Esta noche es Nochebuena… ¿A quién se le ocurriría la maravillosa idea de darle una denominación tan poco acertada? He aquí los motivos que me inducen a elucubrar sobre el asunto:
a. Durante la noche de este viernes celebramos la instaurada cena en la que familiares y otros seres del Averno, departimos con buen humor y alguna que otra puñalada. Confraternizamos con el cuñado o la nuera a base de toda una suerte de elogios y maldades, un ejercicio necesario, más que nada para sentirnos vivos y despellejarnos a gusto mientras nos dedicamos la más falsa de las sonrisas, que bien mirado es más sano que echarse la mano al cuello.
b. Riñas españolas aparte, aquí lo que importa es, derrochar billetes a mansalva en el Mercadona, llenar el buche como los pavos, ponerse como el Kiko Pantoja y, finalmente, como en cualquier bacanal romana, acercarse a la escupidera más próxima y vomitar a rienda suelta el amasijo de champán, langostino cocido, piña en almíbar y turrón de chocolate que momentos previos hemos engullido como verdaderos hambrientos.
c. Dejando a un lado el asunto estomacal, llega el turno de hablar del atuendo, pieza clave en toda reunión de alterne navideño. Desempolvar el fondo de armario, quitarle la polilla y embutirnos en esa pieza de mediocre costura que otrora nos sentaba como anillo al dedo es un auténtico ejercicio de valentía, por repetir vestimenta año tras año, por soportar los comentarios que despierta entre los allegados.
d. Y por último, si la suegra, la gastronomía y/o la moda no acaban con nuestra paciencia, seguramente los llantos de algún sobrino malcriado (les prometo que decapitaría a más de uno), la visita inesperada de algún vecino cuya cocina se ha incendiado, la borrachera del cuñado de turno, la llegada de la policía o las discusiones más variopintas, serán motivo suficiente para coger el abrigo, repartir besos a doquier y, mientras bajamos al portal, prometernos una vez más que la próxima Nochebuena nos quedaremos en casa, abriremos una lata de sardinas, nos hincharemos a vino con gaseosa y seremos los seres más felices sobre la faz de la Tierra.
En cualquier caso es Navidad y me creo en el deber de recomendarles un libro apropiado para la época, que en este caso es (en mi modesta opinión) el mejor libro de temática navideña jamás escrito: Cuento de navidad de Charles Dickens (en la imagen una edición ilustrada por Lisbeth Zwerger disponible en castellano –Destino- con el título de Canción de navidad). Léanlo, es mi particular forma de desearles una FELIZ NAVIDAD.
a. Durante la noche de este viernes celebramos la instaurada cena en la que familiares y otros seres del Averno, departimos con buen humor y alguna que otra puñalada. Confraternizamos con el cuñado o la nuera a base de toda una suerte de elogios y maldades, un ejercicio necesario, más que nada para sentirnos vivos y despellejarnos a gusto mientras nos dedicamos la más falsa de las sonrisas, que bien mirado es más sano que echarse la mano al cuello.
b. Riñas españolas aparte, aquí lo que importa es, derrochar billetes a mansalva en el Mercadona, llenar el buche como los pavos, ponerse como el Kiko Pantoja y, finalmente, como en cualquier bacanal romana, acercarse a la escupidera más próxima y vomitar a rienda suelta el amasijo de champán, langostino cocido, piña en almíbar y turrón de chocolate que momentos previos hemos engullido como verdaderos hambrientos.
c. Dejando a un lado el asunto estomacal, llega el turno de hablar del atuendo, pieza clave en toda reunión de alterne navideño. Desempolvar el fondo de armario, quitarle la polilla y embutirnos en esa pieza de mediocre costura que otrora nos sentaba como anillo al dedo es un auténtico ejercicio de valentía, por repetir vestimenta año tras año, por soportar los comentarios que despierta entre los allegados.
d. Y por último, si la suegra, la gastronomía y/o la moda no acaban con nuestra paciencia, seguramente los llantos de algún sobrino malcriado (les prometo que decapitaría a más de uno), la visita inesperada de algún vecino cuya cocina se ha incendiado, la borrachera del cuñado de turno, la llegada de la policía o las discusiones más variopintas, serán motivo suficiente para coger el abrigo, repartir besos a doquier y, mientras bajamos al portal, prometernos una vez más que la próxima Nochebuena nos quedaremos en casa, abriremos una lata de sardinas, nos hincharemos a vino con gaseosa y seremos los seres más felices sobre la faz de la Tierra.
En cualquier caso es Navidad y me creo en el deber de recomendarles un libro apropiado para la época, que en este caso es (en mi modesta opinión) el mejor libro de temática navideña jamás escrito: Cuento de navidad de Charles Dickens (en la imagen una edición ilustrada por Lisbeth Zwerger disponible en castellano –Destino- con el título de Canción de navidad). Léanlo, es mi particular forma de desearles una FELIZ NAVIDAD.
Feliz Navidad para ti tambien...
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