Una vez transcurridos cinco meses desde la toma posesión del
nuevo gobierno, teniendo en cuenta el modesto número de seguidores que tiene
este lugar, y cantando esa de Nino Bravo con mucha cautela, me dispongo a hilar
una disertación sobre la creatividad…
Todos nos creemos la mar de originales -yo, el primero…-. En
este país nos pasamos la vida inventando cosas nuevas o, en su defecto,
robándole las ideas al vecino mientras éste se echa la siesta… Y como en la
facultad me enseñaron a aportar evidencias con tal de vislumbrar el ansiado conocimiento
empírico, les ilustro esta falta de innovación con una serie de recortes... (¡Ups,
perdón!, ¡quería decir “pruebas”!): a) aumentar la jornada laboral, b)
disminuir el salario a los funcionarios, c) eliminar contrataciones temporales,
d) cobrar el peaje de vías rápidas, e) imponer el co-pago sanitario… Todas
ellas, podría decirse que son medidas anticuadas, recurrentes y facilonas que se
aplicarán durante una legislatura que, como tantas otras, me ha decepcionado
sobremanera… (¡menos mal que se me olvidó votar!).
No se equivoquen, señorías: quien crea, arriesga. Sin
cojones, no hay creatividad. Quien no imagina, jamás verá lucir una idea. Y ustedes, de un bando y de otro, carecen de
ellas. El que piensa, quién discurre, puede que se acerque al éxito, en cambio,
el hombre pusilánime, el temeroso, está perdido.
Es por ello que el que cree en lo que hace, quien invierte
su tiempo en darle otra cara al mundo, obtiene recompensas mayores, aunque
estas no sean instantáneas y tengan un reconocimiento tardío, como en el caso
de la autora alemana Hannah Höch, una fotógrafa y artista que quiso revolucionar
el mundo de los libros para niños y a la que el tiempo, le ha regalado una
sonrisa gracias a su Álbum ilustrado
(editorial Gustavo Gili), un pequeño catálogo de quimeras y otros seres
poéticamente sobrenaturales.