Hace unos años era impensable que en la escuela pública, tan resignada, tan anticuada, se impartiesen enseñanzas bilingües (incluso en la actualidad es difícil concebirlo…), cuestión que quedaba confinada a centros como el Liceo Francés o el Colegio Alemán, pero hoy, fíjense, damos una patada y en cada esquina aparecen diez secciones europeas para mayor gloria de nuestro sistema educativo. ¿Será fruto de los cientos de millones que, según dice este gobierno y otros tantos predecesores, se han invertido en la materia “gris” de los escolares? Claro, señores: hay que invertir en nuevas formas de analfabetismo, en nuevas definiciones de segregación pedagógica o en nuevos libros de texto. ¡Eso sí!, para que aprendan la tabla del nueve, las provincias españolas o el engranaje de un motor diesel, ¡ni hablar del peluquín!
No me crean reaccionario por no ser gran partidario de que sus hijos formen parte de esa supuesta élite de plurilingüistas que manejan todos los cotarros. No. Yo soy un defensor a ultranza de la diversidad idiomática…, pero antes dejen que sus hijos aprendan español, no sea que, durante estos días de matanza, alguien les pida un lebrillo para recoger la sangre que chorrea el gorrino y se presenten con el orinal de la abuela Juana bajo el sobaco.
En cualquier caso y solidarizándome con todos esos padres que repelan los bolsillos para procurar a su prole una buena preparación (N.B.: aparte de inglés, francés y alemán, vayan pensando en el mandarín y el cantonés…), hoy les recomiendo un libro-álbum básico, recién comercializado en España y en lengua inglesa por la casa anglonorteamericana Phaidon (¡oportunistas!).
“¿Y por qué recomiendas un libro editado en inglés, querido Román?” En primer lugar porque a falta de pan, buenas son tortas, y en segundo término porque seguramente Otto, The Autobiography of a Teddy Bear de Tomi Ungerer (sí, el mismo de Los tres bandidos), un libro que cuenta a través de la mirada de un desafortunado oso de peluche algunos de los acontecimientos más importantes y tristes del pasado siglo XX, es de los mejores en su temática.
En este libro el genial autor toma como vehículo narrativo un oso de peluche, un juguete clásico con el que el niño se siente cercano y hasta identificado, algo que sucede en otras obras de este tipo como el conocidísimo Cuando Hitler robó el conejo rosa de Judith Kerr. Así mismo le confiere vida, es decir, que protagonista y narrador son el mismo personaje, algo que ayuda a la verosimilitud del relato desde la primera persona.
A todo ello hay que unir que es una obra bastante expositiva y que no cae en prejuicios personales a pesar de posicionarse en el lado del humanismo, una corriente de la que Ungerer, a pesar de su omnipresente tono irónico y creativo, siempre toma parte, rechazando los conflictos bélicos y sus consecuencias para con los inocentes, al mismo tiempo que ensalza a las minorías étnicas o abre el debate sobre la homosexualidad y la lucha de clases.
Y mientras pienso en las escuelas del ayer y del hoy, sólo me queda no sucumbir a la nostalgia de la letra que con tanto arte cantaba Camarón… Cuando los niños en la escuela estudiaban pa’l mañana, mi vida era la fragua. Yunque y clavos de Alcayata…
En cualquier caso y solidarizándome con todos esos padres que repelan los bolsillos para procurar a su prole una buena preparación (N.B.: aparte de inglés, francés y alemán, vayan pensando en el mandarín y el cantonés…), hoy les recomiendo un libro-álbum básico, recién comercializado en España y en lengua inglesa por la casa anglonorteamericana Phaidon (¡oportunistas!).
En este libro el genial autor toma como vehículo narrativo un oso de peluche, un juguete clásico con el que el niño se siente cercano y hasta identificado, algo que sucede en otras obras de este tipo como el conocidísimo Cuando Hitler robó el conejo rosa de Judith Kerr. Así mismo le confiere vida, es decir, que protagonista y narrador son el mismo personaje, algo que ayuda a la verosimilitud del relato desde la primera persona.
Y mientras pienso en las escuelas del ayer y del hoy, sólo me queda no sucumbir a la nostalgia de la letra que con tanto arte cantaba Camarón… Cuando los niños en la escuela estudiaban pa’l mañana, mi vida era la fragua. Yunque y clavos de Alcayata…
Por mi parte coincido con mucho de lo que dices. El dominio del lenguaje escrite lo dominan muy poco en nuestras escuelas. Da lastima ver que Docentes Jovenes no sean capaces de crear una historia y ver dificultades de redaccion graves, pero los pobres no tienen la culpa. Mucho tiene la formacion que recibieron.
ResponderEliminarTiene una pinta estupenda este libro. Ojalá pudiésemos todos hablar las mil lenguas del mundo. Porque hay tantos que las usan de barrera y frontera para excluir a otros... Y no hay nada que ayude a abrir la mente que estudiar otro lenguaje. Feliz Navidad, Miriam
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