lado el trabajo de los de aquí y me decanto más por el de los de allí, así que entono el Mea culpa y les hago una reverencia de reconocimiento y agradecimiento.
En cualquier caso, lo de hoy, más que una reflexión de viva voz, es casi una denuncia de lo que el otro día me aconteció… Andaba yo mariposeando de tomo en lomo, de estante a balda, cuando un pequeño libro arremetió contra mi curiosidad. Pertenecía a la colección de Sopa de letras, esa tan conocida de la editorial Anaya, y llevaba una pequeña banda de papel amarillo que rezaba Premio de Álbum Infantil Ilustrado “Princesa de Éboli” 2008, lo que llamó todavía más mi atención… Lo abrí y leí allí mismo, de pie. Y me encontré con un relato tan pequeño como gracioso, con unas ilustraciones animadas, absurdas y geniales, y lo mejor de todo: barato (toma nota Encarnita…). Sencillamente, El día que olvidé cerrar el grifo de Lucía Serrano, me chifló…, pero (siempre hay un pero) lo que no me parece nada correcto por parte de la editorial Anaya, es el formato en el que ha editado su libro (lo que no resta merito al haberlo editado… para el césar, lo que le corresponde), un formato que desluce considerablemente las ilustraciones, que no deja apreciarlas ni disfrutar de sus íntimos detalles… Decir como punto y final que, si esta obra la firmase Babette Cole, seguramente se hubieran cuidado más esos “pequeños” detalles.
¡Y que viva el libro-álbum español!
En una de las entradas de la semana pasada, afirmé que no sólo los alemanes o ingleses eran los únicos artífices de los buenos álbumes ilustrados… Sí, sí, ya sé que les encanta el topo de Wolf Erlbruch, los manchurrones de acuarela de Quentin Blake o el preciosismo de Quint Buchholz, pero uno también ha de defender el arte patrio y anunciar a los cuatro vientos las bondades del álbum ilustrado “made in Spain”, que para eso uno tiene su vena chovinista, ¡odo!
Hablemos de lo que hablemos, el problema del español es el de siempre, que no sabe darse el suficiente pábulo y crear un producto ampliamente publicitado (que bien mirado, también es un arte…), y eso que en cuestiones literarias y pictóricas tenemos un status dentro del Viejo Continente. Aunque así sea, les digo: No se sientan acomplejados mis queridos compatriotas ilustradores y escritores porque aquí, también hay tomate, ¡y del bueno!
Pese a ello les debo una disculpa, ya que muchas son las veces que dejo de lado el trabajo de los de aquí y me decanto más por el de los de allí, así que entono el Mea culpa y les hago una reverencia de reconocimiento y agradecimiento.
En cualquier caso, lo de hoy, más que una reflexión de viva voz, es casi una denuncia de lo que el otro día me aconteció… Andaba yo mariposeando de tomo en lomo, de estante a balda, cuando un pequeño libro arremetió contra mi curiosidad. Pertenecía a la colección de Sopa de letras, esa tan conocida de la editorial Anaya, y llevaba una pequeña banda de papel amarillo que rezaba Premio de Álbum Infantil Ilustrado “Princesa de Éboli” 2008, lo que llamó todavía más mi atención… Lo abrí y leí allí mismo, de pie. Y me encontré con un relato tan pequeño como gracioso, con unas ilustraciones animadas, absurdas y geniales, y lo mejor de todo: barato (toma nota Encarnita…). Sencillamente, El día que olvidé cerrar el grifo de Lucía Serrano, me chifló…, pero (siempre hay un pero) lo que no me parece nada correcto por parte de la editorial Anaya, es el formato en el que ha editado su libro (lo que no resta merito al haberlo editado… para el césar, lo que le corresponde), un formato que desluce considerablemente las ilustraciones, que no deja apreciarlas ni disfrutar de sus íntimos detalles… Decir como punto y final que, si esta obra la firmase Babette Cole, seguramente se hubieran cuidado más esos “pequeños” detalles.
¡Y que viva el libro-álbum español!
Hola Román!! tienes razón en cuanto al formato, tengo este libro en casa y falta espacio para el pez y las ilustraciones de Lucía. un abrazo y buenos dias, un ole desde aqui por la ilustración en España!!
ResponderEliminarQue viva y olé! La calidad de nuestros ilustradores no tienen nada que envidiar a los del resto del mundo mundial, al contrario. Hay calidad, diversidad, originalidad, mucha creatividad... pero a veces las editoriales no se quieren enterar.
ResponderEliminarEste libro en concreto que comentas es un joyita (y barato, como bien dices), pero tal vez en libros como este hubiese valido la pena sacrificar la baratez en favor de un mejor formato.
No sé (y no tengo ni idea) si sale más barato traducir que editar de nuevo, aunque supongo que saldrá más barato traducir y así nos luce el pelo.
Muchos de nuestros ilustradores estan publicando en editoriales extranjera y no aquí. ¿Por qué?
Hay que apostar por la cantera propia y, además, después venderla a los demás, que nos compren las traducciones.
Un saludito, que hacía ya un tiempo que no te dejaba comentarios, aunque te sigo visitando muy, muy asiduamente.
Besadete
Hola Román
ResponderEliminarEn primer lugar, gracias por hablar de este álbum, que es uno de nuestros preferidos. Te damos parte de razón en cuanto al formato, evidentemente hubiera lucido más a un tamaño mucho mayor. No obstante, además de ser esta una colección de tamaño predefinido, un formato mayor nos obligaría a poner un precio también mayor, y creemos que eso limitaría el acceso de mucha gente a este tipo de álbumes. Este tipo de políticas creemos que favorecen el acceso de cualquier niño a una literatura infantil de calidad (entre los hispanohablantes publicados en esta colección –Sopa de Cuentos– encontramos a ilustradores y autores de primera fila, además de clásicos como Andersen, Grimm...).
Gracias de nuevo por tus comentarios, y por apoyar un género que, como siempre se ha dicho, merece más visibilidad y respeto del que tiene. Entre todos puede que lo consigamos.
Gracias a todos por vuestros comentarios. Se agradecen (¡Cada vez me siento más importante!, jejejeje... Es broma).
ResponderEliminar¡Seguid así!
¡COTIZAS ALTO CHAVAL! PERO AÚN ASÍ SIGUES TENIENDO UN RATICO PARA LAS "VIEJAS" AMIGAS. ÁNIMO
ResponderEliminarHola Román! Gracias por la publi :) Yo también tengo mucho cariño al "Día que olvidé...". Me lo pasé pipa haciéndolo, y, por si fuera poco, Anaya lo publicó. Lástima que el Ayuntamiento de Pinto, encargado de la parte monetaria del premio, aún no me haya pagado nada. Pero en fin, es feo hablar de dineros en un blog literario. El tamaño del libro me gusta. Es un libro pensado para niños desde la cabeza a los pies :)
ResponderEliminarCreo que vale más contagiar ese afán de rebuscar-entre-baldas a toda la población.
Un besazo!