Existen profesiones que requieren cambiar de lugar de residencia constantemente dependiendo de las necesidades del servicio prestado o por otras cuestiones de carácter voluntario como son los concursos de traslados. Policías nacionales, guardias civiles, maestros, auxiliares administrativos, médicos, y un sinfín de profesionales más, están más que acostumbrados a mover su hogar tantas veces sean necesarias con tal de sobrevivir.
Ello conlleva más de un disgusto, trastornos de toda índole y una rápida capacidad de adaptación (¿Qué acaso valora alguien?), no sólo del individuo en cuestión, sino de todo aquel que le acompañe, sea este cónyuge, hijo, suegra, perro o gato. Y centrándonos en los hijos de estos nómadas de hoy en día, abandonaremos al resto a su suerte…
Cada año pasan por mis clases alumnos que se han recorrido la mitad de la geografía española a tenor de las mudanzas laborales de sus padres. Todos comentan la facilidad que han desarrollado a la hora de entablar relaciones sociales con sus compañeros… “La primera vez es duro”, decía uno, “pero cuando lo has hecho dos, tres y hasta seis veces, ni te lo planteas”…
Bien pensado, para un crío es impactante entrar por primera vez en un aula en la que no conoce a nadie y todos se conocen entre sí. Sentirse un bicho raro estudiado por la cautela de los demás por unos días, no debe ser plato de buen gusto. Conforme pasan los días, esa sensación de extrañeza va cambiando y se empiezan a atisbar las primeras sonrisas, las primeras palabras amables, para finalmente, formar parte de ese todo que se mueve a tu alrededor.
Este es el proceso que Jaime Buitrago y Rafael Yockreng han querido utilizar como hilo argumental en su libro Eloisa y los bichos, un álbum ilustrado poco habitual (tiene cierto gusto a ciencia ficción, un ligero sabor kafkiano, la misma gama de color que las obras de Da Vinci…) y editado por el buen hacer de El Jinete Azul, que pretende plasmarlo, no sólo desde un punto de vista infantil, sino también remitirla a adultos que, como un servidor, cambian de lugar de residencia cada curso escolar.
Me he encontrado con tu blog navegando (cómo no!) y me encanta. Volveré de vez en cuando. Enhorabuena!
ResponderEliminarInteresantes palabras. ¿Por qué será que me siento reflejado en ellas?
ResponderEliminarA veces pienso que, aunque a la gente, incluido yo, no le gusten los cambios, ni los viajes continuos por trabajo... (mas bien le jodan), cada nuevo lugar, cada nuevo compañero te forman como persona.
No quiero ni pensar lo que me supondría estar en continuo movimiento. He tenido mucha suerte con mis destinos y no he dormido fuera de casa nunca, bueno, me fui 700 km. más allá del hogar maternal con 23 añitos, que ya es más que suficiente. Pero el cambio voluntario con el concurso de traslados que hice hace seis años a poco me cuesta la salud, ¡cuánto me ha costado adaptarme al nuevo cole! Así que compraré "Eloisa y los bichos" y lo leeré a mis alumnos por aquello de entender a los nuevos compañeros. Gracias por tu recomendación.
ResponderEliminar"...a veces era difícil ser la primera de la fila, o que los recreos fueran tan largos..."
ResponderEliminarEloísa y los bichos, una genial representación de lo que se siente ante un cambio. Hermoso!
Lo tengo, me encanta. Yo también lo reseñé en mi blog. Lo que te digo, un gran descubrimiento tu blog. Enhorabuena
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